Jueves 03 de julio de 2025
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"Tengo serios problemas de autoestima": Andrea Echeverri vocalista de Aterciopelados

Echeverri fue, en su momento, artista plástica de tiempo completo

Foto: agecia
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1993 fue el año en el que todo explotó. Mujer gala se convirtió en el primer hit de Aterciopelados, la voz de Andrea Echeverri y el virtuosismo metalero-punk de Héctor Buitrago entró a patadas en la banda sonora del rock de los años noventa en Colombia.

Toda una generación se grabó en la cabeza la letra sobre una ‘chica mala y una mosca muerta’ al lado de Smell Like Teen Spirit (1991), de Nirvana, o De música ligera (1990), de Soda Stereo.

El éxito fue una avalancha; empezaron los conciertos y Andrea tuvo que dejar su ‘otra vida’, no la de una ‘gomela’ del norte de Bogotá, que en su primer acto de rebeldía se voló con su novio y fundó Barbarie, un bar de leyenda en una casona colonial en el centro, sino la de una artista de la Universidad de los Andes que había hecho una especialización en cerámica en Inglaterra y exponía sus cobras y sus serpientes pop en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Echeverri fue, en su momento, artista plástica de tiempo completo, su destino era estar al lado de la maestra Beatriz González, pero el rock la ‘raptó’; tenía una tienda de objetos llamada Tierra de Fuego, donde sus lámparas vibraban con toda su creatividad y estuvo en bienales y salones nacionales, ¿pero cómo huir de la llamada del rock y la furia de los escenarios? Aterpeciolados es historia viva; sin embargo, en más de 30 años de una brillante carrera musical, Andrea nunca ha dejado de producir obras. Sus piezas se esconden en las portadas de sus discos o en su ropa. Y en 2021 regresó como un huracán con la exposición ‘Ovarios calvarios’ en el Claustro de San Agustín, “vi muchas mujeres jóvenes, algunas lloraron, yo también lloré”. En la muestra, Echeverri les daba un golpe certero a los abusos, hablaba de violaciones sin reparo y mezclaba cómo no sus piezas con las letras de sus canciones; algunas de las obras más representativas eran unos espejos con marcos con forma de vagina en los que había mensajes claros: ‘Por donde salimos’ o ‘Somos portal fecundo’. También había varios recordatorios del horror con los nombres de Rosa Elvira Cely y Yuliana Samboni, dos víctimas de feminicidios atroces. Imperdonables.

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Noticia al Día/Información de El Tiempo

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