Domingo 09 de noviembre de 2025
Al Dia

Ernesto Navarro ganó el Premio Nacional de Narrativa Stefanía Mosca

Habiendo leído la hermosa pieza literaria de Ernesto Navarro, de quien este servidor produjo la presentación ad hoc en el Teatro Baralt, en abril de 2022, de su anterior novela, Puerto Nuevo, acordamos realizar la entrevista, exclusiva para Noticia Al Día, que a continuación ofrecemos a nuestros lectores, en medio de una sentida algazara de vítores, aplausos y delirios. Léanla, siéntanla, disfrútenla

Ernesto Navarro ganó el Premio Nacional de Narrativa Stefanía Mosca
Foto: Cortesía
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Con sumo regocijo hemos recibido la noticia que recompensa a nuestro bienamado excompañero de trabajo en el diario Panorama. Él ha ganado el Premio Nacional de Literatura Stefanía Mosca, que rinde homenaje a la destacada escritora caraqueña (1957-2009), reconocida ensayista, narradora, cronista, editora y docente. El veredicto lo hizo oficial, este miércoles cinco de noviembre, la alcaldesa de Caracas, Carmen Meléndez.

Asunto de hermandad profunda, Ernesto Navarro nos había hecho leer hace poco “La Conejera”, la novela premiada en la décimo sexta edición del galardón que celebra dieciséis años impulsando la creación literaria en Venezuela, con un legado de 62 escritores premiados desde su inicio, en 2010. La obra resume lo que fue la época de estudiante en la Universidad “Cecilio Acosta”, en la urbanización La Paz, en Maracaibo, justo al lado de la casa materna del insigne poeta Blas Perozo Naveda.

Habiendo leído la hermosa pieza literaria de Ernesto Navarro, de quien este servidor produjo la presentación ad hoc en el Teatro Baralt, en abril de 2022, de su anterior novela, Puerto Nuevo, acordamos realizar la entrevista, exclusiva para Noticia Al Día, que a continuación ofrecemos a nuestros lectores, en medio de una sentida algazara de vítores, aplausos y delirios. Léanla, siéntanla, disfrútenla…

1.-A diferencia de tu anterior novela publicada, La Conejera nos parece mucho más íntima y personal…¿Cuánto te costó y cómo lidiaste con esa prospectiva narrativa?
—Ciertamente. Hay una búsqueda por no esconder al narrador detrás de los personajes, y aunque sigo explorando esa arista de mi escritura, en esta novela hay más de esa intimidad que persigo. Se me ocurre decirte que La Conejera me costó unos veinte años de vida. Poder procesar esa historia me llevó mucho tiempo, porque estaba asediada por unos dolores que no había podido exorcizar desde la primera juventud hasta que, en los últimos tres años, tomó forma este relato.
Si bien esta novela es una ficción, o una autoficción biográfica, si ese término existe, La Conejera ciertamente existió, no me la inventé. Fue el nombre que un grupo de estudiantes de la UNICA (Universidad Católica Cecilio Acosta) le dimos a la casa que alquilamos en la Urbanización La Paz, para que fuese nuestra residencia estudiantil. Allí vivimos durante cinco años, un grupo de tres hombres y seis mujeres, de entre 17 y 19 años, sin ningún adulto. Al graduarnos, la separación fue muy dolorosa para mí, que había hecho tribu con ellas y ellos. Duré varios años con el guayabo de la ruptura… pero ahora siento que valió el esfuerzo, atravesar ese desierto emocional, que me llevó a la novela.

2.-Por momentos llega a parecer una novela de aprendizaje, cuyos antecedentes más destacados son, quizás, Piedra de Mar de Francisco Massiani y, recientemente, La Sultana del Ávila, de Milton Quero…¿Qué tanto asumes de esa visión somera?

—Yo diría que La Conejera tiene más de exorcismo que de aprendizaje. 
Tenía muchos años queriendo hacer algo con la experiencia de vida en La Conejera y, hace tres años (porque la novela la terminé en julio de 2025) comencé a escribir un post para Facebook, atendiendo a la petición de mi amigo, artista plástico y fotógrafo Kervin Bracho. Pero al terminarlo no lo publiqué, porque me dí cuenta enseguida que era el principio de la novela. Ahora bien, cuando te digo que es una ficción es porque me quedó claro desde el principio que no iba a escribir una biografía de esa casa, porque eso iba a interesarle solo a los nueve que vivimos allí. Entonces, tomé nombres reales para elaborar un relato que, en mi opinión como autor, funciona.

Hay algo de fascinación en volver a mirar esa etapa de la vida en la que una persona comienza a descubrir el mundo fuera de la esfera familiar. Limpiar una casa, cocinar, pagar los servicios, trabajar y estudiar, en fin, un montón de cosas básicas pero que a los 17 años te parecen algo descomunal. 
Cuando puse el punto y final a La Conejera, y volví a leerla para hacerle algunas correcciones, terminó por recordarme un poco a L’auberge espagnole, la película de Cédric Klapisch, no lo sé bien, pero es que esa película y sus dos secuelas me gustaron mucho. 

3.-También ofrece una mirada retrospectiva del país de la última década del pasado siglo, enmarcada en una evidente pasión por la música, el sexo y la contracultura…¿Cómo surgió esa necesidad de narrarla; cuáles fueron esas otras instigaciones que te condujeron a escribir este entrañado testimonio?

—Nos tocó comenzar la universidad en noviembre de 1992, el año en que el Comandante Hugo Chávez encabezó la rebelión de la juventud militar contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez (CAP). Y, a partir de ese año, ocurrieron una infinidad de eventos históricos que modificaron el rumbo de la vida nacional. 

En los años siguientes, quebró Banco Maracaibo, el primero y más sólido del país, decía la publicidad, y en cascada otros 17 bancos más. Ocurrió el millonario rescate de Fogade a los bancos y la fuga de los banqueros con toda esa plata. Luego aparecen en Maracaibo las sectas satánicas, y se desata una persecución policial contra los jóvenes con pelo largo o los rockeros que se vestían de negro. Vendrá la caída de CAP… y en la UNICA no se hablaba de Chávez ni de lo que pasó. De hecho, decidieron cambiar el pénsum de Comunicación Social eliminando la materia de Marxismo e incluyendo en su lugar, Cristianismo.

Estudiamos periodismo en una universidad cuyas autoridades prohibieron por decreto que los estudiantes pudiesen hacer periódicos. Sólo se permitían si el Consejo Académico otorgaba un permiso que incluía una cláusula según la cual, ellos debían aprobar el contenido antes de imprimirse. Era una contradicción formar periodistas en un ambiente que fomentaba la censura previa. Nos opusimos, peleamos, hubo protestas estudiantiles y eso derivó en una huelga. No sé cuántas huelgas ha habido en la UNICA, pero esa fue importante para la vida estudiantil. Creo que eso era relatable. Ahora, todos esos hechos están novelados y atravesados por un hecho real, la música que atraviesa el relato, era nuestra música, la que yo, al menos, sigo escuchando. 

4.-El humor permea toda la novela e incluso define un estilo muy particular orientado hacia el “idioma vos”…¿Puedes explicarnos las vertientes o las influencias que te llevaron a asumir tales decisiones de estilo y de forma?

—En primer lugar porque la novela ocurre en Maracaibo, una ciudad a la que amo, en la que viví una de las etapas más entrañables de mi vida. En segundo lugar, porque cuando comencé a escribir, me comuniqué con casi la totalidad de las personas que vivieron en La Conejera. Muchos me respondieron a mis cientos de preguntas con mensajes de audio. Entonces, en las páginas de  La Conejera experimenté con lo siguiente: muchos diálogos no son diálogos escritos para leerlos (como suele ocurrir en la literatura) sino que están escritos o transcritos de la oralidad. En ocasiones son diálogos cargados de interjecciones, frases sin terminar, modismos, que se entienden por contexto. Es decir, como se habla coloquialmente en Maracaibo y en el Zulia en general. 

Varios de los ex habitantes de la residencia, viven ahora en el exterior, pero hablan como si hubiesen salido ayer de Maracaibo, incluso aquellas que eran andinas o larenses, narran con dialecto zuliano sus recuerdos. Así que, haberle quitado esa cualidad a la novela iba a quitarle esencia.

5.-La Conejera también propicia, junto con la música que la surca y la tatúa con alguna vehemente necesidad, alguna relación con la legendaria Residencia de Estudiantes de Madrid, ubicada en la Calle Pinar 21-23 y donde la célebre Generación del 27 preparó sus aullidos para conquistar el mundo…¿Podrías trazar una visión paralela, mutatis mutandi, y referir el aquí y ahora de todos esos compañeros y compañeras que ahí refieres?

—Wow. Ahora parece una locura pensar en ello, pero a los 17 años creímos que ese era el camino. 
En la época que estudiamos en la UNICA, al principio de los años 90, la universidad no tenía actividades de extensión y buena parte de la vida cultural de esa universidad pasaba por La Conejera.
Quiero decir que la nuestra, era una residencia estudiantes ubicada a dos cuadras de la universidad, una casa muy grande, y nosotros decidimos abrir las puertas de la casa. Como los habitantes estudiábamos diferentes carreras, convocamos a los estudiantes.

En el garaje de esa casa, que era muy grande, cabían unos cuatro carros, los chicos de artes plásticas pintaban en las tardes. A veces ensayaban los muchachos que estudiaban música, y el resto, escribíamos poemas, o lo que en esa época creíamos que era un poema. Había un ambiente de bohemia, de música, de escritura, de pintura y creímos, en ese momento, que que nuestra vida iba a ser de esa forma. Que iba a ser eso, escribir. 

Algunos lo hemos hecho. Creo que entre el periodismo y la literatura yo he podido vivir de lo que escribo. Gustavo Colina, que no vivió en La Conejera pero era uno de los habituales de la casa, el artista plástico Emmanuel Luna, que vive ahora en España y dirige su academia de pintura seguimos en ese camino del arte

Sin duda lo soñamos en algún momento, no sé si nos planteamos ser una generación, como la del 27, eso es una locura maravillosa, pero sí creímos que podríamos vivir de eso que nos gustaba hacer, que nos gusta hacer.

A ver: Mawampi Bonillo vive hace muchos años en España, lo mismo que Herlis Soto, Emmanuel Luna, Mayra Fancello y Jesús Marquez. 
Kervin Bracho está en Maracaibo, dedicado actualmente a la fotografía y le debo buena parte de los recuerdos ya que es un hombre poseedor de una memoria envidiable. Ana Teresa Pérez, colega y amiga que vive en Caracas y quien atesoraba el único ejemplar del nuestro periódico estudiantil ComunicArte, que quedaba en circulación.Rina Troconis, periodista de Pdvsa en Maracaibo, una de las protagonistas reales de la huelga de la UNICA, me regaló muchísimos datos valiosos para la trama.
Kervin y Herlis fueron las personas a quienes más acudí para contrastar recuerdos. Debo agradecerles que a lo largo de tres años, jamás dejaron de estar para mí. Incluso, Kervin fue uno de los amigos que más reclamó “cuándo váis a terminar la novela, mardito”.

6.-Hay un pasaje incitante de la novela, en realidad contiene muchos, vinculado con el arte: junto con el artista Enmanuel Luna ese grupo protagonista realiza un robo de tumbas en un cementerio de Maracaibo…¿Cómo asumían, desde su perspectiva artística, esa serie de eventos insólitos?; ¿involucraba algún tipo de planteamiento estético?
—Hay mucho de ficción en esas escenas, pero sí es cierto que exponer un objeto obtenido de esa forma, te carga de una particular adrenalina. Sobre todo cuando ves el rostro de la gente que va a exposiciones de arte y no tiene ni idea de la procedencia. Nosotros nos mirábamos y sentíamos ganas de reír y temor, al mismo tiempo. Creo que era más rebeldía que conciencia estética.
Ahora, es cierto que en los años 90, estaba en boga que los artistas de Maracaibo, experimentaran con instalaciones en las salas donde hacían sus exposiciones. Sí recorrimos muchas calles de la ciudad buscando cachivaches que fueron a parar a instalaciones en las exposiciones de Emmanuel, que siendo un chamo, ya era un artista emergente reconocido.
Me hiciste recordar a Roberto Bolaño, uno de los mayores bibliocleptómanos del siglo, que dijo: “Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito”, y aprovecho para decir que quien ha robado varios libros sabe que se trata  de un arte. Que es tan arte como follar, y por eso es importante no hacerlo en la oscuridad, y mucho menos con premura. 

7.-Estudiar Comunicación Social, en una universidad católica, y en un país caracterizado por una tremenda secuencia de hechos históricos, ergo, muy noticiosos…¿Qué tipo de actitud política, ética e ideológica propició en esa voluntad rebelde que les caracterizaba?; ¿Cómo abordaban cada rollo “en pleno desarrollo?
—Hay algo que no está en la novela, pero que nos influyó mucho. Félix Cordero, el papá de uno de los habitantes de la residencia, había sido dirigente estudiantil de la Universidad de Carabobo en los años 60, debió irse del país a estudiar a Moscú enviado por el Partido Comunista, en un momento en que se había convertido un objetivo militar de la temida DISIP.  Este señor, que vive aún en Barquisimeto y es el fundador del teatro de títeres Giraluna, estudió gerencia de cooperativas en la Unión Soviética. Fue él quién nos inició en la lectura de libros sobre marxismo, también en un libro fundamental para cualquier joven de 17 años: El diario de viaje de Ernesto Che Guevara, e incluso en la poesía del “Chino” Valera Mora. Cuando nos visitaba, pasábamos las noches hablando de política. Y eso nos abrió, a buena parte del grupo, conciencia de que en el país pasaba algo importante y no podíamos estar ajenos.
Esas largas conversaciones nocturnas, hoy lo creo, inspiraron nuestros reclamos por una universidad que abandonara la imposición de la censura a estudiantes de periodismo, o cuando participamos de una huelga y toma de la universidad, porque las autoridades pretendían subir los aranceles, algo que habría conseguido que más del 80% dejase de estudiar. Si bien recuerdas la UNICA tenía en los años 90, no lo sé ahora, un esquema que subsidiaba, a la usanza del Instituto Niños Cantores, al 80% de los estudiantes, que veníamos de familias pobres y nos permitía el pago de aranceles de inscripción ínfimos. Así era una universidad privada pero gratuita.

No fue sencillo, por esa huelga algunos nos suspendieron, a otros los expulsaron. Ese asunto terminó en un conflicto en el que se vio involucrado hasta el gobernador del estado, que debió mediar para poder restituir en su derecho al estudio a los compañeros que habían sido expulsados. Así que fuimos una generación que vivió una situación difícil, pero que creo que la enfrentamos con lo que podíamos y con lo que sabíamos en ese momento de nuestras vidas. 

8.-También prevalece un entrañable cruce de personajes, unos de ficción, suponemos, como “¿Mawampi Bonillo?”, y otros de la vida real, como Blas Perozo Naveda, Gustavo Colina Vargas o Héctor Escalante Ramírez y, subrepticio, el padre Gustavo Ocando Yamarte o la colega Marinés Delgado…¿Qué te motivó a resolver la novela mediante tales recursos?; ¿Cuánto del periodista y cuánto del poeta confluyeron durante el proceso de la escritura?

—Fíjate en algo. Los personajes que habitan La Conejera tienen nombres de personas reales. Es decir, vivieron en La Conejera. Otros que vivieron no están en el relato, simplemente porque se fue dando de esa manera. Pero no se trata de una biografía de esas personas, los personajes son una ficción. Pero Mawampi existe, es mi gran amiga, después de tantos años. 

Yo siempre he reconocido que el periodismo me dotó de herramientas necesarias para investigar, para entrevistar, para extraer aquello que generalmente las personas no cuentan, y mi pasantía por la poesía me posibilitó, eso creo, poder embellecer un texto para que no sea una simple línea plana. 

Luego, Blas Perozo Naveda, por ejemplo, aparece como un homenaje. Yo he sido un groupie de Blas desde que leí, en una de nuestras noches de insomnio, el maravilloso cuento “Cheo se va de rumba” y desde entonces quedé seducido por su explosivo uso de las onomatopeyas. Héctor Escalante Ramírez es uno de esos profesores que nos marcaron, una autoridad en materia de radio, conocido en todo el país y nos abrió los ojos a la maravilla y el poder de las emisoras de radio. Y finalmente María Inés Delgado Marcucci. Una periodista a la cual yo admiraba y leía apasionadamente, desde antes de que fuésemos colegas en el diario Panorama. Alguna vez, conversando, ella me contó sobre su tesis de grado y jamás olvidé ese relato. Cuando escribía La Conejera terminé uno de los capítulos y aún no tenía nombre. Casí de inmediato evoqué la conversación con ella. La llamé, le conté lo que necesitaba y ella, muy gentilmente, decidió cederme ese título para este capítulo de la novela que se llama “El burdel es una madre”. Así que el homenaje a Marinés no es solamente con el título, hay un episodio donde aparece un texto periodístico que le da sentido a un conflicto, y la periodista que lo firma lleva su nombre. No es una noticia real, pero funcionaba para para el relato y fue una manera de agradecerle todo el afecto y la la compañía que que me ha obsequiado durante años, dentro y fuera de la sala de redacción de Panorama, donde nos conocimos. 

9.-La violencia, la represión, el vértigo social y el caos institucional generado por los acontecimientos financieros del llamado “Viernes Negro”, también permean la historia y sus protagonistas, en La Conejera…¿Cómo miras al país, un cuarto de siglo después de tan nefastos acontecimientos?; ¿Volverías a citar esa línea de la canción “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, tal como ahí aparece?
—Alexis, estamos haciendo esta entrevista justo en el momento en que Estados Unidos, una gran potencia militar extranjera, habla de invadir Venezuela, de agredir militarmente este territorio. Creo, que todas y todos hemos visto el surgimiento de un espíritu de unidad nacional, alrededor de la idea de que nuestros conflictos los resolvemos entre venezolanos, entre venezolanas. Tengo la sensación, y esto no es discurso, de que éste es un momento que pone a prueba la voluntad de todos quienes habitamos este país, por nacimiento o por elección. Y sí, creo que es justamente este el momento de decir yo vengo a ofrecer mi corazón. No es poca cosa en una situación como esta. 

10.-¿En qué momento y cómo fue esa historia subyacente al envío de la novela al concurso nacional que honra la vida y obra de la escritora Stefanía Mosca?
—Con Indira Carpio mi compañera de vida, quien ya ganó este premio en la categoría de poesía en el año 2018, hemos compartido la idea de que los concursos, desde nuestra óptica, tienen una virtud, y es que te ponen una fecha para concretar.
Nos ha pasado que hemos tenido obras que están inconclusas, y cuando nos informan de un concurso, vemos en la fecha de cierre, un motivo para concluir.
Yo terminé la novela el 22 de julio pasado, después de 3 años de trabajo. Los días siguientes, 23 y el 24, no miré más el texto. 
El 25 comencé a leerla de nuevo para corregirle gazapos que pudiese tener en la redacción. Ese día descubrí que el 29, creo, vencía el plazo para la entrega de los manuscritos al premio Nacional de Literatura Stefanía Mosca. Así que me puse a revisar las más de 200 páginas tamaño carta que tiene el manuscrito original y envíe el correo a pocas horas de cerra el plazo.
Después, a mediados de septiembre me atacó eso que llaman el síndrome del impostor, y estaba decidido a enviar un correo para retirar la novela de concurso, porque sentí que la había enviado de manera apresurada. Escribí el correo una noche y no lo envié para poder revisarlo mejor al día siguiente. Afortunadamente no lo envié, y hace una semana, el día lunes como a las 5 de la tarde, recibí una llamada telefónica de Andry Mar Montilla, presidenta de Fundarte, para notificarme que el jurado había decidido otorgarle el premio a la novela que yo presenté.  
Es un privilegio, es un orgullo obtener este premio, al que trataré de hacerle honor todos los años de mi vida 

11.-¿Cómo reaccionaste cuando te notificaron que habías sido el ganador?; ¿A quién se la dedicáis?; ¿Cuáles han sido esos sentimientos que más te han poseído, luego de tal?

—Yo soy un tipo sensible. Mi primera reacción fue un llanto que me imposibilitó hablar. Sentí, no solo que descargaba un peso de mis hombros, sino que había podido desprenderme del dolor que, por varios años, significó para mí el recuerdo de La Conejera. Estaba en casa, con Indira, con mis hijas, así que nos juntamos en un abrazo colectivo. Hemos aprendido a celebrar estos episodios como propios, independientemente de cuál miembro de la familia le ocurra.
Comparto la felicidad de este premio con cada una y cada uno de lo amigos que me ayudaron a avocar

La Conejera: Herlis Soto, Kervin Bracho, Emmanuel Luna, Carlos Giménez, Mawampi Bonillo, Mayra Fancello, Ana Teresa Pérez, Rosario “Charo” Romero, Gustavo Colina y a Mamá Elba.
Se lo dedico a Indira Carpio Olivo, mi amor, mi hogar, porque desde las primeras páginas estuvo convencida de esta historia, incluso cuando yo no lo creí, y me alentó a que no la abandonase.
Y a mi hermana María Teresa Navarro, que le tocó marcharse antes de tiempo… y la extraño todos los días desde hace un año.

Fotos de Camilla Navarro

(Alexis Blanco)

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