Dr. Reyber Parra Contreras
Recientemente se ha dado a conocer la noticia del inicio de labores para el recate del galeón San José, bajel de tres mástiles y 64 cañones, el cual prestaba servicios a la Corona Española, y que fuera hundido por corsarios británicos en 1708, cerca de Cartagena de Indias. Se cree que en su interior reposa un tesoro estimado en 20. 000 millones de dólares, por lo que resulta comprensible el avance en las tareas de ubicación y recuperación del pecio, donde se estima un cargamento de 200 toneladas de plata y esmeraldas, más 11.000.000 de piezas de oro, cuyo destino era España pero que terminaron en el fondo del mar. Sin embargo, este no ha sido el único naufragio de importancia en la historia de las posesiones hispanas en América.
Seis años antes, entre el 23 de octubre y el 07 de noviembre de 1702, otro galeón al servicio de las autoridades monárquicas españolas, sucumbió cerca de su destino, en la ría de Vigo – España; y al igual que la suerte del San José, su trágico final estuvo relacionado con la piratería inglesa, en un capítulo que se conoce como la Batalla de Rande, donde España perdió un cuantioso cargamento de oro y plata, sin poder detener el avance de sus históricos enemigos con quienes se disputaba el control del Atlántico. Aquel galeón llevaba por nombre Santo Cristo de Maracaibo, Nuestra Señora de la Concepción, San José y las Ánimas, pero era conocido por su primer nombre, que procedía de la Santa Reliquia o Cristo Negro de Maracaibo. Según relata Fray Pedro Simón, el 22 de julio de 1600 los Quiriquires incendiaron el pueblo de Gibraltar (Sur del Lago de Maracaibo), incluyendo su iglesia, reduciendo a cenizas el templo, pero las llamas nada pudieron con el crucifijo, quedando este ileso, a tal punto que permaneció erguido, como suspendido en el aire. Desde entonces comenzó a extenderse su fama de Cristo de los Milagros, y ante la devastación de Gibraltar se optó por trasladarlo a Maracaibo, donde ha permanecido hasta el día de hoy. Este prodigio y otros milagros, hicieron que el Cristo Negro pasara a ser patrono de los barcos que iban y volvían de Maracaibo a Sevilla, e incluso algunas embarcaciones llevaban su nombre.
En efecto, se conoce la existencia de dos galeones con el nombre Santo Cristo de Maracaibo: el fabricado en el año 1696, del cual nos hemos estado refiriendo; y uno anterior a este que navegó muy poco; simultáneamente, en 1700, una fragata con la misma denominación surcaba el Atlántico. El lugar de fabricación de estos bajeles fue el astillero de Maracaibo. Resulta sorprendente que en una pequeña ciudad de escasos 5000 habitantes se pudieran construir embarcaciones de gran magnitud, siguiendo para ello las disposiciones de las Reales Ordenanzas del año 1613, cuyo contenido fue comentado y analizado en detalle por Antonio Garrote en su obra "Fábrica de baseles”, de 1691. De acuerdo con estos parámetros, el galeón Santo Cristo de Maracaibo del 1696 debió tener como principales medidas: eslora, 33 metros; quilla, 26 metros; puntal, 5 metros; y manga, 10 metros. A su vez, constaría de tres o cuatro mástiles con velas cuadradas y triangulares, un prominente pico en la proa y un castillo de popa alto. De esta manera, el árbol mayor medía 27 metros; el trinquete 25; el mesana 17; y el bauprés 24 metros. También poseía 30 cañones de hierro, 82 tripulantes y capacidad de 750 metros cúbicos de mercancías.
El 11 de junio de 1702 la flota de Indias partió de La Habana con destino al puerto de Cádiz, con 14 galeones mercantes, entre los que se encontraba el Santo Cristo de Maracaibo; transportaban una cuantiosa riqueza compuesta por oro, plata y piedras preciosas. Llegaron a Vigo el 23 de septiembre, escoltados por la flota francesa (para el momento Francia era aliada de España), anclando en la bahía de San Simón. A partir de entonces iniciaron las labores de descarga y fueron advertidos de la proximidad de sus enemigos anglo-holandeses, provistos de 150 bajeles; la batalla inició el 23 de octubre, previo a una incursión en Cádiz, donde los ingleses ya habían intentado apoderarse de este puerto. Al verse perdidos ante la superioridad de los corsarios, el Almirante francés Château-Renauld y el Capitán General español Manuel de Velasco y Tejada, optaron por dar la orden de: “¡A pique los navíos!”, lo que se traducía en incendiar y hundir los galeones, en un intento desesperado por evitar que los ingleses se apoderasen de los bienes que no pudieron ser descargados a tiempo.
No está del todo claro qué cantidad de oro transportaba el galeón Santo Cristo de Maracaibo; tampoco ha sido posible, a pesar de muchos intentos, precisar la ubicación del pecio con su tesoro. Aún en nuestros días se vienen realizando labores de exploración en la bahía de San Simón, con la intención de dar con el valioso cargamento del Santo Cristo de Maracaibo. Este bajel afamado surcó el Atlántico llevando consigo una parte muy valiosa y esencial de Maracaibo: su Santo Cristo; también dio a conocer en el mundo hispano la existencia de una ciudad ubicada en las Indias Occidentales, con vocación para el trabajo y la innovación, donde sus hijos fabricaban navíos de renombre.
*Cronista de Maracaibo. Profesor de historia de Venezuela en la Universidad del Zulia. Miembro de la Academia de Historia del Estado Zulia, E-mail: [email protected] Instagram: @cronistademaracaibo Twitter: @CronMaracaibo