Miércoles 03 de julio de 2024
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El mundo de Javier: "A mi mamá la mataron"

Solitario, retraído y desamparado. Así pasa los días Javier, un hombre de condición indigente que debajo de una mata de…

El mundo de Javier:
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Foto: Xiomara Solano.

Solitario, retraído y desamparado. Así pasa los días Javier, un hombre de condición indigente que debajo de una mata de nim, en la avenida 21 con calle 77 (5 de Julio) de Maracaibo, ha construido su propio hogar con diversos objetos que rescata de la basura que consigue en los alrededores.

Javier tiene 30 años de edad y cualquier persona que hable con él, fácilmente puede detectar que tiene severos problemas mentales que lo mantienen ensimismado en sus pensamientos, aislado en su mundo de dibujos animados y letras, pues le gustan los comics de la DC y los libros.

Varios comerciantes de esa zona, entre lo que era la tienda Maxy’s en los años ’80 (hoy La Grande) y lo que sigue siendo el centro comercial Montielco, aseguran que Javier no es un hombre agresivo, por el contrario, destacaron que es muy tranquilo, apacible y que no interactúa con nadie.

El equipo reporteril de NAD se acercó hasta su "aposento" para conocerlo de cerca e indagar un poco sobre su vida y las diversas situaciones que tuvo que enfrentar para terminar abandonado, viviendo en la calle y sin familia a tan corta edad. Javier requiere ayuda psiquiátrica y una orientación profesional.

Foto: Xiomara Solano.

Hablar con Javier no fue fácil. Está tan refugiado en su mundo, en sus pensamientos, que fueron muy pocas las palabras que dijo durante la entrevista. A veces ni se le entendía lo que decía, como si hablara consigo mismo, con su voz muy debilitada. A diferencia de otras personas indigentes, Javier no tenía sus ojos rojos ni tampoco estaban decaídos como si fuera un asiduo consumidor de drogas.

La primera característica que denota la condición especial que padece es su mirada lejana, aletargada, y la segunda es, sin duda alguna, la forma de hablar. Su tono de voz tenue, dificulta para quien hable con él entender las palabras que articula.

Aun así, con frases entrecortadas y que en ocasiones no tenían coherencia, manifestó que no comía mucho y que cuando lo logra es porque consigue restos en la basura de restaurantes o fruterías que hay en la zona. Durante la entrevista hubo momentos en los que se mostró curioso, atento y hasta llegó a preguntar porqué la gente que pasaba cerca de él no le daba los buenos días.

En ocasiones desvaría y parece desorientado. Piensa que no está en Maracaibo sino en Las Vegas, EEUU. Entre los pocos recuerdos que conserva dijo que nació un 16 de julio de 1993 en el estado Trujillo y que desde la infancia se lo trajeron al estado Zulia.

A mi madre la mataron

Resaltó que su madre fue asesinada por razones que desconoce y que su padre falleció cuando apenas era un niño. Manifestó que no recuerda su apellido y que la señora que lo cuidaba antes de convertirse en un adolescente también murió y él quedó completamente solo.

Hace dos meses, aproximadamente, Javier llegó a la avenida 21 de Maracaibo. Por las mañanas le hacen compañía varias palomas que llegan a picotear en los alrededores y un perro negro al cual saluda con mucho cariño, como si fuera su mejor amigo o un hermano.

Poco a poco, con retazos de estibas y cartones, construyó una especie de tarantín donde pasa sus días y noches sin molestar a nadie, solo mirando fijamente el tráfico de 5 de Julio. Allí en ese espacio ha colocado diferentes objetos para ornamentarlo y hacerlo su pequeño hogar. Cada cosa tiene un lugar especial y todo lo tiene ordenado.

Foto: Xiomara Solano.

Sobre la mata de nim cuelgan botellas plásticas de colores y letreros viejos que ha conseguido en la calle. Frente a un cajón cerrado que le sirve como silla, tiene una especie de escritorio hecho con un archivo de fibra de vidrio y una vieja impresora donde pone hojas de papel que recolecta.

En el tronco de la mata tiene atadas cintas de colores, muñecas de trapo y hasta una rodillera. Algunos transeúntes y conductores lo miran con desprecio por su apariencia: despeinado, con la ropa rota y negro de pies a cabeza, no por el color de su piel, sino del tiempo que lleva sin bañarse.

Entre las cosas que adornan su espacio destacan algunas revistas, teclados de computadora, repuestos automotrices inservibles, libros y recortes de periódicos viejos con imágenes de sus superhéroes preferidos: Batman y Superman. Tiene tatuado de manera rudimentaria su nombre en el brazo izquierdo, le gusta el sonido del rock and roll y dijo que quisiera aprender a tocar batería.

Foto: Xiomara Solano.

Le gustan los comics de la DC

"Mi superhéroe preferido es Clark Kent, Superman. También me gusta Batman pero Superman es más fuerte. Me gusta la película Duro de matar y escuchar una canción que se llama Toxic city. También me gusta Metallica. Me agrada el rock, su sonido", dijo Javier.

Es el típico caso producto de una familia disfuncional que terminó siendo victima de una sociedad cruel, desinteresada y aislada de este tipo de situaciones. Por motivos que ni él mismo puede explicar, se autoflagela con colillas de cigarro, quemándose la parte superior de sus manos, los brazos y el pecho, lo que le ha generado más de 30 cicatrices.

Foto: Xiomara Solano.

Con la Policía nunca ha tenido problemas desde que está asentado en la avenida 21, porque es una persona sumamente tranquila que no busca hablar y tampoco nadie habla con él. Javier sabe leer, escribir y dibujar, aptitudes que dice tener desde que era un niño.

Vecinos residentes en edificios y casas aledañas alegaron que en ocasiones le llevan comida y que cuando hurga entre la basura, las bolsas que consigue cerradas las abre y luego las vuelve a dejar como estaban.

Aseguraron que a pesar de que fuma cigarros no le han visto comportamiento de drogadicto. Acotaron que mientras camina por los sectores Paraíso o Indio Mara, cercanos a donde está su "casa", va recolectando todas las colillas que ve en el suelo para que la calle siempre esté limpia. El próximo 16 de julio cumplirá 31 años.

Foto: Xiomara Solano.
Foto: Xiomara Solano.

Noticia al Día / José Gregorio Flores

Fotos: Xiomara Solano

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