En la Biblioteca Pública María Calcaño se desarrolló el homenaje a Marlene Nava por los 55 años del comienzo de su carrera como periodista en el diario Crítica. Y este acontecimiento lo quiso celebrar con los amigos especiales “que me he ido encontrando en este largo camino de más de medio siglo y en busca del alma de mi ciudad”. Una fineza de tertulia sobre el regionalismo zuliano, encuentro organizado por el Centro de Estudios Zulianos José Domingo Rus y Casa Gunther Museo. Gustavo Baüer graficó la ceremonia cuya crónica la escribe Alexis Blanco. Ambos en exclusiva para Noticia al Día.
La conmemoración de sus primeros 55 años como oficiante maestra del arte del periodismo habilitó una cátedra hermosa de memoriosa ofrenda. Al llegar, demorado retrasado, el sábado pasado en el vermouth instalado en la Biblioteca Pública María Calcaño, recordaba al poeta Blas Perozo Naveda, quien mencionó muchas veces en su programa radial Lector Público, las virtudes de la novia de nuestro hermano, el pintor Günther Castillo, muchacha periodista de ojazos preciosos que hablaba inglés perfecto y quien era la flor del hogar de los Nava Oquendo, estudiante de veinte puntos pa’llá, debutante en la redacción del diario Crítica, cuya gerencia apostó tenazmente al talento periodístico local, en su muy jodido intento de desplazar a su Goliath en Maracaibo, digamos, ese Panorama de mis tormentas y tormentos.
Recordaba, porque recordar es un delirio recurrente en gente como los que acudieron a la cita organizada por Marlene y donde la acompañábamos, felices y sonreídos, en la ceremonia preciosa de reconocernos a través de ese periodismo que ella patentó, el espejo nuestro que por ahí celebran, con magno acierto, como el de la Zulianidad.
Aquí también movió el balón de la memoria aquel prodigioso maestro suizo, Ferdinand De Saussure, quien nos construyó esa idea de la lingüística diacrónica, que estudia la evolución de la lengua durante el tiempo, cómo cambian las palabras, los signos, aparición y discontinuación de estos; en contraposición con la lingüística sincrónica, que es el estudio de la lengua durante el momento presente.
Ahora quisiera que me ayudaran a comprender lo que mis asombros, cual Balaustres al través, me instigaban: cambiemos las palabras, lingüística por PERIODISMO, y entenderemos todos que lo que pretendo ponderar es el hecho de que Marlene ha enfocado más su ejercicio del periodismo vinculado con esa reflexión profunda desde el tiempo ya transcurrido. Marlene Nava siempre derrochó talento como reportera y así tenemos que también puede enseñar a Raimundo sobre esa pasión sincrónica, es decir, del día a día que, once lustros ha, signaba el tiempo. Las salas de redacción de medio siglo atrás, “cerraban” para dar paso al proceso gráfico que enrumbaba hacia el pregón. Ahora es diferente todo y la inmediatez tecnológica transformó absolutamente el ejercicio del periodismo.
El trabajo de Marlene Nava fundió con concisión de orfebre, o como tejedora de Soles de Maracaibo, esa doble condición del periodismo como arte. Cuando escribo que ella devela el periodismo diacrónico, y lo reifica, quiero dar a entender que fue justo eso, esa dimensión del periodismo como ejercicio de la memoria pública, lo que sentí, duende sabatino, durante esta ceremonia que cerró el violín de Ferrer.
También pensé en el término, muy en boga para el periodismo de esta era post Marlene Nava, como pido como posverdad. Amo esa palabruja, posmoderna, que el DRAE define como “mentira emotiva, un neologismo que implica la distorsión deliberada de una realidad en la que priman las emociones y las creencias personales frente a los hechos objetivos, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales…”. Y entonces me vi, en 1977, caminando junto con Óscar Silva Araque por los pasillos de Panorama, en Delicias y Padilla, conversando sobre Marlene Nava y La cocina zuliana, su precioso libro sobre la gastronomía regional y, extendiendo el feeling, de cómo Sergio Antillano insistía tanto en citar Lo crudo y lo cocido, el legendario ensayo del antropólogo Claude Levi-Strauss, que, reíamos Oscar y yo, habría de leerse de forma distinta en el para entonces legendario restaurante Ced del Mar (así, con c, porque el dueño, era un artista chef, un tipo noble de apellido Cedeño).
Marlene Nava posee otra cualidad excelsa como periodista: escucha a los demás, mirándoles a los ojos, como si el propio Freud hubiese instalado su diván en su sonrisa de “sirena hermosa, ayúdanos a cantar esta gaita singular, etcétera…”. Por eso, en ese mismo año, 1977, explayó sus ojazos ante sendos jóvenes talentosos investigadores, Jesús Ángel Parra y Carlos Valbuena, quienes preparan la edición del libro Identidad regional, el primero sobre esa materia que se publicaba en el Zulia, donde ella misma participó con el ensayo José Domingo Rus, el primer regionalista, junto con otras firmas colaboradoras como Antonio Tinaco, Américo Gollo, Germán Cardozo, Manuel Suzzarini, Ángel Lombardi, Rafael Molina, Emperatriz Arreaza y Carmen Bohórquez, y donde, una vez más, ella demostró su acuciosidad, sentido interpretativo y enfoques propios, los mismos que la encumbran ahora, en retrospectiva, como protagonista en la historia, tanto de Crítica, El Nacional de Occidente, El Zuliano y La Columna. Me consta cómo cierta manipulación bastarda impidió que Panorama la hubiese tenido en su staff, cosa que a ella tampoco le llegó a importar mucho. A nosotros, sí, y mucho, se los aseguro, desde el corazón. ¿Se entiende por qué amo y defiendo la palabruja posverdad?
Marlene Nava nos ha defendido a ultranza a todos los que, en general, han hecho cultura en esta ciudad y, en particular, a quienes hemos hecho teatro. Marlene Nava asumió como suyo el proyecto de la Sociedad Dramática y la poetización de Maracaibo. Aún se la escucha preguntando a Ileana Morales por la salud de Enrique León. Por eso estuvo el elenco completo de Señoras de Maracaibo junto con su director, Richard Olivero, con los siempre desopilantes comediantes locales, Henry Semprún, José Molero, Carlos Guevara, Luis Vargas y Robinson Pérez, iniciando la pulcra ceremonia donde ella fungió de concitante líder.
Luego intervinieron los estelares conferencistas “diacronistas” Arlene Urdaneta Quintero, quien disertó acerca de El Zulia y su región histórica; así como Carlos Valbuena, con sus interesantes Miradas, metáforas y recorridos hacia la zulianidad contemporánea. Puro lujo. Al final ese largo y extendido aplauso para Marlene: Ixora Gómez, Rafael Molina Vílchez, Miguel Ángel Campos, Jesús Ángel Parra, Hilaria Rodríguez, Livio de los Ríos, Jon Aitor Romano, Jimmy Yánez, Gustavo Baüer, toda esa gente ahí tan bonita y notable para quienes el violín de José Luis sonó más zuliano que siempre…
Marlene Nava es nuestra decana de la vida periodística. Eso quiere decir que su quehacer la ubica siempre en el ojo del huracán de la polémica y la confrontación de ideas y de reflexiones. Pero eso importa un pito si se la ama y respeta como lo que siempre ha sido: una dama de Maracaibo, una hermosura de ser con voz de ferry recién llegando al puerto, vestida como una reina Lunar y recitando desde allá arriba la voluntad de los dioses, perdón, un poema de otra preciosa señora, poeta por ella misma reivindicada, doña María Calcaño:
Tercera vigilia
Ahora son otros días.
Y el amor serpenteando la orilla de mi falda.
Si esto fuera después…
cuando la tierra ciña mis caderas sin brillo,
y dentro de la noche
yo sea otra noche.
Hoy tengo angustia y pena linda.
Mientras, cierro los ojos
y te pienso otra vez.
Queriendo tus manos plácidas
y tu boca sin besos
he vuelto a ser tuya,
como otra mujer
sobre esta que tú conociste:
de placeres antiguos
y borrados en furiosas estrías…
¡Cómo espero tus noches!
Ahora sueño:
cuentos y lagunas,
y focas persiguiendo la ternura del viento…
Para saber que existo quiéreme alguna noche. Sin voces, sin estrellas, pero juntos y hundidos como tierra en la tierra…
Alexis Blanco
Fotos: Gustavo Baüer