Un exquisito linaje arquitectónico del siglo XIX se exhibe en pleno corazon de Maracaibo, arrinconado entre basura y tarantines de buhoneros, donde se acumula la indolencia oficial a pesar de ser un monumento histórico del Zulia.

El Templo San Felipe Neri en Maracaibo se ha convertido en un basurero debido a años de abandono y falta de mantenimiento. La estructura, que es un monumento histórico, ha sufrido un gran deterioro y su entorno está lleno de desechos y comercio informal.

El también declarado monumento histórico nacional, fue construido entre 1806 y 1835, y hoy se ha convertido literalmente en un relleno sanitario de la zona céntrica de la ciudad, carcomido por fisuras y acumulación de filtraciones, que sirve de guarida al hampa y a quienes escogieron la calle para "vivir".


Aún así, deja ver su belleza antigua detrás de las vencidas verjas de hierro forjado de su entrada. El abandono echó raíces en la edificación con reminiscencias neoclásicas desde hace décadas, pese a su rango de monumento histórico nacional desde 1960 y monumento histórico del estado Zulia desde el año 2004.
El cronista gráfico Coy Nubardo recoge en el artículo "Templo San Felipe Neri" "que los planos de esta iglesia fueron elaborados por el ingeniero Olegario Meneses, y que el inmueble se edificó en donde antes existía una casona conocida como «Las Tenerías».
Su constructor fue José Simón Peña y Peña, quien en 1831 cedió la isla de Burros (hoy Providencia) para un leprocomio. En 1922 el empresario zuliano don Manuel Belloso compra esos terrenos con el templo incluido y los dona a la Diócesis de Maracaibo.

La iglesia se vendió al Inavi en 1979, y luego el instituto la entregó al Centro Rafael Urdaneta (CRU, empresa del Estado) en 1988. Desde 1996, el CRU paralizó las obras y se esperaba que fuera incluido en el presupuesto de 2015», pero esto no fue concretado.
Nubardo cita la obra El Zulia y su gente, del doctor Ernesto García McGregor, para pasearse por los hitos de esta histórica edificación: que "el templo fue devastado por un terremoto en 1875, cuyo epicentro se localizó en Cúcuta, Colombia y destruyó gran parte de sus techo y muros, lo que obligó a la clausura por mucho tiempo hasta que en 1910, y luego en 1986, hubo la intención de convertirlo en panteón, pero no se logró el propósito.
Continuaron los amagos de rehabilitación en 2015, pero sin suerte, pues hasta ahora el edificio sigue cediendo a la ruina sin propósito.
Una verdadera joya
La estructura presenta líneas arquitectónicas de reminiscencias neoclásicas. Está constituida por dos volúmenes, el primero y más rectangular forma la nave central; la misma posee un techo a dos aguas que descansa en los muros portantes que a su vez están soportados por contrafuertes.
En su fachada se observa un frontón que descansa en dos pilastras dóricas lo que acentúa el acceso al templo, que en su punta está rematado por un arco de medio punto.

El presbiterio, situado al fondo de la nave, rompe con la homogeneidad del techo a dos aguas de la nave central y se distingue ésta con una cúpula.
El segundo volumen es de forma rectangular, pero a una escala menor en comparación con el primero, en el que se ubica la espadaña; donde funcionaba el campanario. Las ventanas están constituidas por arcos de medio punto.
NAD/Foto: Cortesía