José Macario Yépez, fue designado en 1835 vicario foráneo de Barquisimeto, dos años más tarde nombrado cura interino de la iglesia Inmaculada Concepción y al poco tiempo pasó a ser el párroco responsable del acontecer eclesiástico de toda la parroquia.
Fue un vicario que además del ejercicio dinámico de sus funciones, tuvo una dilatada y conocida trayectoria pública, por lo que supo ganarse el respeto y el aprecio de todos los estratos sociales de la colectividad barquisimetana.
En 1855 llegó a Barquisimeto la epidemia de cólera que azotaba el país. Como el contagio y el número de fallecidos aumentaba cada día, el padre Yépez decidió enfrentarla convocando el 14 de enero de 1856 a una rogativa en el sitio de Tierritas Blancas, donde habían colocado días antes, para la protección de los pobladores, una Cruz Salvadora.
Impartió instrucciones para que se hicieran las gestiones necesarias, con el fin de traer al sitio la imagen de la Divina Pastora desde Santa Rosa y la del Nazareno desde la iglesia Concepción. Buscaba realzar la rogativa, promoviendo el encuentro de ambas imágenes ante la Cruz Salvadora. El Nazareno llegó primero y la gente, de rodillas, esperó pacientemente la llegada de la Divina Pastora.
El padre Yépez, acompañado del presbítero José María Raldiriz, su amigo y colaborador más inmediato, presidió la ceremonia mientras los feligreses oraban, implorando el cese de la epidemia. Dicen que a partir de ese día la epidemia comenzó a perder su intensidad y hubo menos víctimas. Culminó la ceremonia ante la Cruz Salvadora y la imagen sagrada no regresó a su iglesia, sino que fue llevada a la iglesia Concepción, donde fue recibida por el padre Yépez, quien había ofrecido dar una plática para concluir a lo grande la rogativa.
Sus palabras resonaban en la iglesia, suplicando la ayuda celestial y exhortando a los fieles a que acudiesen confiadamente ante la Divina Pastora para implorar su amparo y protección, cuando de repente, en mitad de su discurso, el sacerdote cayó de rodillas ante la imagen de la Divina Pastora y con los brazos en cruz, ofreció su vida para que la epidemia tocara su fin, exclamando: “Virgen Santísima, Divina Pastora, en aras de la Justicia Divina, por el bien y salvación de este pueblo, te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu divino corazón, cuando recibiste en tus brazos a tu Santísimo Hijo en la bajada de la Cruz, te suplico Madre Mía, que salves a este pueblo, ¡"Que sea yo la última víctima del cólera"!
La epidemia efectivamente terminó gracias a la intercesión milagrosa de la Divina Pastora, y el padre Yépez, al morir el 16 de junio de 1856, se convirtió en la última víctima de esa ola de cólera. Fue así como quedó determinado que José Macario Yépez ofreció su vida el 14 de enero de 1856, en un sacrificio pleno de bondad y entrega, para salvar la ciudad de la epidemia de cólera. Esa es la tradición que ha perdurado hasta el presente, grabada en la memoria colectiva de los barquisimetanos Nuestra Señora.
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