Miércoles 27 de noviembre de 2024
Al Dia

En Colombia falleció la maestra actriz Sol Sosa

La comunidad cultural zuliana lamenta el fallecimiento de la Primera Actriz, Sol Sosa, ocurrida hoy en Colombia, tras un accidente…

En Colombia falleció la maestra actriz Sol Sosa
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La comunidad cultural zuliana lamenta el fallecimiento de la Primera Actriz, Sol Sosa, ocurrida hoy en Colombia, tras un accidente isquémico. Noticia Al Día entrega el testimonio de Alexis Blanco, publicado en su Facebook, quien desde hace medio siglo trabajó en títeres y teatro con la inolvidable maestra.

ECLIPSE DE AMOR…Mi maestra de la vida, Sol Sosa, ha muerto. De cierta manera también yo he muerto hoy, en algún lugar oscuro de Colombia. Ella fue mi madre también. Mi maestra y mentora. Ella me enseñó a pensar y a crear; a escribir y actuar. Fundamental resultó su lección suprema: respeta y serás respetable. Cuando ella cumplió cincuenta años (¿?) yo era un cometa embriagado de poder, vía Panorama, que la encontró ahí, en el viejo Palmarejo, desde donde me la traje a casa de mi mamá María Augusta. Se armó aquí una pequeña rumbita, animada por aquel percusionista que trabajó con Víctor Fuenmayor en los primeros años del TEP.

Vino también Egleé Oliveros y Rudelmis Montero, además de otros cuyo rostro veo borroso, quizás por estas lágrimas de sangre que ahora enceguecen mi alma. Compramos una torta y cerveza, etcétera. Entonces mis sendas madres, María Augusta y Sol, decidieron terminar con un secreto muy bien guardado entre ambas. Resulta que mucho tiempo atrás, mientras yo trabajaba con Sol con el grupo de títeres Colorín, pues hicimos muchas funciones que nos pagaron de modo espléndido y ella, honrada y noble hasta el tuétano, constituyó un “pote” o caja chica, donde guardó hasta el último céntimo que, llegado el momento y una vez descontados gastos y costos, nos repartimos entre ella y yo, a partes idénticas. Imaginen un verguito de 17 años, con más de cincuenta mil bolívares de aquella época, equivalentes a unos mil dólares de ahora mismo. Pues bien, cuando llegué a casa y le conté a María acerca del origen de aquella pequeña fortuna, ella, sagaz y perfecta en sus indagaciones del espíritu, me instigó a contarle más detalles de mis aventuras artísticas iniciáticas. Y con dulzura y con un quesillo delicioso me hizo explicarle la dirección de Sol Janine: carrito de El Milagro, esquina de la prolongación 72, antes del bar El último tiro. Y hasta allá fue a dar María Detectiv, tocándole la puerta a su Máter Ego, para verificar mi versión feliz. Se hicieron amigas de siempre, sororidad expendida hasta este precipicio por el que ahora me despeño todo. Prometieron ambas no decirme el secreto e hicieron ese pacto de cuidarme y protegerme y preservarme que hasta hoy involucró para mí el fulgor de la vida. Ahora estoy francamente eclipsado. Hace unos días escribí y publiqué por estas páginas facebook unas líneas de amor pidiendo la colaboración para salvar la vida de Sol Janine Sosa Faneite. Ahora no hace falta tanta diligencia. Les advierto que Sol leía a César Vallejo y también a Rulfo y Quiroga y a todos esos escritores que poetizaron la pobreza y la muerte y su don de terminar con todas las miserias. Era una extraordinaria actriz, capaz de hacer la mujer del Cepillo de Dientes, de Jorge Díaz; o la increíble mujer lagarta de El Bebé Furioso, de Manuel Martínez Mediero; o de ella misma un poco, según el Rouge Cabaret, de Lolimar Suárez. Conmigo canta y ora siempre esa Muñeca de Trapo con la que gané mis primeros estipendios como “artexano de la excena”.

También casi hicimos aquel recital Esta Noche…Lorca, con el ché Roberto López-Pinget. Jodida rueca del tiempo, espero y aspiro que aún vivan personas capaces de recordar estas historias mías, afligidas y vergación coño de la madre que hoy también se me ha ido, rumbo al Ganges, cantando, Si la muerte pisa mi huerto quien firmará que he muerto de muerte natural, etcétera, o aquella otra canción, de Alberto Cortez, que cantaba Lucecita Benítez:

“Me llevaré conmigo todas las madrugadas
Y enhebrando vivencias la canción trasnochada
Que nace en la bohemia de amigos y guitarras
Para que me acompañe dondequiera que vaya
Me llevaré conmigo en los pliegues del alma
La sonrisa de un niño, es decir la esperanza,
Esa brisa constante que sostiene mis alas
Y que va por delante remolcando mis ansias
Me llevaré conmigo los zapatos gastados
En todos los caminos por los que he caminado
Por los muchos amigos volverí­a descalzo
A pesar de las piedras si fuera necesario
Me llevaré conmigo la presencia de tantos
A los que no he podido estrecharles la mano
La próxima nos vemos y cualquier escenario
Será el sitio adecuado para darles mi canto
Me llevaré conmigo, de las cosas mas bellas,
Un sarape tejido con tejido de estrellas
Y un sombrero de luna, del cielo de esta tierra
Para que me cobijen el frí­o de la ausencia,
Me llevaré conmigo, Gustavo, que te pasa
Si el tiempo es un instante y un instante es mañana
Mañana nos veremos, mañana es cualquier dí­a,
Tiene leña la llama y seguirá encendida
Me llevaré conmigo la emoción florecida
De saber que sonaron por mi las golondrinas
Esta canción que acaso no es canción sino alma
Que se entrega al hermano cuando extiende sus alas
Y me iré lentamente, con el último aplauso,
Con el último vuelve y con el último abrazo
Yo sé que nos veremos cuando Dios lo decida
Dejo aquí­ lo que tengo: esta mano tendida…”.
Jodido dolor que atenaza mi delirio… He aquí que la memoria resbala, esa noche de lluvia un domingo sin público en la Sala Uno de la antigua Asociación de Ciegos, en La Lago, donde la actriz resbala y cae y después será fractura del coxis, menudencia que no impedirá que Sol Sosa haga la mejor función de su vida, para dos íngrimos espectadores, Franco Lenozzi y su mujer.

Creo que podría ir agregando tumas lapislázulis, esmeraldas y otras gemas autóctonas a un collar de recuerdos que ahora mismo me matan, eclipsan, silencian como un Tío Zancudo aplastado por las terribles jodidas memorias Real maravillosas de mi eterna maestra madre mentora que ya no vendrá hasta a mí para que le invitara una verguita y le contara algún brollo hilarante sobre el mal gusto de las condenadas por chabacanas. Ahora estará por allá, en el Olimpo de mis seres bienamados, comiendo arepas de queso de mi madre y pollito especial de su compadre Homero Montes o falafel del palestino Orlando Atique o…


Ay Ay Ay De transido dolor yo muero…

Alexis Blanco

Fotos: Cortesía

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