Tras pasar 46 años de ser abanderada de Miss Amistad, premiada por su carácter dulce, en 1978, cuando tenía 20 años. Se encuentra actualmente refugiándose en los espacios de la iglesia Claret de Maracaibo para poder sobrevivir. Isabel Martínez fue la reina del elitesco Pub Club y la anfitriona bilingüe de las celebridades.
En un trabajo especial del Pitazo, se dio a conocer que la mujer no mantiene las medidas perfectas ya que no come tres veces al día.
Hasta el momento, mencionó que presenta debilidad por la falta de alimentos. En la actualidad tiene 66 años, su cabello está cubierto de canas, mantiene un bastón para caminar, no usa zapatos de tacón y tiene ropa muy desgastada.
Ella forma parte de las 190 personas censadas en La Mesa de la Misericordia, un comedor social que se mantiene por el aporte de voluntarios que donan cada miércoles el almuerzo a los ancianos y personas con discapacidad que se congregan en el garage de la iglesia Padre Claret, en Maracaibo.
En ese espacio hay 24 mesas formadas en filas con sus sillas y allí se sientan abogados, militares retirados, un hombre que fue actor de RCTV, exseminaristas, enfermeras, educadores, exdirectores de escuelas, abuelas que cuidan a sus nietos, personas que habitan casas de tablas o con paredes de lata y también las que viven en la calle. Todos van con el mismo objetivo: almorzar.
El menú de ese día es arroz chino y jugo de panela con limón. Para la mayoría puede ser la única comida del día. De hecho, Isabel, o la miss, como le gusta que la llamen, tiene un bolso grande y dice que allí guarda también la comida que consigue en la calle.
"A veces pido en la calle, a veces me dan pan, otros me dan vegetales. A veces la busco…”, resaltó.
Después suelta unas frases que alertan. “La gente está recogiendo la basura de nuevo. Yo también. A veces hay cosas buenas que se pueden comer. A veces te tiran una bolsa y buscas y hay limones que se pueden usar, cebollas”.
En una publicación del medio digital, Iconos Rotos, en el 2021, dice que se ve en la completa soledad, como si ella fuese la única habitante de una galaxia. No tiene redes sociales. Tampoco celular. No cuenta con familiares en quienes apoyarse. Su sonrisa, sin embargo, no desaparece.
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