Jueves 31 de julio de 2025
Opinión

Maracaibo, una ciudad rota (Por Audio Cepeda Fernández)

Ando por mi ciudadcomo sobre las piedrassin sentido de mi propia vidaHesnor Rivera Audio Cepeda Fernández

Maracaibo, una ciudad rota (Por Audio Cepeda Fernández)
Foto: Cortesía
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Ando por mi ciudad
como sobre las piedras
sin sentido de mi propia vida
Hesnor Rivera

       Maracaibo es una ciudad que se mantiene en pié, a pesar del desinterés y la desidia de la mayoría de quienes la han gobernado y de quienes la habitamos. Su gran lago le dio un imperio acuático y comercial que le brindó bastos y despejados horizontes.  Mucho antes de que el lago abriera las entrañas para deslumbrar al mundo con su negro fluido, Maracaibo, provista de una maravillosa bahía, ya era un emporio comercial que resonaba más allá de las fronteras Venezolanas. Su relación con el mundo a través de esta bahía y de su salida al mar,  convirtieron a sus habitantes en gente práctica y emprendedora, que a su vez desarrollaron una intensa vida cultural de contornos propios y una forma distinta de ser venezolanos.

       Hoy Maracaibo sigue siendo una ciudad hospitalaria que conserva la voluntad y el optimismo de ser grande, a pesar de su deterioro, producto de descuidos gubernamentales y vecinales. Su destrucción física y cultural se concretó cuando un proyecto de remodelación del casco central, dirigido desde Caracas y apoyado por inversionistas regionales,  borró a golpe de piqueta y porra, las casas de vivos colores del barrio El Saladillo; original manifestación de arte popular,  de arte público,  convertido hoy en una larga plaza deshabitada y de fibra de vidrio,  por donde deambulan por las noches los fantasmas de los  saladilleros buscando sus antiguos hogares.

       El humor de sus habitantes logra esconder su deterioro, pero a su vez la alejan de soluciones importantes al convertirlo todo en chanza, guachafita y griterío. Cuando el centralismo y los inversionistas regionales demolieron El Saladillo, la protesta se hizo bailable, con letra y música de gaita.  La ciudad entera permaneció impasible ante la presencia de las máquinas demoledoras, tal vez creyéndose el cuento de la modernización, o porque no estaban preparados para enfrentar el burocratismo centralista y las apetencias de los “inversionistas” zulianos, que ya habían comprado las parcelas de lo que sería destruido.  En consecuencia hoy no existe un vínculo raigal con la ciudad, los nuevos habitantes de Maracaibo son citadinos sin filiación, sin memoria, sin compromiso con lo colectivo, con lo público o  simplemente lo ignoran, que es la más drástica de las destrucciones.

       Hoy  la ciudad le niega espacios al peatón, al paseante, al regodeo de la vista, al disfrute de la mirada.  No hay placer en sus recorridos; solo nos queda la urgencia por la obligación del trabajo, o los desplazamos en pos de los placeres de la amistad, que casi siempre nos conducen a espacios cerrados, porque el espacio público es de una apabullante agresividad estética y física.  La Maracaibo de hoy es una ciudad rota, sin dueños, huérfana, donde la norma es la improvisación, el mal gusto y donde reina la anarquía en todos los órdenes.  No hay una idea de ciudad que nos unifique, que nos convierta en dueños de lo público.  Hay una crisis de civilidad.

Audio Cepeda Fernández

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