Del Lago viene la vida, dice la cosmovisión del pueblo añú, basados en su vivencia anfibia, sobre palafitos, en el agua del estuario donde hace dos siglos se libró la batalla que selló la independencia de Venezuela y abrió el cauce para continuar la lucha emancipadora hacia el interior de Sudamérica.
Llena de simbolismos está este combate indiscutiblemente histórico, ocurrido precisamente en el cumpleaños número 38 del Libertador Simón Bolívar. El triunfo de la flota Gran Colombiana con marineros de Venezuela, Nueva Granada y Quito, al mando del Almirante costeño, José Prudencio Padilla, quien derrotaba en aguas del lago de Maracaibo y le daba libertad plena a Colombia La Grande, nos habla de las condiciones de unidad indispensables para consolidar nuestra soberanía latinoamericana-caribeña y se refleja doscientos 200 años después en la celebración conjunta de su día por parte de la Armada venezolana y la Armada de Colombia, cada 24 de julio, enlazada para siempre con el nacimiento de nuestro Padre de la Patria.
Es bueno recordar que en esta fecha rendimos homenaje también al protagonismo del pueblo, de los humildes pescadores que con su sabiduría de afanes bajo el sol, conocedores de corrientes y mareas, de los secretos del lago, y con su valor, fueron parte del triunfo sobre la flota española.
Pero también está el Coquivacoa, punto de encuentro de aguas que nacen en Los Andes de Venezuela y Colombia, en la Sierra de Perijá, en el occidente de nuestra Patria. Ese lago que hoy merece acciones concretas, para permitirle recuperarse de la agresión contaminante. Este lago que nos une, que nos ha dado vida, que nos dibuja como cultura ribereña de la cuenca prodigiosa signada por el Relámpago del Catatumbo.
Insisto, es una gran deuda del Proceso Bolivariano encontrarse con su raíz de búsqueda de armonía entre los humanos y con el entorno natural. La preservación de la vida, la conservación de la naturaleza, son materia fundamental en la planificación del desarrollo y allí el Lago de Maracaibo es vital.
El lago es el centro y es la vida para los seres vivos de Colombia La Grande. De Venezuela y de Nueva Granada vienen sus aguas y los detritos de sus habitantes, de la naturaleza.
Urgen acuerdos con la hermana nación para preservar y salvar de la destrucción las cuencas altas, ubicadas en su territorio neogranadino de los grandes ríos que nutren el lago de Maracaibo, que se pintó de rojo en esa jornada libertaria, con la sangre de soldados y marineros de ambos lados de la frontera.
Navegar el lago sin apuñalarlo más con la penetración de la cuña salina, producto del dragado. Darle la cara al lago, sentir con él, como seres vivos y actuando como tales, debemos amarrar la navegación lacustre a esas condiciones originales, las condiciones que creó la madre naturaleza. Los puertos gabarreros, aptos para el traslado de los productos del Sur del Lago, de los estados andinos inclusive en algún momento de nuevo del Oriente Neogranadino.
Que sobre la urgencia de la recuperación petrolera, no dejemos de lado su conservación y salvación, pues durante años ha resistido el desarrollo de actividades industriales que atentan contra la preservación.
Nuestro regalo para Bolívar, para los héroes y heroínas, para el Lago de Maracaibo en esta celebración del bicentenario, es que esta sea la verdadera fecha de partida de una sostenida, audaz, efectiva y comprometida batalla de acciones por el Coquivacoa que nos ha dado vida, historia, sustento y libertad.
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FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS