-Querida, controvertida, excéntrica. La actriz, cantante y política Irma Serrano falleció a los 89 años, según informó este miércoles la Asociación Mexicana de Intérpretes.
La Tigresa, como se la conoció popularmente, vivió los últimos años alejada de las cámaras y este miércoles muchos la han recordado en redes sociales como una mujer “frontal”, “con temple”, “polémica”, “querida amiga”, “el terror” de políticos y periodistas. Nacida en Chiapas, Serrano se mudó a Ciudad de México para desarrollar su carrera. “Quería ser artista. Creía que esto era la maravilla del mundo. Casi, casi no lo fue. Pero sí lo fue conmigo, que fui la consentida de la gente”, contó en 2015.
Irma Consuelo Cielo Serrano Castro nació en Comitán (Chiapas, en el sureste de México) en 1933. Su padre era el dueño de una imprenta y su madre, una hacendada. Ella era la más pequeña de tres hermanos. Antes de cumplir 20 años, hay diferentes versiones sobre la fecha exacta, se mudó a Ciudad de México, donde vivió un tiempo con su prima, la poeta Rosario Castellanos. La artista contó en varias ocasiones que fue la escritora quien la introdujo al mundo profesional, primero como bailarina. Después comenzó su carrera como cantante de rancheras. Con voz profunda y carrasposa, grabó decenas de canciones, como Canción de un preso o Nada gano con quererte.
En los años sesenta, incursionó en el cine. Una de sus películas más recordadas es Santo contra los zombies, un filme protagonizado en 1962 por el mítico luchador. Con ese filme debutó en la pantalla grande, pero después rodaría una veintena de largometrajes. Uno de los últimos fue Naná, de 1985, inspirado en la obra de Émile Zola. En el filme, Serrano interpreta a una prostituta en el París del siglo XIX. Años antes, también había actuado en la obra de teatro que llevó el mismo nombre. El productor Rubén Lara contó hace cinco años, durante la celebración del cumpleaños número 84 de la artista, que la obra había sido “un suceso” que “paralizaba” ciudades: “Cuando estábamos de gira, el público quebraba los vidrios de los teatros para verla”.
Su carrera como cantante, actriz, productora y empresaria llegó a lo más alto. “Tuve suerte. Era bella, sí, pero no tan bella para la suerte que tuve”, contó Serrano en una entrevista hace una década en el canal Imagen Televisión. La mujer mantenía un estilo similar al que la había caracterizado gran parte de su vida: las cejas anchas y expresivas (ahora pintadas) y el delineado negro profundo de los párpados. En esa ocasión, en su casa Tuxtla Gutiérrez, donde vivía en ese momento rodeada de antigüedades, el periodista le preguntó cuál había sido la clave de su éxito:
–Yo no siento que en lo personal haya sido muy exitosa–, respondió ella. –Empezando porque no me casé y no tuve siquiera un hijo. Eso es un poco triste. Creo que nunca lo desee con todo mi corazón. Mucho de lo que pasó fue suerte, buena suerte. Lo demás es ya sabido. Pero pregunta lo que quieras.
–¿Te regalaron cosas en tu vida? Hay muchas leyendas: que te regalaban casas, carros, teatros…
–Ay, es que era yo muy simpática.
La prensa ligó siempre a La Tigresa con la polémica y siguió de cerca sus romances. Uno de los más escandalosos fue el que mantuvo con el presidente Gustavo Díaz Ordaz (PRI), cuyo sexenio (1964-1970) estuvo marcado por la matanza de estudiantes en Tlatelolco. Según contó ella en esa entrevista, la relación duró “un poquito más” de cinco años, mientras él estaba casado. “Un día nos enojamos y le llevé serenata a Los Pinos. Creo que sí. Ya no me acuerdo. Tiene que haber sido una triste venganza”, sugirió en esa entrevista. En su autobiografía, A calzón amarrado, Serrano dio su versión de la relación y del expresidente. “Es simpático, duro a veces, determinante y necio igual que yo”, escribió. Después siguieron otras relaciones que la prensa capitalizó.
Serrano dejó de lado su faceta como cantante y de actriz para dedicarse a la política en los noventa. Fue diputada federal del Partido de la Revolución Democrática (PRD) por su Estado natal entre 1994 y 2000. Más tarde, continuó su carrera como senadora independiente y, tras un breve receso en la política, bajo el amparo del Partido Alianza Social, se postuló como alcaldesa de un distrito de Ciudad de México, sin éxito. En una entrevista grabada en la década de los 2000, la artista se calificó a sí misma como una de las legisladoras “más sobresalientes”. “Creo que en la sangre, en lugar de atole, llevo la política. Me gusta”, dijo en esa ocasión.
Era una mujer excéntrica de quien se contaba, por ejemplo, que soltaba los tigres que tenía como mascotas para que los invitados no se fueran de su casa. O que adoraba a Satanás, porque en su teatro, el Teatro Fru Fru, tenía la estatua de un personaje con cuernos y pezuñas como parte de la decoración. Muchas fueron leyendas, algunas incluso alimentadas por ella misma y luego desmentidas. Como cuando contó, a los 70 años, que había quedado embarazada gracias al esperma congelado del empresario Alejo Peralta, que había sido su pareja. Ella misma advertía a veces de su carácter provocador: “Toda mi vida ha sido romper: romper estatutos, romper cosas establecidas”.
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Noticia al Día/Con información de El País