En esta tradicional peregrinación hacia el mar, las familias venezolanas no solo empacan trajes de baño y protectores solares, sino también un trío culinario que se ha convertido en un símbolo entrañable de estas jornadas de asueto: el Diablito pa’ untar, las latas de atún pa’ combinar y el pan blandito pa’ acompañar.
Esta combinación, sencilla pero significativa, trasciende la mera necesidad de alimentarse. Representa la practicidad ante los días de playa, la economía familiar que busca rendir los recursos y, sobre todo, el espíritu de compartir y disfrutar en comunidad.
No es raro observar los vehículos repletos, a menudo adornados con mensajes escritos con humor en sus parabrisas, anunciando con orgullo el menú playero: "Un Diablito y 40 panes para la playa" o, con destinos específicos, "Rumbo a Chichiriviche con 40 panes y un atún".
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El Diablito y el atún enlatado se alzan como los reyes indiscutibles de la vianda playera. Fáciles de transportar, duraderos bajo el sol inclemente y con un sabor que evoca recuerdos de incontables días felices junto al mar, se convierten en la base de comidas improvisadas pero llenas de sabor. Untados generosamente sobre rebanadas de pan, alimentan las risas, las conversaciones y la energía necesaria para disfrutar de las olas y el sol. Es el resuelve definitivo para los bañistas y viajeros.
Una tradición que perdura y una manifestación del espíritu venezolano que siempre encuentra motivos para celebrar y disfrutar de la belleza de su tierra.
Noticia al Día / Wilberth Marval