No hay barreras para no continuar! En la vida, las circunstancias más desafiantes pueden dar lugar a los ejemplos más luminosos de superación. La pérdida de la visión marcó un antes y un después para Daniel, Yoslin y Yunari, pero lejos de definirlos, fue el punto de partida de una travesía extraordinaria hacia una vida plena y con propósito. Sus historias, únicas y a la vez entrelazadas por la resiliencia, demuestran que los límites solo existen si se los permitimos, se negaron a que eso definiera sus límites.
Daniel Moisés Morales Barrios: “Lo que nos proponemos, lo logramos”
Con una alegría que se siente genuina y un profundo amor por la vida, Daniel Moisés Morales Barrios, a sus 40 años, es un testimonio de superación y de resiliencia. Su disposición para ayudar es inquebrantable y su risa, fácil. Sin embargo, su inspirador presente se forjó en un camino que no ha sido sencillo. A la temprana edad de 18 años, un disparo para atracarlo cambió radicalmente su vida, pero enfrentó la oscuridad total cuando perdió por completo la vista.
Aquel momento representó un quiebre en su juventud, sumergiéndolo en un período de incertidumbre y profunda depresión. La pérdida de la visión lo obligó a reaprender el mundo y a enfrentarse a una realidad que parecía limitante. Fueron días difíciles, marcados por la adaptación a una nueva forma de existir, donde la voluntad y el espíritu serían puestos a prueba de la manera más exigente.
“Yo me dije que si yo había quedado vivo, era por un propósito. Ver la otra cara de la moneda, saber que todos somos valiosos; lo que pasa es que a veces no sabemos qué tan valiosos somos”, afirma.
“Un día dije: yo tengo que continuar, porque esto aquí no se va a parar, en medio de esa adversidad, lo vine de esa manera”. Daniel le encontró un gran sentido a su vida, los pilares que lo sostendrían y lo impulsarían a seguir adelante sin obstáculos que no pudiera vencer. Su fe en Dios se convirtió en su refugio y fortaleza, mientras que el amor incondicional de su familia y el apoyo constante de su comunidad y la Asociación de Ciegos fueron el motor para transformar el dolor en propósito. Con esta red de apoyo, comenzó a construir un nuevo proyecto de su propia vida.
Hoy, Daniel es un hombre felizmente independiente, un pilar fundamental en su hogar. Es padre de dos hijos, un orgulloso abuelo y el compañero de vida de Luisana, quien le brinda amor y apoyo incondicional. Lejos de cualquier dependencia, se siente pleno y útil: cocina, colabora activamente en las tareas domésticas y, sobre todo, ha encontrado en su familia el centro de su felicidad y motivación.
Su vocación de servicio encontró un lugar perfecto en la Biblioteca Pública María Calcaño, donde se capacitó y se preparó para el servicio y para lo que es hoy. Allí, dedica su tiempo a una misión invaluable: enseñar y empoderar a otros que, como él, enfrentan una discapacidad visual. Actualmente, ocupa el cargo de asistente técnico de la Sala Braille, con paciencia y dedicación, preparando a niños, jóvenes y adultos en el sistema Braille, el uso de nuevas tecnologías especializadas para personas con discapacidad parcial o total.
Enseña el uso del computador y el manejo de diferentes aplicaciones para usar teléfonos inteligentes y aplicaciones accesibles, asesora en investigaciones y trámites personales, abriéndoles la puerta a la lectura, la escritura y al uso de las tecnologías, herramientas esenciales para la autonomía, con ello, demuestra su filosofía de vida. "Lo que nos proponemos, lo logramos. Las cosas no caen del cielo; si uno no sale a buscarlas, nada llega a las manos. Quien me busca, yo lo ayudo, sean con discapacidad o no”. También ayuda a personas en otros países. “En la actualidad, trabajo con la Fundación “Casa Taller, Mano de Vida Colombia”, me pidieron que dictará un curso de creación de música con inteligencia artificial.
¡Qué nadie se quede en su casa, que salgan a defender sus sueños. Seguro los encontrarán. No me creo un superhéroe, pero sí me creo importante para la sociedad. Si Dios me dejó vivo, es por algo, y aquí estamos luchando!
Una visión de vida en Maracaibo
Con una confianza admirable, Yoslin Añez Rincón, de 42 años, vive una vida plena e independiente en Maracaibo. Su día a día es un testimonio de superación: es la coordinadora de la Sala Braille en la Biblioteca "María Calcaño" y madre de Alana, una risueña niña de 5 años. Aunque un accidente le arrebató la vista hace más de dos décadas, Yoslin asegura con una sonrisa que sigue viendo la vida "llena de colores", una perspectiva forjada en la adversidad y la gratitud.
Su mundo cambió para siempre a los 20 años en Machiques de Perijá, cuando un accidente familiar con un arma de fuego le provocó la ceguera. Lejos de hundirse en la tragedia, su primer pensamiento fue de agradecimiento. "Agradezco a Dios porque quedé viva", afirma con convicción. Para ella, su hija Alana es la prueba de que la vida la reservaba para un propósito mayor, una segunda oportunidad para la que hoy tiene voz y testimonio.
Tras el accidente, Yoslin atravesó un profundo y necesario duelo, un "círculo de no aceptación" donde tuvo que aprender a vivir en una nueva realidad. El punto de inflexión fue su decisión de mudarse a Maracaibo en busca de ayuda. En la Asociación de Ciegos, encontró las herramientas y el apoyo para su rehabilitación, descubriendo que la independencia y una vida plena eran totalmente posibles.
Ese renacimiento implicó aprender a ver el mundo de una forma distinta. "Empecé a despertar los otros sentidos", explica. Su audición y olfato se agudizaron, convirtiéndose en sus nuevos ojos. La ciudad de Maracaibo se le reveló a través de un mapa de sonidos y olores: el aroma de una panadería o el olor a gasolina de una estación de servicio se volvieron puntos de referencia que le permitían navegar su entorno con seguridad.
Su determinación la impulsó a no solo adaptarse, sino a superarse académicamente. Después de perder la vista, obtuvo dos títulos universitarios: Técnico Superior en Informática y Licenciada en Educación Integral. Su capacidad y preparación le permitieron ganar, por méritos propios, su actual cargo en la biblioteca, donde hoy tiene la misión de formar y ayudar a otras personas con discapacidad visual.
Yoslin cierra con un poderoso mensaje contra la queja y a favor de la acción. "Yo siempre he dicho que la discapacidad se la pone cada quien en su mente. No hay barreras, porque el que quiere, las puede saltar". Apoyada en su fe en Dios, a la que llama su "mejor bastón", su vida demuestra que, sin importar las circunstancias, no existen los límites para un espíritu resiliente.
La fuerza de Yunari: Mi luz aún tiene los colores
A sus 43 años, Yunari Ruth Portillo Bracho es la viva imagen de la resiliencia. Con una sonrisa inquebrantable, esta mujer, soltera y llena de anécdotas, nos enseña que la vida siempre vale la pena. A los 26 años, un tumor cerebral en la hipófisis la sorprendió, causándole la pérdida de la visión, el olfato y, debido a su impacto en el sistema hormonal, también la posibilidad de ser madre. Lejos de rendirse, se sometió a una operación con el reconocido neurocirujano Hugo Parra, y desde entonces ha forjado un camino de superación ejemplar.
Yunari es una figura clave en la Sala Braille de la Biblioteca "María Calcaño", donde trabaja como asistente y facilitadora en el área de computación para personas con discapacidad visual. Su misión va más allá de la enseñanza: también guía a los visitantes por los servicios que se ofrecen en la sala. "Nosotros orientamos y capacitamos a quienes llegan aquí con un mundo igual al nuestro", explica, "pero aquí los entrenamos para enfrentarse a esa nueva vida". Yunari subraya la importancia del apoyo familiar y la fe en Dios como pilares fundamentales para salir adelante.
La determinación de Yunari es un faro para su comunidad. Vive con total independencia en San Francisco y viaja sola hasta la biblioteca, ubicada en la avenida El Milagro de Maracaibo. Por un tiempo, formó parte del consejo comunal de su sector, motivando a jóvenes y personas con discapacidad visual. Su labor tuvo un impacto tangible cuando inspiró a un vecino, que también perdió la vista, a asistir a la Sociedad de Ciegos. Hoy, él trabaja en un supermercado. Yunari insiste: "Las limitaciones nos las ponemos nosotros en la mente".
Su propia historia de superación académica es inspiradora. Ella se graduó como Técnico Superior en Administración en el antiguo IUTM, y lo hizo después de perder la vista, asistiendo a su acto de grado con orgullo. Su hermana mayor, cuenta, fue una de sus principales motivadoras: "Ella me levantó y me llevó a la sociedad y me dijo que mi vida debía seguir". Gracias a su hermana, Yunari se vinculó con la Asociación Zuliana de Ciegos y comenzó un nuevo capítulo.
Yunari, quien también tiene habilidades de costura y se prepara su propia comida para ir a trabajar, destaca su independencia: "Yo no levanto a mi mamá para salir, yo preparo mi comida todos los días". Desde 2011, su rol en la biblioteca ha sido el de transmitir lo que ha aprendido. "Tenemos toda la disposición para que las personas salgan de aquí motivadas, para que puedan enfrentarse a esta sociedad", afirma. Con un equipo dedicado, asegura que nadie se sienta excluido. "La idea es salir adelante. Ya no vale decir ‘no puedo’, ‘no soy nadie’. Al contrario, debemos incentivar y formar, ser ejemplos".
Concluye con un mensaje poderoso: "Yo vengo del municipio San Francisco hasta acá y no es fácil, pero Dios siempre nos pone a favor del viento, Dios siempre nos pone esas herramientas".
Texto: Silvia Barboza
Fotos: Alfredo Rincón