El Estado Zulia atraviesa un momento crucial. Luego de una etapa marcada por hechos que sacudieron la estabilidad institucional, entre ellos la detención de alcaldes y funcionarios judiciales, el colapso de servicios esenciales y una creciente desconfianza ciudadana hacia la autoridad pública, se impone una reflexión serena pero firme: el Zulia no puede volver a los viejos esquemas. No puede normalizar lo anómalo, ni aceptar la decadencia como rutina.
La elección de un nuevo gobernador, en el marco de un proceso constitucional, representa una oportunidad política relevante. Pero lo que está en juego no es la figura de una persona, ni una gestión más. Lo que está planteado es la posibilidad de reconstruir profundamente una entidad que ha sido, históricamente, pilar económico, cultural y político del país. El Zulia no solo merece una nueva etapa: la necesita con urgencia.
Las heridas institucionales que ha sufrido el estado no se curan con eslóganes. Requieren acción concreta, claridad política y sentido de propósito. La región necesita una recuperación integral de sus servicios públicos. El deterioro del sistema eléctrico, del agua potable, del transporte, de la seguridad ciudadana y de la administración de justicia no puede seguir siendo asumido como una herencia estructural sin solución. Se necesitan políticas públicas técnicas, sostenidas y alejadas de cualquier improvisación.
En este marco, ha sido bien recibido el anuncio del nuevo liderazgo regional de priorizar la salud como eje inicial de gobierno. No es solo una necesidad evidente: es un símbolo. Porque un sistema de salud digno no es solo un indicador de gestión, sino una expresión concreta de respeto por la vida y por la población más vulnerable. La recuperación de los hospitales, la dotación de insumos, la dignificación del personal médico y la descentralización de los servicios deben formar parte de una estrategia integral, medible y con resultados verificables.
Pero el problema no es solo técnico. Es moral. El Zulia necesita una recuperación institucional profunda. Necesita una administración que actúe con principios, que gobierne con firmeza y legalidad, y que comprenda que la función pública no es un privilegio, sino una responsabilidad. La corrupción, el abuso de poder, la impunidad y la desviación del interés colectivo no pueden ser tolerados bajo ninguna forma. La confianza ciudadana no se decreta: se construye con hechos.
El estado también enfrenta retos severos en materia de seguridad. Las redes de extorsión, el contrabando, el tráfico ilícito y la criminalidad organizada han convertido algunas zonas del Zulia en espacios de riesgo constante. La autoridad no puede seguir siendo simbólica ni episódica. Se requiere presencia institucional real, articulación entre cuerpos de seguridad, política de prevención y actuación inteligente del sistema de justicia.
Y además de lo urgente, está lo esencial: el Zulia necesita recuperar su autoestima. No solo en lo político, sino en lo cultural, en lo cívico, en lo colectivo. El centralismo ha debilitado su voz, la precariedad ha afectado su identidad, y la incertidumbre ha erosionado su esperanza. Pero el Zulia sigue siendo una referencia nacional. No solo por lo que produce, sino por lo que representa. Es una región con historia, con carácter, con coraje.
La nueva etapa que comienza debe ser, por tanto, mucho más que una gestión administrativa. Debe ser una reconstrucción institucional, social y simbólica. El Zulia tiene el derecho —y la necesidad— de volver a ser un estado funcional, fuerte, moderno y respetado. Gobernarlo no es simplemente administrar recursos: es entender la dimensión del compromiso histórico con una tierra que, incluso en sus peores momentos, nunca dejó de luchar.
El desafío es grande. Pero también lo es la oportunidad.
Porque el Zulia no se rinde. Y hoy, más que nunca, exige reconstrucción, salud y dignidad.
Dr. Juan Pablo Montiel
Doctor en Ciencias Penales
Magíster en Ciencias Penales y Criminalísticas
Abogado penalista