Lunes 10 de noviembre de 2025
Opinión

Cuando el cuerpo de una mujer se convierte en objeto de juicio: el caso Brigitte Macron y la demanda transnacional (por Luz Neira Parra)

Por Luz Neira ParraLas hogueras del siglo XXI no queman cuerpos: queman reputaciones. Y así, en medio de luces y…

Cuando el cuerpo de una mujer se convierte en objeto de juicio: el caso Brigitte Macron y la demanda transnacional (por Luz Neira Parra)
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Por Luz Neira Parra
Las hogueras del siglo XXI no queman cuerpos: queman reputaciones. Y así, en medio de luces y pantallas, el cuerpo femenino se convierte en escenario de verificación. Si la esposa de un presidente puede acabar defendiendo ante un tribunal su identidad, ¿qué clase de civilización hemos construido?

La señora Brigitte Macron, esposa del mediatico Presidente de Francia, un rostro público en Europa y el mundo entero, se encuentra en el centro de una trama que roza " Nuestro Insólito Universo": la difusión de un rumor absurdo que nació en la ultraderecha francesa, se viralizó en redes y desembocó en los tribunales de Estados Unidos— la acusa de haber nacido hombre y haber vivido bajo identidad oculta. En septiembre de 2024, un tribunal de París condenó por difamación a dos mujeres que propagaron esa falsedad. En julio de 2025, los señores Macron presentaron una demanda por difamación en Delaware contra la comentarista estadunidense Candace Owens, quien monetizó el bulo en un podcast. El hecho no es anecdótico: es estructural.

El 23 de julio de 2025, Emmanuel y Brigitte Macron iniciaron ante la Corte Superior del Estado de Delaware una demanda por difamación que contiene 22 cargos, entre ellos “false light” (representación pública falsa). La acusación: Owens lanzó en 2024 una investigación titulada “Becoming Brigitte”, acusando falsamente que Brigitte nació como “Jean-Michel Trogneux”, hermano real de la Sra. Macron. La demanda alega que las afirmaciones “son demostrablemente falsas”, que fueron difundidas con conocimiento de su falsedad o con “temerario desprecio por la verdad”, y que han causado “daños reputacionales y económicos sustanciales”. Añade que se presentará “evidencia científica y material gráfico” —fotos de maternidad, actas de nacimiento, peritajes— para refutar el rumor. Curiosamente, eligieron Delaware como foro porque la empresa de Owens está registrada allí, lo que facilita la competencia jurisdiccional.

Desde la mirada de los estudios de género y sociología política, emergen varios ejes críticos: el desplazamiento del cuerpo femenino hacia el escrutinio público-legal; la utilización instrumental de la “identidad de género” como arma discursiva; la dimensión transnacional de un ataque alimentado por desinformación, misoginia y mercados de atención.La exigencia de “prueba” y la biopolítica del cuerpo

¿Qué sociedad es aquella que exige que una mujer pública demuestre que es mujer? Esto revela una biopolítica contemporánea donde los cuerpos —y en particular los cuerpos femeninos visibles— ya no se aceptan como materia dada, sino como interrogatorio permanente. La sospecha se ha vuelto norma.
Brigitte Macron ha sido arrastrada al centro de esta lógica: su identidad, validada por años de vida pública, es convertida en problema. Requieren fotos, registros, peritos. Todo porque alguien decidió que su feminidad no era legítima hasta que no se probase su contrario. Es un castigo simbólico: la dignidad se vuelve causa que debe justificarse.

Esta lógica está hecha a medida de una misoginia 2.0: una mujer fuerte, visible, con trayectoria, es “demasiado” para el sistema. Y de ahí la conspiración de género —una mujer con edad distinta a su marido, una mujer con carrera previa— basta para encender narrativas de siglo XIX: si eres “demasiado”, te someten.
Al mismo tiempo, la demanda transnacional revela el vínculo entre algoritmos, conspiraciones y reputación: un rumor nacido en Francia toma forma global por la viralización digital y el sistema legal es convertido en foro de reparación para un daño público que nació en el caos del click. ¿El resultado? Muchas mujeres más podrían verse arrastradas a responder por su cuerpo, su historia, su identidad.

¿Qué está realmente en juicio?

No estamos ante un mero “caso de difamación”. Estamos ante un debate civilizatorio. El problema no es solo quién dijo qué, sino nuestra condición como colectivo. Que un presidente francés demande en EE.UU. a una influencer no es solo diplomático, es un síntoma de que la esfera pública está enferma. Y que la víctima tenga que presentar “pruebas” de su cuerpo es aún más alarmante.

Desde una óptica crítica afirmo que la demanda de los Macrons es un paso necesario para revertir la lógica que dice: “Si eres mujer y visible, debes probar que lo eres”. Pero también muestra lo frágil que se ha vuelto la esfera pública contemporánea, donde el espectáculo, la conspiración y el mercado de mentiras encuentran en la intimidad femenina su punto de ataque.

Lo verdaderamente perturbador es lo que este caso revela de nosotros. Vivimos en una sociedad que presume estar hiperinformada, pero se nutre de la mentira como si fuese alimento. Una época que presume haber liberado los cuerpos, pero los vigila con más obsesión que nunca. Un tiempo que aplaude la inclusión en público, mientras en privado devora a las mujeres que se salen de la línea.
Si la primera dama de Francia puede ser arrastrada a un tribunal para demostrar que es mujer, ¿qué queda para las demás? ¿Qué queda para la atleta joven que triunfa en un podio? ¿Para la periodista que interpela al poder? ¿Para la estudiante que piensa por sí misma?
Nuestra cultura ha convertido la sospecha en virtud, el escrutinio en entretenimiento y la humillación en mercancía. Somos espectadores de un circo digital donde la identidad femenina se subasta al mejor postor del algoritmo.
¿Es esta la modernidad que tanto prometió igualdad? ¿Una democracia que exige certificados para creer en la existencia de una mujer?
Si este es el futuro, es un futuro enfermo. Y la cura no vendrá de silencios ni de veredictos aislados, sino del valor de decir que no aceptamos vivir en un mundo donde la dignidad esté condicionada a “probar” el cuerpo ante la multitud. O detenemos ahora esta deriva, o mañana seremos todos los acusados en la plaza pública de la deshumanización.
El problema ya no son los rumores.
El problema es la sociedad que les cree.


Luz Neira Parra, periodista y profesora universitaria

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