Sábado 02 de noviembre de 2024
Opinión

Tres minutos después, Daniel regresó de la muerte (César Bracamonte)

Antes de morir, Daniel Alarcón desayunó temprano, como todo hombre de treinta y cuatro años no tenía conciencia de la…

Tres minutos después, Daniel regresó de la muerte (César Bracamonte)
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Antes de morir, Daniel Alarcón desayunó temprano, como todo hombre de treinta y cuatro años no tenía conciencia de la muerte, no la tenía aún en sus planes, se sentó en los predios de su oficina, repasó lo que sistemáticamente hace a diario, respiró profundo y apoyó la cabeza sobre sus dos manos como con anuencia de pereza mañanera, cerró por unos segundos sus ojos y fue en ese momento cuando sintió la gota de sangre que descendía por una de sus fosas nasales.

Daniel es el menor de tres hijos, hasta el momento de su muerte no fue nada religioso a cabalidad, apenas un par de sacramentos impuestos por la obligación en la niñez y nada más, asiste a la iglesia por un compromiso moral repentino, jamás se consideró un hombre de dogmas espirituales, hasta ese día: el de su muerte, que más allá de su credulidad, al igual que Jesús de Nazaret, resucitó, en su caso, a los tres minutos.

Me lo he topado en los pasillos, aunque no compartimos las mismas carreras profesionales, hay lugares comunes donde por lo menos una vez en la semana nos topamos las caras. Siempre me pareció un tipo huraño, de mirada evasiva y con un silencio que lo condiciona, muy relativo a su oficina, silenciosa y apartada. Pero cuando me hablaron de su experiencia, no pude resistir la tentación de entrevistarme con él.

Las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) es un proceso mediante el cual un ser humano percibe la muerte en su totalidad, hasta el momento no hay evidencias que apoyen las hipótesis psicológicas, fisiológicas, neuroquímicas y neuroanatomías para explicar las experiencias cercanas con la muerte, hasta el momento, son meras especulaciones que se tienen sobre esto, esas  experiencias tan intrínsecas: fuera del cuerpo, separación de la conciencia del cuerpo físico, aumento en la percepción sensorial, emociones intensas, viaje a través de un túnel, observación de una luz brillante, encuentro con seres místicos, alteración del tiempo y el espacio, visualización de paisajes celestiales indescriptibles, solamente las puede explicar quién las vive. Daniel Alarcón lo vivió.

Murió a eso de las 8:30 A.M, aseguraron sus compañeros de trabajo más cercanos, de hecho, la rigidez de su cuerpo y su transformación de una tez muy morada hasta llegar a una blanca palidez, también afirmaron que se tornó muy fría su piel y que, al momento de brindarle los primeros auxilios, Daniel, ya había muerto, lamentablemente.

Pero ante la mirada atónita de todos, pasados unos tres minutos, Daniel regresó con una paz en su cara indescriptible y lo único que pudieron entender entre lo que balbuceó en esos primeros instantes fue: ya sé dónde está mi hermano.

Para 1980 el doctor J. K. Ring, presentó un método innovador para medir la variedad fenomenológica y la profundidad de los Encuentros Cercanos con la Muerte (sic) mediante la evaluación de grabaciones y entrevistas a individuos que experimentaron los ECM. Ring creía que estos “Encuentros” ocurrían en etapas: sensación de paz, separación del cuerpo, la entrada a la oscuridad o a un túnel, la visión de la luz y la entrada a la luz. El 58,5% de los entrevistados respondió que estuvo consciente o participó en la decisión relacionada con su regreso al cuerpo, Daniel, ya es parte de ese porcentaje.

Cuando Daniel estaba pasando por ese trance, su tía, que de algún modo tiene poderes extrasensoriales, advirtió lo mismo cuando el hermano mayor de Daniel falleció unas semanas antes, una corazonada de sobresaltos invadió su pecho y lo llamó esa misma mañana para preguntarle cómo estaba, de algún modo al responder la llamada, el recién resucitado sintió la piel de gallina. Eso mismo experimentó Derek Newman en 1978 en Little Village, un pueblo de la grande Chicago en los Estados Unidos y quién respondió a un periódico local lo siguiente: “Entendí que mi propósito sería ahora vivir el cielo en la tierra, utilizando este nuevo entendimiento, y compartir este conocimiento con otros. Sin embargo, tuve que decidir si regresar a la vida o ir hacia la muerte. Me dieron a entender que este no era mi momento de morir, pero siempre tuve la oportunidad de elegir y si hubiera escogido la muerte, no estuviera experimentando los regalos que me esperan en lo que me queda de vida”. Murió en 1992 a los setenta y nueve años de causas naturales, en su pueblo natal, su viuda, Eleanor Newman, contó que lo encontró en su habitual silla con una sonrisa en los labios que la hizo suponer que se fue en paz.

Cuando Daniel regresó aún tenía la rigidez de la muerte en los brazos y en las piernas, en una clínica local le hicieron los exámenes de rigor, nada estaba fuera de lo normal, le atribuyeron el episodio al estrés, a los malos hábitos alimenticios o de algún modo, a los factores climáticos, en Maracaibo estos últimos días han estado muy calientes, húmedos, con una sensación térmica muy alta. Sin embargo, Daniel no contó su gran verdad, desde que su hermano falleció, tenía un deseo sin precedentes de saber en dónde estaría su hermano. Acudió al maniqueísmo habitual del cielo o del infierno, pero eso no le dio paz, su estigma espiritual, requería una respuesta más asertiva, quizá por eso su deseo se convirtió en realidad y viajó hasta la muerte a verificar con exactitud el lugar donde ahora iría estar su hermano para siempre.

Me aseguró que al momento de perder el conocimiento entró en una fase desprendimiento de su cuerpo, al despertar del otro lado, iba en una especie de ferrocarril, lleno de personas vestidas con túnicas muy brillantes, de colores muy vivos, en una paz que no pudo explicarme, por los ventanales del vehículo que los transportaba, podía ver a niños jugando en un Edén muy hermoso, pero hizo énfasis en la luz, la luz, definitivamente fue lo más impresionante, muy blanca, nada parecido a lo que ha visto de este lado, había gente de todas las razas, los niños jugaban bajo esa luz, bajo ese resplandor de paz, muy parecido a lo que se describe en el Génesis de las Sagradas Escrituras.

“Yo estuve en ese sitio” me afirmó, no hay nada parecido, cuando regresó a la tierra pudo comprobarlo, se refirió a la vida como algo que pasa muy rápido, de hecho, me aconsejó que abrazara a mi mamá, a los que quiero cada vez que pueda, su vida cambió para siempre y es algo que no sabe describir, ha buscado en los últimos días, algo que lo vincule a lo que fue hasta ese día a las ocho de la mañana, luego de verse sangrar por la nariz, y ya no queda nada, me asegura que es otra persona, que no sabe cuánto más vivirá pero que ya no tiene miedo, independientemente de su edad, Daniel Alarcón sabe ya a cabalidad qué es la muerte.

El Doctor Eduart Moody, experto en (ECM) describió, por primera vez, los efectos transformadores de la vida, condujo al primer estudio sistemático y obtuvo información de unas trecientas personas después haber experimentado este proceso, reportaron reducción del miedo a la muerte, una sensación de invulnerabilidad relativa, un sentimiento de especial importancia o destino, la creencia de haber recibido un favor especial de Dios, asimismo un incremento de su percepción de la existencia de la vida después de la muerte.

Para Daniel, eso es lo más concreto después de haber vivido esa experiencia, haber muerto alrededor de tres minutos, no solo le permitió observar el lugar donde está su hermano fallecido, que, aunque jura no haberlo visto, tiene la seguridad que no debe estar lejos de eso predios que él tuvo la suerte de conocer, en esos paisajes de la muerte regresar y contarlo.

  • Vive a plenitud – me dijo.
  • La vida es un ratico, la vida es muy corta.

Se levantó y se fue a su lugar de trabajo. Yo me quedé ahí como pensando y las ganas de fumar que tenía desde hacía mucho rato, desaparecieron. 

César Bracamonte

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