Después del Diluvio Universal, según el Génesis, los hombres, quienes hablaban un solo idioma, decidieron hacer un edificio para ver qué había allá arriba (esto último es según yo). El mandamás celestial, o sea Dios, quien no aguanta ningún tipo de jueguito, al ver que la puntica superior de la construcción casi le saca los ojos, les enredó la lengua para que no entendieran entre sí lo que decían y no continuaran de averiguadores y brolleros.
El acto divino de frenar a los osados, como todo lo divino, fue efectivo y al rato los constructores humanos tenían la lengua más enredada que holandés cogiendo un curso de guajiro.
De esa osadía llamada Torre de Babel, según el libro más hojeado del planeta (la Biblia) salieron todos los idiomas, y el hecho de querer husmear donde no se debe fue interpretado por el Altísimo como arrogancia, cuando los monoparlantes (hablaban un solo idioma, repito) lo único que querían era ir allá Arriba y agradecerle, y, de paso, echar una averiguaíta si se podía.
De todas maneras, al Chivúo, Patica Cruzá o Dios, como se le diga, siempre le construyeron la Torre, pero más grande, más efectiva y, de paso, enredaron la lengua de una vez y de tal magnitud que casi una vez por segundo nace un nuevo término, al cual no hay manera de aplicarle una norma ortográfica que, como a un ronquito ‘e púas, les quite las susodichas para poder digerirlo. Por lo menos tomando como referencia al castellano.
Pero, como en todo, siempre hay un pero, allá en aquel entonces los hombres le quisieron hacer la jugarreta a Dios. Aquí, en este entonces, Dios (Internet) nos quiere hacer la jugarreta a nosotros, no sólo enredándonos la lengua sino también la vida. Porque, por ejemplo, mientras discutimos si será Whatsapp o WhatsApp; o airfryer o freidor de aire, ya no solamente nos han vendido un verguero de corotos (materiales o virtuales), sino que ya los hemos probado y hacemos como el cuento del pavo: “¡Qué, que me van a matar al pavo, cuidaíto me tocan al compadre. Tomá compadre, echate otro!”.
Mientras, no podemos hacer más nada que recomendar unas herramientas para medio combatir la invasión de los términos extranjeros o barbarismos que nos atosigan, y les planteemos pelea casa por casa, calle por calle, mente por mente: son las cursivas, traducción y los fonetismos.
Ejemplo: Al sicario lingüístico airfryer le disparamos un cursivazo (airfryer), si continúa con vida le aplicamos una dosis de traducción (freidor de aire), y si aún sigue respirando, ni modo, un disparo fonético (erfráyer). Si nada de eso resulta… es que nos dieron en la Torre… de Babel.
Humberto Chacín Fuenmayor