La oferta de candidatos de oposición es múltiple y variada. Aunque resulta difícil seleccionar un aspirante impecable, es necesario que la elegida o elegido, reúna la mayor cantidad de cualidades posibles, para reducir el rechazo, el escepticismo y la abstención del electorado. Porque el enemigo a vencer no es Maduro ni Cabello, ni el PSUV. El enemigo a vencer es el chavismo, una facción extremista adicta al totalitarismo, cuyos partidarios asaltaron los poderes del Estado y tienen como proyecto implantar la dictadura “perfecta” en Venezuela.
El chavismo es la fuerza que confrontará electoralmente la oposición. Es un núcleo duro, organizado, unido, autoritario, inmune a la corrosión interna, al anarquismo, por tanto incondicionalmente obediente. Dueños de una estructura política jerarquizada y funcional, con presencia en todos los rincones del país. Las UBCH forman parte del PUSV, más no del chavismo elitista; Aunque se definen chavistas y les conceden estatus de soberanía, las UBCH constituyen el eslabón más bajo y marginal de la estructura, son los siervos que reciben y se disputan los residuos del botín. Sus características más notables son la reverencia, la obediencia y la lealtad.
El chavismo controla, sin excepción, todos los poderes del Estado en forma absolutista, incluyendo gobernaciones y alcaldías de oposición. Persigue un fin inmutable: reinar eternamente en un país de vasallos, cueste lo que cueste. Sus funcionarios de confianza, estratégicamente seleccionados y distribuidos en mandos altos y medios en todas las instituciones, obedecen ciegamente la autoridad del “comandante supremo” que ejerce todos los poderes.
Poseen infinitos recursos económicos, tanto del tesoro público con total discrecionalidad, como sus propios caudales. Toda su cúpula es multimillonaria sin disimulo, exhiben sus fortunas sin pudor ni escrúpulos. El chavismo es una mezcla de ideales indefinidos e imprecisos, teóricamente de izquierda pero de gustos capitalistas y consumistas en extremo. Ejercen la autocracia, adoran el poder que ostentan y no están dispuestos a perderlo.
Tienen secuestrados los símbolos de los partidos políticos tradicionales, en manos de alacranes neo ricos, convictos y confesos, más los que aún están dentro del closet de la oposición. Utilizan el dinero y los medios del Estado para comprar conciencias a través de bonos y prebendas. Promueven y atizan enfrentamientos de venezolanos contra venezolanos, organizan pandillas violentas a las que llaman “colectivos”, para agredir las manifestaciones pacíficas. Reducen a prisión sus rivales molestos, algunos de los cuales resultan torturados.
Su militancia obnubilada pero adiestrada, representa el 20% del electorado, menos de 5 millones de votantes duros, suficientes para ganar unas elecciones y legitimar su triunfo, contra una oposición dividida. Salvo los alacranes, al chavismo no le queda nada fuera del PSUV. Eso acabó con Chávez, quien fue un manipulador de masas, lograba confundir a la gente culta e inculta, y atrajo millones de votos opositores. Chávez es un ídolo muerto y enterrado. El chavismo son solo ellos, sin Chávez y sin pueblo. El PSUV es un cascarón vacío.
¿Cómo derrotar esa camarilla estalinista, que además miente con descaro, maneja una poderosa maquinaria de propaganda y tiene amordazados los medios de comunicación? No bastará un candidato único. Se necesitará una verdadera confluencia de voluntades de oposición contra el chavismo, como ocurrió en Zulia y Barinas en 2021. Con el concurso decidido de todos los partidos y dirigentes políticos, sin excepción, hombres y mujeres públicos, gremialistas, universitarios e intelectuales. Un gran acuerdo nacional estilo “Punto Fijo”, que permita reactivar las emociones del pueblo opositor en pos de un triunfo electoral rotundo.
A la vista está la población víctima del régimen destructor, los que perdieron su calidad de vida en todos los sentidos, las familias pobres disgregadas por la emigración, la clase media que bajó a nivel de pobreza extrema, los profesionales universitarios sin oportunidades, los que votaron por Chávez y vieron rotas sus “misiones” e ilusiones. La población defraudada, decepcionada, incrédula, apática, en fuga, inmersa en el “sálvese quien pueda” que impone el capitalismo salvaje chavista. Es el 80% del Registro Electoral, más de 17 millones de votantes.
Allí está parte de la solución. De la larga lista de candidatos oposicionistas, algunos han demostrado constancia, coraje y firmeza. Los mejores perfiles corresponden a María Corina Machado, Andrés Velázquez, César Pérez Vivas, Delza Solórzano y Andrés Caleca. Las encuestas apuntan hacia otra dirección. Es deseable elegir la mejor opción entre los mejores, por sus virtudes y no por su carisma, esperando que las elecciones presidenciales sean transparentes y que el poder chavista no interfiera en los resultados. No podrá hacerlo si la victoria es contundente y abrumadora. En las próximas elecciones nos jugaremos la vida.