Estas últimas dos semanas, hemos compartido momentos muy gratificantes con la tripulación: oficiales, cadetes y marineros del Buque Escuela "Simón Bolívar".
Primero en Veracruz, en un puerto tan lleno de historia. Allí venezolanos y ciudadanos de otras patrias visitaron el buque. Cientos de personas. Algunos venían expresamente, muchos otros, sencillamente turistas que se acercaban al oír la música caribeña y ver los mástiles del navío anclado en el muelle turístico.
Solo ver la alegría y el orgullo bueno en el rostro de quienes entraban al barco, niños y adultos, sentir que se encontraban con lo suyo propio al subir su puente, emoción de ver la bandera tricolor con ocho estrellas, inmensa y desplegada, ya sería un pago suficiente para los largos meses de preparación y cuidados de los marineros que tienen una mística a toda prueba para cuidar, mantener impecable y tratar con cariñoso esmero el inmenso navío.
Buena organización, estudio, dedicación, dejar poco a la improvisación, son características fundamentales de esta delicada tarea. El Capitán hablaba, pleno de satisfacción que el barco había completado ya las primeras cuatrocientas mil millas náuticas. Nos imaginamos las tensiones y sinsabores, los temores y seguridades de esas tripulaciones en los recorridos por los mares de nuestro planeta.
Al Velero “Simón Bolívar” lo hemos visto cruzar bajo el puente Rafael Urdaneta del lago de Maracaibo. Lo hemos visto en puertos del sur del continente o fondeado en La Guaira. Por todas partes, lleva la marca de lo positivo del venezolano. Es de verdad ejemplo de lo que somos como grupo social en esa parte del continente suramericano, y lo que debemos afirmar. Organización, estudio, disciplina y unidad.
Solo eso ha sido la razón para que podamos celebrar junto con la tripulación de hoy, recordando a los que ya no están, ese buen ejemplo para nuestra sociedad venezolana del presente.
El Buque, nos muestra una ruta a seguir. No es el odio, el rechazo mutuo, la destrucción o la rapiña de lo colectivo, lo que nos permitirá ser reconocidos como orgullo común. Serán más bien virtudes, trabajo, organización y armonía, lo que nos va a garantizar sortear tormentas y dificultades para ser la referencia que como sociedad, nos corresponde ser, debemos hacerlo, en este momento de la historia humana.
Y en las noches, la alegría y la inventiva. Los cantos buenos de nuestra patria. La música que admira y alegra a todos y el ritmo que animan al baile, organizado por los mismos tripulantes sin excepción.
Un cocinero que canta mientras realiza sus faenas, y es descubierto por un oficial de ronda cuando inspecciona “el rancho” y quien entona en lo alto del barco acompañado de un teclado, la música común del mar de los caribes y llena de alegría a todos los presentes.
Orgullo y ejemplo el que vivimos a bordo del Simón Bolívar en el Puerto de Veracruz.
FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS/[email protected]/Opinión