La mañana del martes, 22 de agosto de 1911, el personal del Museo del Louvre se percató de que el cuadro La Mona Lisa había desaparecido.
No es extraño que el día anterior nadie se diera cuenta, ya que el lunes era día de cierre. A eso hay que unir que las obras solían moverse para ser fotografiadas, por lo que, en un primer momento, aquel hueco vacío no alarmó a nadie.
Al día siguiente, la noticia de que el cuadro había sido sustraído estaba en boca de medio mundo; el robo del retrato de Leonardo copó la portada de los diarios de todo el planeta.
Al principio, los investigadores pensaron que podría tratarse de un chantaje y que el ladrón pediría un rescate. También se sugirió que era una llamada de atención ante las escasas medidas de seguridad del museo.
Se llegó a detener e interrogar a Apollinaire y a Picasso, por aquella época jóvenes artistas de vanguardia, rebeldes que clamaban contra las anquilosadas instituciones artísticas y que, ciertamente, habían estado implicados en la sustracción de alguna pieza del museo. Sin embargo, los meses pasaban y nada se sabía del cuadro.
Empezó a cundir la desesperación: ¿Dónde estaba La Gioconda?
Al mismo tiempo, el escándalo hizo que La Mona Lisa adquiriera de golpe una popularidad universal. Tras la reapertura del museo, los curiosos hacían cola para visitar el espacio vacío que antes ocupaba el retrato de Leonardo.
La pintura aparecía reproducida por doquier: ocupaba las páginas de la prensa -que seguía la crónica del robo día a día-, se empleaba como reclamo publicitario y hasta dio lugar a películas sobre el robo.
Como afirma RA Scotti en El robo de la sonrisa: "Mona Lisa abandonó el Louvre siendo una obra de arte y volvió convertida en un icono". Fue recuperado en 1913.
Noticia al Día
Con información de National Geografic