Hoy, 3 de abril, celebramos el Lunes Santo, conocido como el Lunes de Autoridad. El Señor Jesús, en medio del trance de estos días tan difíciles, revela en qué radica la autoridad que posee sobre el género humano y el resto de la creación.
La Iglesia propone que, en esos días que median entre el Domingo de Ramos y el Triduo Pascual, los fieles mediten en los sucesos que fue experimentando el Señor a medida que se acercaba la hora de su muerte.
La noche del domingo fue intensa para Jesús. Explica muchas cosas a los suyos, pero, sobre todo, ora. Su alma está en tensión. Ve, quiere, siente, habla con el Padre, es invadido por el Espíritu Santo que lo empuja al sacrificio. Vive un amor intenso y dolorido.
La lectura del Evangelio del día de hoy, tomada de San Juan 12:1-11, relata la visita de Jesús a la casa de Lázaro, aquel a quien había resucitado de entre los muertos. Junto a éste se encontraban María y Marta, sus hermanas. Acabada la cena, María se acerca a Jesús y lo unge con un costoso perfume.
Una higuera sin frutos
De igual manera, las escrituras relatan que mientras se dirigía al Templo de Jerusalén, "sintió hambre" y se dirigió hacia una higuera buscando alimento, pero no encontró frutos en ella.
Al Mesías lo mueve un deseo intenso de que Israel dé buenos frutos, a pesar de todas las evidencias. Aquel pueblo es como la higuera. Por ello clama hablando con el árbol, y más aún con su pueblo: "que nunca jamás coma nadie fruto de ti"(Mc).
"Por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado de raíz". Los discípulos estaban acostumbrados a los milagros, pero esta vez se sorprenden, pues se dan cuenta de que Jesús les habla por medio de un símbolo.
La segunda expulsión de mercaderes en el Templo
Al comenzar su vida pública, Jesús expulsó a los mercaderes del Templo en un acto que suscitó esperanzas en algunos y enemistad en los comprometidos con el mercadeo de las cosas de Dios.
Ahora va a suceder algo similar, pero no en vano han transcurrido tres años de intensa evangelización.
Jesús ya no se presenta solo como un reformador religioso, pues en el Templo se ha proclamado el Hijo de Dios igual al Padre. Está hablando en su casa, en la casa de Dios, y todo su poder se dejará ver con fuerza.
"Mi casa será llamada casa de oración"
"Llegan a Jerusalén. Y, entrando en el Templo, comenzó a expulsar a los que vendían y a los que compraban en el Templo, y derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo, y les enseñaba diciendo: ¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las gentes? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en una cueva de ladrones"(Mc).
La acción de Jesús apunta a lo más alto, los responsables son los que dirigen el Templo. El Sumo Sacerdote permite aquel barullo porque se enriquece con cada transacción. Si el dinero fluye a sus arcas, poco le importa el orden del Templo. Los que le asisten también son colaboradores de aquel abuso.
¿Con qué potestad haces tales cosas?
En realidad, la gloria del Altísimo era cuestión muy lejana de sus intereses. El mismo Sanedrín ha determinado que se le mate, pero Jesús actúa en el Templo, enseñando y corrigiendo abusos.
"Y mientras paseaba por el Templo, se le acercan los príncipes y los sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le dicen: ¿Con qué potestad haces tales cosas?, o ¿quién te ha dado tal potestad para hacerlas?".
Jesús les contestó de un modo sorprendente: "Yo también os haré una pregunta, respondedme, y os diré con qué potestad hago estas cosas: el bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Y deliberaban entre sí, diciendo: Si decimos que del cielo, dirá: ¿por qué, pues, no creísteis? Pero ¿vamos a decir que de los hombres?".
Temían a la gente; pues todos tenían a Juan como a un verdadero profeta. Y contestaron a Jesús: No lo sabemos. Entonces Jesús les dice: Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas"(Mc).
La autoridad de Jesús
Jesús tiene autoridad de rey; tiene la autoridad de quien tiene poder de hacer milagros; tiene autoridad de hombre perfecto y sabio; tiene la autoridad de Hijo de Dios; tiene la autoridad del Padre que le ha dado todo poder. Ninguna de ellas es aceptada por aquellos hombres de corazón envilecido.
Jesús no puede actuar con la claridad de la verdad a los que están cerrados a la luz. Y deja en evidencia a los que no quisieron creer en el Bautista, y no quieren creer en Él.
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Con información de: Catholic.net / ACI Prensa