En julio de 1973 la capital del Zulia vibra a un ritmo diferente. Cuadrillas de obreros de la construcción se mueven por toda la ciudad edificando obras, que serán inauguradas durante las celebraciones del 150mo. aniversario de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.
Cuando se dan las últimas pinceladas comienzan a verse en nuestras calles embajadores escoltados por sus respectivos cónsules, miembros de la Guardia de Honor del presidente de la República y cientos de curiosos indagando sobre los personajes y las edificaciones. El entusiasmo es colectivo en la ciudad y la expectativa creada entre la población ha lanzado a los marabinos a las calles varios días antes de las fechas.
Más allá de tierra firme, una población flotante, proveniente de distintos rincones del mundo, ha tomado las aguas del Lago a bordo de imponentes buques de guerra. El paisaje lacustre ha cambiado por completo y las embarcaciones hacen ya sus primeros ensayos para participar en la revista naval.
El anunciado desfile sobre las aguas será uno de los actos más importantes del sesquicentenario. Faltan apenas horas para la memorable fecha y la ciudad se dispone a celebrarla por todo lo alto, durante tres días que harán historia en Maracaibo.
Cuando amanece el 22 de julio comienzan las inauguraciones. Ante los ojos inquietos de los zulianos, las edificaciones y la nueva vialidad van remodelando la capital del Zulia día a día. Plazas, monumentos y una serie de modernas avenidas, cambian radicalmente la fisonomía de Maracaibo y transforman el urbanismo local.
La inauguración más emblemática será la del parque y monumento a la marina el día 24, que contará con la presencia de los presidentes de Venezuela y Colombia, Rafael Caldera y Misael Pastrana Borrero. Su relevancia entre los actos obedece a la relación directa de la obra con la fecha patria y a su cercanía al lugar de los acontecimientos, del 24 de julio de 1823.
Las embarcaciones de guerra que participarán en la revista naval han despertado la curiosidad de la población, que ha comenzado a desbordar las calles cercanas al Lago desde tempranas horas de la mañana. Armados de binóculos y cámaras fotográficas, los marabinos se agrupan en las orillas disponibles y en los alrededores del puerto de Maracaibo, para captar desde algún ángulo la impresionante flota.
A bordo del buque británico se encuentra un joven de 24 años que, después de haber concluido su formación en el Ejército y la aviación, recibe entrenamiento en la Armada real. Su presencia en las aguas del Lago ha pasado inadvertida, pero el joven oficial no es precisamente un desconocido. Está destinado a convertirse en Rey de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de todos los estados soberanos del Reino de la Mancomunidad de Naciones. Se trata de Carlos de Inglaterra, príncipe de Gales.
Las inauguraciones progresan a ritmo acelerado en la ciudad, entre ríos de marabinos entusiastas e incontables visitantes ilustres. Al caer la tarde, el champagne comienza a burbujear en los salones y Maracaibo se convierte en un torbellino de galas y festejos.
La recepción que ofrece el gobernador del Zulia a los presidentes Caldera y Pastrana será recordada como un hito en la historia de la vida social de la ciudad. Contó con la presencia de todas las personalidades nacionales y extranjeras, invitadas a participar de las festividades, y tuvo lugar en la residencia del gobernador Hilarión Cardozo Esteva, el día 23 de julio a las ocho de la noche.
La asistencia del Príncipe de Gales a la recepción ofrecida por el Gobernador requirió de un programa meticuloso, dentro del cual la destreza de la Capitanía del Puerto de Maracaibo jugó un papel crucial. En un despacho completamente saturado, debido a la actividad que implicaba la presencia masiva de buques extranjeros en el Lago, la labor del puerto fue encomiable, organizando a la perfección durante tres días el intenso movimiento lacustre.
La mañana del día 23, tal como lo acordé con el capitán del puerto, me dirigí a la sede de la Capitanía. Desde allí se le comunicó al buque inglés la misión que me llevaría en los próximos minutos hasta la embarcación. Todo estaba previamente coordinado y los horarios iban cumpliéndose al detalle.
Además del contacto directo con el comodoro y el capitán del navío, para ponerlos al día sobre los detalles de la recepción, la misión implicaba la coordinación de mi rol como asistente del Príncipe durante el evento social de esa noche. La recepción del día 23 sería el único paso por tierra firme en su visita al Zulia y el programa se organizaría sobre la base de que el heredero al trono no llegaba a Maracaibo en visita oficial.
Cursaba su formación dentro de la Marina Real Británica y era, por lo tanto, uno más entre los oficiales que conformaban la tripulación del buque inglés. Como tal asistiría en calidad de invitado a la recepción en la residencia del gobernador y lo haría junto a un grupo de sus compañeros, liderados por el comodoro y el capitán del buque.
El itinerario se cumplió puntualmente y, como estaba previsto, los recibí a la hora señalada en el portón de la residencia oficial del jefe del estado. Hechas las presentaciones de rigor entramos todos juntos y conduje al grupo por el ancho sendero que, desde el gran portón, nos llevaba hasta el porche de la casa.
De allí pasaron todos al salón principal de la residencia, donde recibían en línea el presidente Rafael Caldera y la primera dama, junto al Gobernador y su señora. Después del saludo y de una breve conversación del Príncipe con el presidente Caldera, caminamos todos juntos hacia la gran terraza y los oficiales que acompañaban al Príncipe se dispersaron entre los invitados.
El lugar lucía regio, con toldos en tonos pastel, decoraciones florales y un cuarteto de la recién estrenada Orquesta Sinfónica de Maracaibo, que interpretaba música de fondo. Cuando avanzamos hacia la terraza, se percibió en el ambiente el impacto que causaba la presencia del príncipe de Gales en la fiesta. La gente comenzó a reconocerlo e incontables personas se acercaban ansiosas a estrechar su mano.
Un cálido juego de luces se había instalado en la residencia para la ocasión, destinado a destacar el jardín y los arreglos florales. La iluminación resaltaba el carácter tropical del entorno y era evidente que resultaba exótico al visitante. Su interés por el medio ambiente, que ha generado ríos de tinta en los diarios del mundo, se dejó ver de cerca esa noche en Maracaibo, mientras contemplaba acucioso las especies de nuestra flora.
El Príncipe escuchó con atención a todas las personas que se acercaron a saludarlo durante la velada y dedicó parte de su tiempo a interesarse por el cuarteto de la orquesta sinfónica y por las piezas que interpretaba. Hacia la medianoche recorrió los jardines de la residencia por última vez, antes de despedirse junto a sus compañeros y regresar al muelle.
Allí le esperaba una lancha de la Capitanía del Puerto de Maracaibo que, bajo los reflejos del Catatumbo, le llevaría de nuevo hasta el buque de la Armada Británica, preparado para zarpar al amanecer.