Dolores Hart nació el 20 de octubre de 1939 y hoy en día, a sus 85 años, continúa su labor en la orden benedictina en la Abadía de Regina Laudis, en Connecticut (EE.UU.). Sin embargo, entre 1957 y 1963 se dedicó de lleno a su faceta artística, haciendo realidad el sueño de moverse por Hollywood y Broadway a su antojo.
Su pasión por el cine nació cuando era niña a través de las dos figuras masculinas en su vida: su padre, Bert Hicks, un actor a quien solía acompañar en los rodajes cuando lo visitaba en Beverly Hills (sus padres se divorciaron cuando tenía 3 años). Y su abuelo, un proyeccionista de cine que le contagió su amor por el séptimo arte.
A los 10 años se convirtió al catolicismo pero nunca pensando en dedicarse de lleno a su religión. Sus miras estaban puestas en Hollywood. Su debut cinematográfico llegó con tan solo 17 años y nada menos que dando vida al interés amoroso de Elvis Presley en Amándote (1957).

Su dulzura y química con el rey del rock llamó la atención de la industria y enseguida firmó un contrato de siete años con un estudio. Le llovían las ofertas e incluso volvió a trabajar con Presley en otra película, Melodía siniestra (1958).
Con 20 años ya había aparecido en varios largometrajes y debutado en Broadway cosechando reconocimientos y nominaciones a los premios Tony. Su carrera era imparable.
Su éxito era tal que se convirtió en una de las protagonistas femeninas más deseadas de Hollywood, liderando repartos en varias producciones mientras Warren Beatty le ofrecía quitarla del contrato que tenía con MGM y llevársela a 20th Century Fox con un contrato de un millón de dólares.

En un cortometraje dedicado a su historia y nominado al Óscar en 2012, titulado God is the bigger Elvis, Dolores revela que rezaba para ser actriz cuando era niña y que siempre fue consciente del poder de su fe, aunque no tenía deseos de hacerse monja.
Su aventura religiosa comenzó sin saberlo cuando aceptó el consejo de una amiga que le había recomendado que se tomara un descanso en la Abadía de Regina Laudis debido al gran cansancio que acumulaba tras pasar nueve meses ininterrumpidos en los escenarios de Broadway.
En un principio, y teniendo en cuenta que tenía poco más de 20 años, no tenía ningún deseo de pasar su tiempo con monjas benedictinas, pero finalmente se marchó descubriendo un lugar que la hizo sentirse en paz y le permitió encontrarse a sí misma.
En aquel entonces no pensó en seguir los mismos pasos que las monjas que la rodeaban y se marchó descansada con el deseo de volver más adelante.
Durante una fiesta de compromiso, le confesó a Don Robinson (su gran amor) que lo había decidido. Lo dejaba a él, su carrera y su vida atrás, iba a ser monja. El hombre colapsó del mal trago que se llevó. En ese momento Dolores tenía 24 años.
Quizás no lo recuerdan, pero en al año 2012 algunos se percataron de la presencia de una monja en la alfombra roja de los premios Óscar. Era Dolores que asistió acompañando al cortometraje documental en su nominación.
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