Salían las birras heladas en La firna de oro, los chistes de Eudy Núñez nos hacían reventar de la risa. Cheo hacía fotos furtivas – como siempre-, la mujer mas preciosa que nunca empinando una Regional. La mira el tosco reportero de sucesos. Ha sido un día con tantas malas noticias. Ella lo observa, debajo de la piel que es como una costra, percibe un hombre que pide a gritos una caricia. Le da un ligero toque en la rodilla, él extiende su mano, se encuentran en espacio que es como la distancia entre dos planetas, se enlazan los dedos, "vamos", lo sujeta, lo levanta, lo obliga a seguirla, "no digas nada", caminan a la plaza de La muñeca, se sientan en la banca, ella pasa su mano en caricia por su rostro, el hombre rústico como leñador, trastoca en frágil.
La noche es tan distinta ese abril de 1995. Se besan, una y otra vez, por los àrboles juegan los gatos, hay mil ojos asomados en las rendijas de las casas, nada importa, ¡que miren!. Hace 30 años en la misa banca, el mismo hombre de piel como corteza de árbol, es ahora un tipo mayor, viene sin que nadie le acompañe, se sienta en el mismo lugar, los recuerdos se le vienen encima, muere con los besos que se extinguen en el pensamiento y los labios.
Media hora, una hora, en el cielo se cruza una estrella fugaz, tambien se desgasta un Time en sus dedos. Treinta años después, la vida había dejado en ese lugar pedazos de un amor y de una noche de besos infinitos.
JC




