Su baño puede ser el sitio ideal para relajarse luego de un día duro de trabajo y usted a lo mejor no lo ha advertido. Descúbralo, todavía está a tiempo, y disfrute de las agradables ventajas que nos ofrece una buena ducha.
No hay nada mejor para relajarse que recurrir a las prodigiosas virtudes que ofrece el agua. Una tranquila ducha en una tina, en yacusi, o simplemente en la muy común y ordinaria regadera que usamos a diario en el baño de nuestras casas, permite a nuestro cuerpo despojarse de las presiones del día y hasta entrar en contacto con nosotros mismos.
A lo mejor estamos hablando de una experiencia que no es nada nueva. La mayoría de las personas suelen apelar a una refrescante ducha cuando llegan del trabajo agotados. El fuerte trajín del día, el regreso a casa en las tardes que se hace interminable cuando nos toca soportar el siempre convulsionado tráfico citadino, el sudor pegado en la piel que nos choca cuando aparece el crespúsculo, la necesidad de cambiarnos la ropa que nos pusimos desde la mañana, el escozor que producen las medias que cubren nuestros pies, y las ganas de mandar al infierno los calzados, todo esto nos obliga a buscar el agua de la ducha como un aliciente.
Eso por ello que llegamos desesperados a nuestras casas, nos quitarnos todo lo que llevamos encima y nos metemos bajo el agua unos segundos. Y es en el baño cuando sentimos que el agua que cae en nuestra cabeza e irriga todo el cuerpo funciona como una suerte de bálsamo acuoso que distiende los nervios, atempera la tensión interna y relaja los diferentes órganos del cuerpo.
No obstante, a veces pareciera que no aprovechamos realmente las virtudes que nos depara el agua de la ducha. Por lo general la mayoría de la gente entra presurosa al baño para cumplir con su requisito de aseo personal diario. Se enjabona, se saca la espuma y luego se seca. Es lo normal y lo propio de un rito que se practica desde tiempos inmemoriales. Si se tiene mucha hambre esa permanencia en el baño es por supuesto más breve. Más efímera es la estadía cuando debemos llegar a la casa, nos aseamos rápidamente y cambiamos de ropa al mismo ritmo porque debemos salir de nuevo para cumplir un compromiso impostergable en la noche.
El agua de la ducha de nuestras casas, como la del mar o la del río, no solamente ayuda a asearnos y divertirnos. Es un recurso, en sus diferentes formas de uso, que podemos tener como un aliado permanente y económico al momento que deseamos relajarnos verdaderamente y buscar esos estados de quietud y reflexión que todos a veces deseamos tener para poder estar con nosotros mismos y con nuestro mundo interior.
No es nada casual que desde un tiempo para acá se haya puesto en boga la utilización del agua como técnica para aplicar masajes en los centros de meditación, en ciertas clínicas especializadas, en los llamados spa y en algunos gimnasios, todo con el fin de brindar servicio a profesionales y ejecutivos altamente estresados, a personas con dificultades para dormir, a pacientes con problemas de depresión y anorexia, y hasta a ancianos que padecen problemas nerviosos.
Si a ver vamos, la utilización del agua como recurso terapéutico y relajación no es nada nuevo. Basta con mencionar los baños con agua fría, sobre todo la de origen termal, los cuales se han empleado desde hace mucho tiempo para tratar ciertas enfermedades, incluso algunas de orden incapacitantes.
DISFRUTE DEL CHORRO
Hay personas que para conocer los agradables efectos del agua como recurso de relajación pagan en los centros de meditación, en las clínicas especializadas, en los spas o en los gimnasios. Algunos imaginamos que lo hacen porque necesitan de ayuda asistida, lo cual es totalmente pertinente. Otros, porque prefieren cambiar el ambiente de la casa por uno en el que creen pueden gozar de una mejor relajación. Y hay unos que, bueno, les place hacer relaciones públicas…
Pero si usted es de los que considera que el baño de su casa es, además de un sitio íntimo de aseo personal, el lugar perfecto y preferido para dejar escapar las presiones del día y olvidarse de todo, pues no gaste un céntimo. Abra todos los días la regadera y deje que el chorro de agua descienda sobre su cabeza y cubra su cuerpo hasta convertirlo en una suave esponja.
Sentirá que la frescura del agua va entrando en los poros y que la humedad que absorbe el cuerpo convierte sus nervios en frágiles espumas. Si el agua es tibia por el calentador, o si es fría, los efectos son generalmente similares. El gusto por la temperatura de ese chorro es una selección que va acorde con la preferencia de cada quien.
Sumérjase en su mundo ideal y a medida que sienta que el agua envuelve su cuerpo deje atrás en la memoria los recuerdos desagradables del día, las labores que quedaron pendientes en su agenda, entierre las fobias, evapore de su mente los malos pensamientos y los rencores. Asuma que no está físicamente en el baño de su casa, sino en ese lugar que algún día soñó.
En pocas palabras, olvídese que está en el baño de su casa o apartamento, sino muy lejos de su mundo cotidiano. Si lo prefiere ponga música instrumental relajante, o algunas de las melodías que más le agrada escuchar y que siempre le traen gratos recuerdos.
Si lo que le gusta es bañarse en la tina, pues, dese un lujo: compre esencias aromáticas, las que más esté en sintonía con su fino olfato, y viértalas al agua sea ésta fría o caliente. Despliegue su cuerpo y permita que sea el agua la que le diga que está en un verdadero paraíso.
Para disfrutar de las bondades de la ducha además del agua es necesario también tener mucha imaginación. Ambos se complementan y permiten que el acto de la relajación adquiera una dimensión más plena y efectiva.