Jueves 14 de noviembre de 2024
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Vuelo 742 (1): La tragedia del avión de La Trinidad (Seriado)

Vuelo 742: Esta historia está inspirada en la tragedia aérea más terrible ocurrida en Maracaibo – Venezuela. Muchos personajes son…

Vuelo 742 (1): La tragedia del avión de La Trinidad (Seriado)
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Vuelo 742: Esta historia está inspirada en la tragedia aérea más terrible ocurrida en Maracaibo – Venezuela. Muchos personajes son reales tal y como aparecen, otros, su parecido con la realidad es mera coincidencia.

17 de marzo de 1969 (Un día después de la tragedia)

En la esquina, semáforo en rojo. Un Buick 58 amarillo, Marcos dice a su hijo Pedrito “¿así lo soñaste hijo?”. Pedrito (9 años, se muestra temeroso) mira a la izquierda: Una turbina inmensa de avión está en terrenos de LUZ, aún humea.

-Huele a carne asada, Dios santo, dice Marcos

Pedrito cierra los ojos. Las imágenes del sueño vuelven a su mente. Bolas de fuego caen del cielo. Gritos, lamentos.

Domingo 16 de marzo de 1969 (Día de la tragedia: 7.00 am)

El capitán Emiliano Savelli Maldonado llama a su casa desde el hotel. Nadie le responde. Se pone el uniforme de piloto como un ritual. Desayuna en el aeropuerto con José Gregorio Rodríguez Silva, su primer oficial. Leen la prensa. José Gregorio se pone a conversar con una aeromoza. Emiliano Savelli va al hangar donde está el DC-9-32. Se ve lustrado, imponente.

-Pronto vamos a volar pajarito, le dice al avión

14 de febrero de 1969 (Un mes antes de La tragedia)

Jaime Tinoco va de camisa manga larga azul y pantalón gris, zapatos lustrados. Pasa frente a la casa de Lino Connell, un hombre pinta la fachada montado en una escalera. La esposa de Lino Connell le saluda con una hermosa sonrisa.

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-Voy a robarle una flor, le grita, toma un Geranio, el más hermoso de los que se acercan a la acera.

El barrio está alegre. Música de cumbia en unas casas, en otras se escucha temas zulianos, la voz de Felipe Pirela parece flotar en las ramas de los árboles. Son las 5.50 de la tarde.

–      ¿Está Helen?, pregunta al grito mientras golpea el candado del portón. La chica se asoma.

–      Pasa, Jaime, le dice. Entra, se encuentran en un abrazo. Se besan. Jaime le entrega la flor.

–      ¿Te quieres casar conmigo?, pregunta. Helen se queda como fuera de sí, por segundos, regresa

–      Oh, Jaime, mi Jaime, claro que sí. Lo besa con profunda ternura.

–      La vecina del fondo saldrá mañana y le voy a cuidar la casita. Jaime pela los ojos.

–      ¿Quieres que vaya?

–      Si

–      Y no pensabas esperar que nos casáramos, ya sabes, de velo y corona.

–      Pensaba, tontito, ya no. No puedo con esto que siento. No me deja dormir el imaginarnos en la cama, que me tomes, que me hagas tu mujer.

–      Iré. Allá estaré

15 de febrero de 1969: 8.00 am

Helen lleva un suave vestido color durazno. Se despide del Sr. Arturo, su esposa Gladys y sus hijos Carlos y Susana.

Helen es hermosa (Tipo Ana de Armas).

Los niños en la camioneta ranchera de la época. La señora Gladys le entrega las llaves de la casa

–      Cuídala como tu casa, le dice y le estampa un beso. Arturo igual se despide con un beso. Parte la camioneta. Los niños y Helen se despiden con las manos.

Helen entra a la casa. Una sala amplia. Un sofá espacioso color zapote. La luz entra por un ventanal. Ella se tumba en el sofá, abre las piernas, se toca por debajo de la falda.

–      Ya prontito comerás gatita, dice con los labios ardientes, los ojos chispeantes.

–      Helen, Helen, Jaime llama a la puerta en voz acallada.

Helen abre la puerta, hala de la mano a Jaime y cierra. Lo retruca contra la pared donde hay un reloj de números romanos arriba que marca las 9.00 en punto. Lo besa desesperada

-Jaime no puedo más, alíviame de esto, arde de deseos. Jaime le responde tierno, calmado. La toma en sus brazos, la lleva al sofá donde le quita el vestido soltándolo de los hombros. La mira acuciosamente de los pies a la cabeza. Disfruta la concupiscencia de un cuerpo con el prodigio de la juventud. La besa en el abdomen. La reclina y toma de su sexo. Ella gime.

Hacen el amor convulso, desenfrenado.

En la ventana la luz cambia con las horas. El reloj marca las 2.00 pm.

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8.30 am 16 de marzo de 1969 (Supermercado La Trinidad)

Lino Connell hace compras con su esposa e hijos de 2,4 y 6 años.

La esposa tiene 29 años.

Deciden por dos cereales: Corn Flakes y Zucaritas de Kellog´s.

Carlos Santeliz, pelotero del equipo Cardenales de Lara y su esposa escogen naranjas. Amorosos.

En el Supermercado La Trinidad en un paneo se distinguen pasajeros que fallecieron en la tragedia y otros que sobrevivieron por descartar el viaje a última hora: Sonia Llorente esposa de Luis Aparicio, el Pastor Marcos, su hijo Pedrito.

–      Helen, Helen, llama desde la cerca, la vecina a Helen.

–      Dígame vecina para que soy buena

–      ¿Me puede cuidar la casita otra vez?

–      Pues claro, no faltaba más, respondió Helen recordando aquel 15 de febrero. Un mes y un día atrás, cuando se había entregado a su Jaime.

–      Venga así como está. Aquí en la casa se baña y descansa, come rico. Nosotros vamos a llevar a los niños al aeropuerto que Arturo despide a su compadre.

Helen disfruta de un baño restaurador. Se pone una camisa guayabera blanca de su padrastro, pantaletas negras de encajes. Llama a Jaime a su casa.

–      Aló, Jaime

–      Si, amor, dime

–      Ven a la casa de Gladys, te estoy esperando como la otra vez, no tardes.

–      Qué bueno, mi amor, dame un ratito y voy.

A las 10 y 30 am llegaron Arturo, Gladys, Carlos y Susana al aeropuerto Grano de Oro a esa misma hora el vuelo 742 de Viasa despega de Maiquetía rumbo a Maracaibo.

–      Pasajeros con destino a San Cristóbal abordar por la pista dos, se escucha una voz atemperada y acogedora por los altoparlantes. Carlos mira a todos lados buscando de dónde proviene esa voz.

–      ¿Su, de dónde hablará esa mujer? La niña mira minuciosa.

–      Pasajeros con destino a San… allá está, señala al leer los labios hacia un pequeño cubículo en vidrio. Carlos camina despacio.

–      Pasajeros con destino… la tiene frente a sus ojos divididos por el cristal. Es una mujer de belleza abrumadora, labios en rojo intenso, uniforme azul, un sombrero con el logo (dos alas). Pasajeros con destino… Carlos alelado la mira. Ella cierra el micrófono.

–      ¿Qué deseas niño?, le dice. Carlos tarda en responder.

–      Nada, bueno, si, quería saber quien hablaba por allí – señala los parlantes –

–      ¡Y lo descubriste!, sonríe espléndido. ¿Cómo te llamas?

–      Carlos  yyyy… usted?

–      No me trates de usted, dime tu, me llamo Zore

–      Eres la mujer más bella que he conocido, Zore, dice Carlos.

–      Guao que hombrecito tan tierno eres, toma, le regala un caramelo cuadradito de chocolate, estos me encantan. Pasajeros con destino …. Carlos dice adiós con sus manos.

Zore deja el cubículo. Pasa por la sala de espera en dirección a los baños. El uniforme falda a la rodilla y chaqueta azul, blusa blanca, zapatos negros de tacón medio, cuadrado. Camina con la elegancia de una Miss Universo, es la mujer más bella en todo el aeropuerto, salvo por Carmen Romero quien la mira admirada mientras su novio, Ricardo Martínez le toma las manos.

En el pasillo, Romer Añez, Guardia Nacional, echa al cenicero la colilla de un cigarro al que ha dado el último jalón. Carlitos ve que va sigiloso detrás de Zore. Discretamente, observa a Zore entrar al baño y al guardia después. Presiente que algo anda mal. Va a la puerta escucha:

–      Déjame en paz, suelta, suelta

–      Te crees la princesa de esta verga

–      No me creo nada, Romer ¡sueltame ya!

Carlitos entra. Romer tiene a Zore atenazada. La mano derecha le estruja un seno. Zore está asfixiada, repudio y asco se le notan en el rostro.

–      ¡Sueltela!, ordena Carlitos con voz determinada como si fuese un hombre armado.

–      Qué coño haces aquí, carajito, grita Romer y besuquea las mejillas de Zore.

–      Sal de aquí, Carlitos que este animal puede hacerte daño.

–      Veamos que tan inteligente es ¡Que suelte a la dama o si no…!

–      Jajajaja, no me jodas … ¿o si no qué? Ya vas a ver. Suelta a Zore con intenciones de golpear al niño.

–      Atrévete a hacernos algo y acabarás con tu carrera, con tu vida.

–      Ah sii ¿y cómo lo harás enano?

–      Te acusaré con la señora Alicia. ¿Sabes quién es la señora Alicia?. Te informo, la señora Alicia es la Primera Dama del país, es la esposa del Presidente Caldera. Ella nos protege. Si nos haces algo ella lo sabrá y te hará pagar caro.

–      ¿Y se puede saber cómo vas a decirle a Doña Alicia lo que voy a hacerte?, jajajajaa, se relame los labios.

–      Eso es muy fácil, animal. Mi tío Heberto Colina es periodista de Panorama, él se encargará de denunciarte

–      ¿Heberto?. ¿El Chino Camacho es tu tío?

–      Si, ¿ves que te conviene soltarla y no joderla más nunca en tu vida?

–      Haberlo dicho antes… suelta a Zore, se sacude las manos y la ropa, sale del baño con la cabeza gacha. Zore abraza a Carlitos con ternura.

–      Vaya que eres un varoncito, un valiente, lástima que seas tan niño, si no me casaría contigo.

Faraón

Para las 9:30 am, Gloria Márquez era la tercera paciente. Tocó su turno y entró. Lleva a su perro Faraón de la cadena. No la desampara ni de noche, ni de día. Fue un regalo de su hija Patricia antes de irse a hacer su propia vida en Londres.

El doctor Raúl Matos le permitía llevar el perro a la consulta. El animal se sentaba sobre sus patas traseras al lado de la paciente.

–      Cómo se ha sentido, Doña Gloria

–      Un poco indispuesta por los calores que están haciendo, doctor, pero, aquí estamos. ¿Y usted cómo le va?

–      Digamos que entre amargo y dulce. Tengo una propuesta para un post grado en Miami, no sé si ir o no.

–      Vamos a preguntarle a Faraón qué opina. El perro parece entender lo que hablan.

–      ¿Faraón crees que el doctorcito deba viajar a Miami?

–      No, dice Faraón moviendo la cabeza.

–      Ya lo ve, Faraón no quiere que viaje, ríen Gloria y el médico. Vamos al grano, doctor, qué tiempo me queda.

–      En realidad, Gloria, debe vivir con tranquilidad, no piense en que se va a morir. Faraón pareciera entender la palabra morir, le lame la mano que apoya en el brazo de la silla.

Gloria está sentada en la silla mecedora de su jardín. A sus pies Faraón. Es una tarde de brisa. Dos niñas pasan por su frente apretando el paso. Las nota aterradas. Se levanta y va al portón para verlas perderse a la izquierda. Minutos más tarde pasa Milton Oreste, un hampón desalmado. Rostro seco de sentimientos.

Las niñas Miranda e Isabel

Hijas de José Miguel el dueño del abasto “La fortuna” tenían 11 y 12 años. Miranda de cabellos castaños como su madre – fallecida por la fiebre tuberculosa – era la mayor, Isabel tenía el pelo negro, lacio. Eran niñas bellas, aplicadas en sus estudios, pero, con pocas amigas, es más sin amigas porque ellas se bastaban para todo.

Miltón llevaba un mes acosándolas a la salida del colegio. Asustadas no querían contarle a su padre porque no sabían cómo podría reaccionar. Decidieron acompañarse siempre, correr y esquivarlo por calles distintas.

La tarde siguiente, Gloria esperó sentada en la mecedora, las niñas pasaron por su frente.

–      Niñas, niñas, las llama. Las chiquillas voltean, miran a la señora Gloria quien les genera confianza.

–      Vengan, vengan, les dice mostrando dos mangos maduros en las manos. Las chiquillas atienden. Se acercan al portón. Tomen, les acerca los mangos.

–      Gracias señora, nos gustan mucho.

–      ¿Cómo se llaman?

–      Miranda yo y ella Isabel

–      ¿Les gustaría tener un guarda espaldas que las cuide y las defienda de ese tipo feo que las anda molestando?

–      ¿Usted lo sabe?, Miranda sorprendida.

–      Si y vamos a resolver eso. ¿Quieren llevarse a Faraón?. El perro gime y acerca su hocico a la pierna de Gloria. En realidad no les estoy regalando a Faraón, le estoy encomendando una nueva misión. Mira a Faraón y le dice “– ya no me queda mucho tiempo, Faraón, has sido mi compañero, mi amigo consecuente, leal, pero, ¿sabes?, no quiero que al morir – Faraón gime – vayas a quedar al garete y no sepa dónde vayas a parar, así que te encargo a Miranda e Isabel para que veas de ellas y no las desampares. Abre la puerta y le entrega la cadena a Miranda. Faraón lame las manos de Gloria quien le hace cariños.

–      Perrito vienes con nosotros, Isabel lo acaricia, Faraón mueve la cola.

–      Gracias, señora, dice Miranda

–      Cuídenlo, él ya sabe lo que tiene que hacer, espero verlas con Faraón cuando les toque ir donde yo voy pronto. Pueden llevarlo sin cadena yo se la pongo para que me guie donde caminar

Con Faraón a su lado, Miranda e Isabel habían recuperado la tranquilidad, al igual que su padre porque cuando las niñas estaban en  casa, Faraón iba al abasto, se echaba vigilante tras el mostrador. Por las noches iba del abasto a la habitación de las niñas o, se quedaba en el pasillo desde donde cuidaba el menor movimiento en la casa.

José Miguel tenía un revolver 38 que había encontrado cerca del Hotel Bahía el 23 de enero de 1958 cuando los esbirros de la Seguridad Nacional del dictador Marcos Pérez Jiménez salían despavoridos ante el rugir del pueblo arrecho. Sabía usarlo, pero, siempre vivía con la angustia de que si “se echaba una vaina” con ese yerro quién cuidaría después por sus hijas. Con Faraón esa preocupación había pasado.

Era una tarde apacible, Miranda e Isabel salieron a las 5 en punto del colegio. Faraón las esperaba para acompañarlas, caminaban entretenidas cuando Faraón tomó otro camino.

En una esquina asomó la terrorífica estampa de Miltón, el miedo les sobrevino de nuevo, Miranda sujetó fuerte la mano de Isabel, buscó una salida pero no había opciones solo una casa en ruinas hacia donde se dirigió aterrada. Para el pervertido ese era el lugar perfecto, por eso sonrió relamiendo sus labios. Las niñas se acurrucan bajo una batea.

–      ¿Dónde estás Faraón?, ven a salvarlas.

Para entrar a la casa de Gloria su ama, Faraón saltó una cerca elevada por el patio, entró por la puerta trasera con una habilidad extraordinaria para abrirla.

–      Has venido a despedirme, Faraón, mi fiel compañero, mi amigo. El perro lame su rostro compasivo. Estoy bien, Faraón pero las niñas te necesitan ¡ve, ve rápido! Faraón gime, sale de la casa, vuela sobre la cerca.

–      Aquí están pequeñas palomitas, dice Miltón bajando el cierre del pantalón, Miranda e Isabel cierran los ojos, llenas de miedo no saben qué hacer, cómo defenderse de aquel hombre despreciable.

Miltón da un paso con el pensamiento curtido de maldades, detrás Faraón aparece con un gruñido de fiera.

–      Grrrrrrrr … jaujaujau, Miltón voltea, Miranda e Isabel abren los ojos.

–      ¡Faraón, Faraón! Gritan con el color volviendo a sus rostros. El delincuente ahora es una lagartija miedosa.

–      Quieto perrito, no les voy a hacer nada, ya me voy. Faraón se lanza, le pone las patas en el pecho, lo tumba, busca morderle la entrepierna, allí clava sus colmillos, Milton llora, se lamenta, el animal le ataca con intenciones de devorarle el cuello, pero, deja que se levante y se vaya renqueando por la calle.

Regresaron a casa. Nunca más las volvió a acosar el violador.

La mañana siguiente, una vecina encontró muerta en su cama a la señora Gloria, como dormida, con una fotografía donde aparecía con su hija y Faraón bajo un árbol frondoso que más tarde fue consumido por las llamas altas del infierno el 16 de marzo de 1969 a las 12.05 de la tarde.

3

Harry Gibson

Ocho años antes, los ojos de Harry Gibson descubrieron una de las más grandes maravillas del mundo. El agujero más profundo, más ancho y más antiguo. En el año de 1961 Gibson, y su copiloto Sima Martel sobrevolaron los tepuyes, en medio de la intrincada selva descubrió el hueco bordeado de inmensos árboles, más adelante halló dos agujeros más.

En 1962, un año después, Gibson  llevando como pasajero a un misionero, descubrieron un salto en el Río Caura que pareció más alto que el Salto de Angel.

Con nombre y aspecto extranjero: Harry Gibson, descendiente de William Gibson quien emigró de

Escocia a Suecia en el año 1797, se estableció en Gotemburgo, mas tarde construyó una fabrica textilera

en Jonsered, donde nació el padre con el mismo nombre, Harry Gibson, quien fue cónsul general de Suecia en Venezuela.

Un hombre cordial, quien guarda un parecido con el actor de películas vaqueras John Wayne, pilotó el Dc-9 desde Maiquetía a Maracaibo. En Grano de Oro compartieron un café, Gibson y  Emiliano Savelli Maldonado, Jefe de Operaciones de Avensa con una experiencia aquilatada en 25 años, más de 28 mil horas de vuelo y una terquedad a toda prueba.

–      Oye, Emiliano yo no llevo el avión a Miami.

–      ¿Y eso tienes una novia en Maracaibo?

–      No, chico. Ese avión no tiene pista aquí, es más, me dio una mala espina el aterrizaje, esas ramas que dicen se metieron en uno de los motores. Ese avión está muy pesado. Aquí no levanta.

–      Ay carajo, capitán se me le enfrió el guarapo. Bueno, tripulo yo ¿Cuánto apostamos a que yo saco como una plumita ese avión?

–      Usted es el experto, el piloto estrella, Capitan Savelli, tenga buen viaje.

El DC-9 de Viasa va por el corredor a la pista 22. Toma la recta a las 11.55 am. Apunta al despegue.

–      Pero ¿qué coño hace?, se pregunta Gibson quien observa desde el balcón. Ha ingresado 400 metros después de la cabecera de pista. La nave requiere no menos de 2 mil metros. Desde ese lugar se cuentan mil 600 metros. Es una arrogancia, un atrevimiento, piensa, Gibson. Quiere correr para advertirle que no podrá elevarse… es demasiado tarde, Savelli  y el primer oficial  José Gregorio Rodríguez Silva han echado a andar los motores gemelos Pratt& Whitney JT8D-7. El avión comienza a tragarse la pista hacia su fatal destino.

Amelia Lara Faría…una vida de amor

–      Ven para que conozcas a la mujer que más admiro en la vida, dice Zore a Carlitos a quien lleva de la mano. Suben las escaleras a la Torre de Control.

–      Hola, preciosa, le saluda Henry Gibbson. Carlitos hace una ligera presión en la mano evidenciando los celos. Abren la puerta en la sala de Controladores Aéreos. Monitores, teclado extraños y micrófonos. Una mujer de cabello crespo, nariz perfilada, ojos con unas cejas delineadas.

–      Amelia dame autorización para despegar, se oye por el parlante, a Emiliano Savelli tras los mandos del vuelo 742.

–      Autorizado, Capitán, feliz viaje.

–      Ella es Amelia Josefina Lara Faría, tiene 34 años y la Primera Mujer Controladora Aérea en Latinoamérica, le dice Zore a Carlitos, viene de Carúpano, estado Sucre, inició operaciones el 16 de junio de 1962 en la Torre de Control del Aeropuerto de La Carlota, de donde pasó a Grano de Oro donde es nuestro orgullo. Amelia la mira, sonríe, lo sé todo de ella porque algún día seré como ella.

Sabes a los 14 años, ya era Operadora de Telecomunicaciones (en clave morse) para AVENSA, a los 16 viaja a Caracas persiguiendo sus sueños.

Carlitos como niño soñador visualiza la vida de Amelia:

La chica de falda de listones bajo las rodillas, chemise celeste, entra a la clase del curso Básico en Control de Tránsito Aéreo, a su lado Gustavo Ruiz Guzmán, un joven apuesto quien queda prendado por su mirada. Ambos se miran de soslayo. A la salida bajando las escalinatas:

–      ¿Te llamas Amelia?, Gustavo inicia la conversación más importante de su vida.

–      ¿Cómo lo sabes?

–      Quién no sabe, quién no te conoce por aquí, eres la única mujer del curso, así que 26 muchachos quieren conocerte, pero, tienen miedo que seas una …

–      ¡No lo digas!, ríen ambos

Egresaron con excelentes calificaciones. Amelia comenzó operaciones el 16 de junio de 1962 en la Torre de Control de La Carlota. Se casaron. Carlitos ve años por venir donde Gustavo Ruiz Guzmán, es Jefe del Control de Aproximación en Maiquetía, ama a Amelia con adoración y tiene cuatro hijos: José Antonio, Juan Carlos, Gustavo y Diana.

–      ¿Este jovencito quien es?, ¿tu novio?, se levanta, cierra el microfonono. Carlitos se sonroja.

–      Se llama, Carlos, me ha salvado de las garras de ese guardia abusador, es un niño valiente, súper inteligente.

–      Claro se le ve en la mirada, no sé pero sentí que me miró por dentro.

El 742 pasa frente a la venta de La Torre de Control demasiado pronto.

–      ¡Oh por Dios!, exclama Amelia. Carlitos ve con nitidez esta fecha 16 de enero de 2017. En distintos momentos de su vida, Amelia se pregunta a solas “¿y si no le hubiese autorizado el despegue?¿pero, cómo iba a saberlo? Ese terco de Savelli, mira lo que hiciste. Gustavo Ruiz venía en su rescate, la tomaba en un abrazo tierno, la besaba con esa ternura del invierno merideño. Así hizo posible que siguiera su vida tras la tragedia que le sobrevenía de pronto, punzándole el corazón.

4

Jarijari

El 21 de marzo de 1968, Harry Gibson tripula el  avión Convair CV-580 (matrícula YV-C-AVA) en ruta Maiquetía-Maracaibo. Fuera de la cabina se escuchan voces

–      Todo el mundo quieto, un hombre amenaza con un cuchillo, lléveme con el piloto, le grita a la azafata. Golpea la puerta. Muestra el arma al Capitán Harry Gibson quien mantiene la calma.

–      Tranquilo, tranquilo, cuáles son sus peticiones, señor.

–      Lléveme a Cuba, le ordena

–      Cuba allá vamos, dice excesivamente calmo, gira el avión con rumbo a La isla del encanto.

Gibson era tan venezolano como la arepa, pero, su temperamento era, sin duda, suizo. En Cuba le espera una comisión de la fuerza élite que redujo al secuestrador y le detuvo.

En el Amazonas, lugar donde más le gustaba estar, le llamaban los niños indios JariJari que es el nombre de la palma, su pasión más honda.

Henry Gibson muere el 18 de mayo de 2004, cinco años después su nieta Marelisa gana el título de Miss Venezuela. (Continuará)

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