Miércoles 15 de enero de 2025
Opinión

Sangre azul con pata seca (por Claudio Nazoa)

Los ancestros de mi rama materna, de apellido Laprea, que en el año de mil novecientos arribaron a Venezuela desde…

Sangre azul con pata seca (por Claudio Nazoa)
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Los ancestros de mi rama materna, de apellido Laprea, que en el año de mil novecientos arribaron a Venezuela desde Maratea, Italia, me permitieron, con los años, adquirir el título nobiliario de Barón.

Para hacerles el cuento corto, en aquella época, un lejano pariente, quien estaba mamando y loco, casose con la hija de un rey italiano obteniendo un título otorgado por la realeza que solo sería heredado por el descendiente que lo reclamase. Fui yo quien lo hizo ya que nadie lo había hecho antes. He de reconocer que desconocía esta historia, la cual fui descubriendo mientras realizaba los trámites para obtener la nacionalidad italiana y sacar mi pasaporte europeo. Es esa la razón por la que hoy pertenezco a la nobleza italiana y por la que, además, poseo el título de Barón de Maratea.

Lo anterior es un abreboca para el cuentazo que les traigo hoy. Un temazo, como diría mi amigo Carlos Fraga.

Aclarada la historia de mis ancestros maternos, decidí investigar mis orígenes en la rama paterna. Lo que descubrí, fue realmente asombroso.

Por insólito que suene, el padre de mi tatarabuelo paterno, resultó ser un esclavo que nació en Brasil en el año de 1828. Su nombre, Roque José Florencio Monrroy, conocido como “Pata Seca”. Sé que muchos lectores pensarán que esta historia es una jodedera mía, para demostrar lo contrario, los invito a buscar en internet para que comprueben la veracidad de estos hechos.

Pata Seca medía más de dos metros de altura. Era una especie de Adonis negro, musculoso, fértil e inteligente. Esos atributos, hicieron que sus dueños le asignaran una tarea que, desde el punto de vista humano de nuestros tiempos, resultaría horrible y agotadora.

A Pata Seca le quitaron los trabajos que normalmente les asignaban a los esclavos y lo convirtieron en un semental, ya que los esclavistas de la época, creían que él era un macho con pedigrí y en sus mentes enfermas y ambiciosas, deseaban engendrar a través de él, una raza de esclavos altos y fuertes.

A este gigante negro, le dieron una casita apartada de los demás esclavos y, a diario, debía acostarse con las esclavas más saludables y voluptuosas. Para que Pata Seca tuviera la fuerza suficiente para cumplir con el trabajo asignado, era alimentado con lo mejor que producía la hacienda. En su menú no faltaba carne, leche, avena, huevos, pollos e imaginó que también le daban chipichipi, además de todo tipo de alimento afrodisiaco necesario para fortalecer y aumentar su energía sexual.

Mientras los amigos esclavos de Pata Seca vivían en condiciones paupérrimas e inhumanas realizando trabajos del campo y llevando látigo y otros crueles castigos, mi ancestro pasaba el día entero follando, comiendo y descansando para recuperar fuerzas.

Gracias a este arduo trabajo, se supone, logró engendrar más de doscientos hijos fuertes, altos e inteligentes como él. Con el tiempo, Roque José Florencio Monrroy, me imagino que, por agotamiento y desgaste físico, fue “jubilado” y liberado por sus crueles amos. Los más ancianos de los pueblos del Brasil, cuentan que Pata Seca logró vivir más de cien años.

Como hombre libre, adquirió tierras y ganado, convirtiéndose en un exitoso terrateniente. Incluso, por increíble que pueda parecer, se enamoró profundamente de una bella joven y se casó con ella. Sigan leyendo que ahora viene lo bueno.

Resulta que una hija del matrimonio de Pata Seca, llamada Xica Creusa Dazoa Monrroy, no sé cómo ni por qué, logró llegar a Venezuela y, de acuerdo a mis investigaciones, esa joven fue la madre del papá de mi tatarabuelo, cuyo nombre es Gabriel Dazoa Monrroy, hijo de madre soltera. Al parecer, al ser presentado en el año de 1860 en el Registro Civil de Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela, el secretario se equivocó al escribir su apellido y en lugar de colocar Dazoa, escribió Nazoa, he allí el origen de mi apellido paterno.

Uniendo las historias ancestrales de mis padres, he descubierto que soy un ilustre Barón italiano de sangre azul, ligado con un gigante esclavo brasileño conocido como Pata Seca.

Ya recuperé mi título de Barón, ahora, sólo por altruismo y para continuar la historia, reclamaré el trabajo del padre de mi tatarabuelo para continuar con su legado. Es justicia y ley. Me corresponde por herencia y tradición familiar.

Noticia al Día / Claudio Nazoa

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