Jueves 09 de octubre de 2025
Al Dia

Un escritor húngaro ganó hoy el Premio Nobel de Literatura

LÁSZLÓ KRASZNAHORKAI…El Premio Nobel de Literatura 2025 reconoce la obra de un escritor fundamental de nuestro tiempo.

Un escritor húngaro ganó hoy el Premio Nobel de Literatura
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LÁSZLÓ KRASZNAHORKAI…El Premio Nobel de Literatura 2025 reconoce la obra de un escritor fundamental de nuestro tiempo. Con pinzas, extraeré, a vuelo de pájaro, citas clave de cuatro de sus libros que tengo el honor y el orgullo de poseer, en pdf, merced a mi bienaventurada amistad con don Diomedes Cordero, director de publicaciones de la Universidad de los Andes.

Espero y aspiro que dichos fragmentos preciosos reflejen mi intención como periodista de presentar una parte ínfima de la monumental obra de uno de los más importantes creadores de nuestra complicada era. Un deber y un honor hacerlo. Brindemos ahora con un exquisito vino húngaro Tocaji…¡Salud!

Según refiere la oficina de prensa de la Academia Sueca, desde Estocolmo, “El Premio Nobel de Literatura 2025 László Krasznahorkai es un gran escritor épico en la tradición centroeuropea que se extiende a través de Kafka hasta Thomas Bernhard, y se caracteriza por el absurdo y el exceso grotesco”
[…] Pero hay más cuerdas en su arco, y pronto mira hacia el Este adoptando un tono más contemplativo y finamente calibrado. El resultado es una serie de obras inspiradas por las profundas impresiones dejadas por sus viajes a China y Japón.

Sobre la búsqueda de un jardín secreto, su novela de 2003 ‘Északról hegy, Délr ől tó, Nyugatról utak, Keletr ől folyó’ (‘Una montaña al norte, un lago al sur, caminos al oeste, un río al este’, 2022) es un misterioso cuento con poderosas secciones líricas que tiene lugar al sureste de Kioto. La obra tiene el sentido de un preludio del rico ‘Seiobo járt odalent’ (2008; ‘Seiobo There Below’, 2013), una colección de diecisiete historias organizadas en una secuencia de Fibonacci sobre el papel de la belleza y la creación artística en un mundo de ceguera e impermanencia.”[…] Junto a su quinteto de épicas, representa la obra principal de Krasznahorkai.

Particularmente inolvidable es su primera escena en la que una garza blanca como la nieve se mantiene inmóvil en medio del río Kamo en Kioto, esperando a su víctima en los remolinos de abajo. Invisible a las masas de personas que pasan, el pájaro se convierte en una imagen elusiva de la situación particular del artista.


El hilo común que recorre el libro es el mito japonés sobre Seiobo, quien según la leyenda protege el jardín que, cada tres mil años, produce frutos que otorga la inmortalidad. En el libro, el mito es acerca de la creación de una obra de arte y, en una cadena de episodios, seguimos la génesis de tal obra en los más diversos tiempos y entornos. A menudo el acto de creación ocurre después de un largo período de preparación marcado por la tradición y la artesanía practicada.

Las obras también pueden surgir como resultado de circunstancias retrasadas o confusas, como en la historia del peligroso transporte de una pintura inconclusa por el renombrado artista renacentista Pietro Vannucci, desde Florencia a Perugia, la ciudad del nacimiento de este último. Aunque todo el mundo cree que Perugino, como es conocido comúnmente, ha dejado de pintar, es en Perugia donde se produce un milagro.

El artista mismo está, como tantas veces en ‘Seiobo There Below’, ausente de estas historias. En lugar de ello, se nos presentan cifras que se sitúan ligeramente en un lado de la labor que pronto va a surgir. Estos podrían incluir conserjes, espectadores o artesanos dedicados, que rara vez o nunca entienden el significado de la obra en la que participan. El libro es una representación magistral, en cuyo curso el lector es llevado a través de una fila de ‘puertas laterales’ al inexplicable acto de la creación.”.

DE TANGO SATÁNICO


La señora Schmidt estalló: «¿Qué dices? ¿Qué me toca?». «No he dicho nada—respondió Futaki en voz baja—. Y habla más bajo, que si no se va a despertar». Las horas transcurrían lentamente; por fortuna para ellos, el despertador llevaba tiempo sin funcionar y, por tanto, su tictac no les indicaba su paso; aun así, la mujer miraba las agujas inmóviles mientras removía la carne con salsa de páprika que se iba cocinando a fuego lento.


Luego se sentaron con mirada apática ante los platos humeantes, a pesar de la continua presión de la señora Schmidt («¿A qué esperáis? ¿Vais a comer por la noche, calados hasta los huesos?»), no probaron bocado. No encendieron la luz, y eso que en la torturante espera comenzaron a desdibujarse los objetos que tenían delante, los santos cobraron vida en las paredes, a veces hasta daba la impresión de que alguien yacía en la cama, y para librarse de esas visiones de vez en cuando se miraban de reojo, si bien
la expresión de los tres sólo reflejaba impotencia; sabían que no podían ponerse en marcha antes de caer la noche (pues estaban seguros de que o la señora Halics o el director estaban sentados detrás de la ventana observando el camino que conducía al Secadal, preguntándose cada vez más
angustiados por qué tardaban Schmidt y Kráner casi medio día en llegar), pero ora Schmidt, ora la mujer no podían evitar levantarse dispuestos a partir en medio del crepúsculo prescindiendo de toda cautela.

«Ahora van al cine—señaló Futaki en voz baja—“. […] Al finalizar el Paleozoico, un proceso de hundimiento se inicia en toda Centroeuropa. Lógicamente, nuestra tierra húngara también se ve afectada.
En este nuevo proceso geogénico, las cadenas montañosas de formación paleozoica se hunden y acaban cubiertas de sedimentos marinos.

En el curso del hundimiento, el territorio de Hungría se convierte en parte del mar que cubre Europa del Sur, concretamente en su golfo noroccidental. El mar predomina durante todo el Mesozoico. El doctor estaba sentado junto a la ventana, con gesto malhumorado, el hombro apoyado en la pared fría y
húmeda, y ni siquiera había de mover la cabeza para observar la explotación por el hueco que quedaba entre la cortina sucia con estampado de flores que le legara su madre y el marco carcomido de la ventana, le bastaba levantar la vista del libro; le bastaba una única mirada para constatar el más mínimo
cambio, y aunque muy de vez en cuando podía ocurrir que se perdiera algo —fuese por estar sumido en sus pensamientos, fuese por hallarse alejado de su puesto de observación—, su extraordinario oído le servía de ayuda…”.

DE MELANCOLÍA DE LA RESISTENCIA

Tragicómica y melancólica, esta novela nos presenta un mundo plúmbeo y totalitario, dominado por fuerzas ciegas e impersonales. Un escenario humano desolador en el que la inteligencia es anulada
por la fuerza bruta y la violencia, y en el que el caos arrastra irremediablemente a unos personajes que, entre el conformismo y la insignificancia, no aciertan a crear un orden nuevo menos cruel y menos gris. El estallido de violencia no alcanza siquiera el rango de revolución y la vida transcurre, en esta pequeña y anónima ciudad húngara, sumida en una atmósfera de terror y amarga ironía. Melancolía de la resistencia es una obra maestra del humor negro:


“Creyó que si algún día pudiera ver con claridad al menos un fragmento de este caos, le resultaría más fácil orientarse y, por tanto, defenderse en caso de un «eventual derrumbe» (aunque «Dios me guarde de que sea necesario»). Sin embargo, allí delante del anuncio, bañado por una luz escasa, su angustia no hizo más que crecer, ya que así como hasta ese momento el problema había residido en la ausencia de racionalidad en todo cuanto había experimentado como testigo y como víctima, ahora —como si esta «escasez» («La ballena gigante más grande del mundo y otras sensaciones secretas de la naturaleza») fuera de pronto demasiado —, ahora se veía obligada a reflexionar sobre si, en todo esto, no actuaría una razón sólida, pero al mismo tiempo irracional.


Porque ¿un circo? ¿Aquí? ¿Cuándo nadie sabe si no se va hundir la tierra mañana mismo? ¿Dejar entrar este íncubo tirado por una bestia maloliente? ¿Cuándo la ciudad es toda ella una continua amenaza? ¿Quién tiene ganas de divertirse en medio de este caos? ¿Qué broma de mal gusto es esta? ¡Qué idea más inconcebible y cruel! ¿No será que… de eso se trata, precisamente, de que… ya todo da igual? ¿De que alguien… «se divierte en la confusión»? A toda prisa, dio la espalda a la cartelera y cruzó la calle.

Al otro lado se levantaban unos edificios de dos plantas y por algunas ventanas se filtraba una luz tenue. Apretando el bolso contra el cuerpo, se inclinó un poco hacia adelante para hacer frente al viento. Al llegar al último portal, miró otra vez atrás, abrió la puerta y la cerró tras entrar. La barandilla estaba helada. La palmera, un toque de color muy cuidado y querido en la casa —de la que antes de la partida de la señora Pflaum ya se sabía que no habría forma de salvarla—, se había helado de forma irremediable en el descansillo. Un silencio ahogado rodeaba a la señora Pflaum.

Había llegado. En su puerta la esperaba un mensaje escrito en una tarjeta y encajado en el resquicio superior del picaporte. Le echó un vistazo, torció el gesto y entró; cerró con llave las dos cerraduras y enseguida puso también la cadena de seguridad.”

DE GUERRA Y GUERRA


En un oscuro puente del ferrocarril, Korin está a punto de ser atacado y robado por unos violentos adolescentes. Desesperado, enloquecido por momentos, pero siempre empático, ha descubierto en los archivos de una pequeña ciudad húngara un antiguo manuscrito de sorprendente belleza:
narra la épica historia de dos camaradas que luchan por regresar a casa tras la guerra. Korin está decidido a suicidarse, pero antes de hacerlo cree que debe huir a Nueva York con el precioso manuscrito y preservarlo para la eternidad colgándolo en una web.

Siguiendo a Korin obsesivamente por las calles de Nueva York, la novela relata sus encuentros con los diversos tipos humanos que pueblan un mundo dividido entre el vicio y una misteriosa belleza.


“COMO UNA CASA EN LLAMAS


1. Ya no me importa morir, dijo Korin, y tras un largo silencio, señalando un estanque cercano, preguntó: ¿Aquello son cisnes?…” […] 14. Eran todos más o menos de la misma edad, el más joven tenía quizá once, el mayor unos trece o catorce, pero todos escondían como mínimo una navaja de afeitar en un estuche, y no sólo la escondían, sino que todos, desde el más pequeño hasta el mayor, manejaban a la perfección esa que llamaban «pincho», o esas tres que denominaban «dispositivo», no había entre ellos ni uno que no fuera capaz de desenvainar la navaja en un abrir y cerrar de ojos, tenerla entre dos dedos, y, sin pestañear, clavando la vista en la víctima, darle luego a ésta en la yugular con la rapidez de un rayo, eso era lo que mejor sabían hacer, en especial juntos, los siete a la vez, lo cual los convertía en personajes particularmente peligrosos, y, en efecto, empezaba ya a conferirles cierta fama y, claro, ellos habían practicado con regularidad hasta llegar a donde estaban, habían practicado siguiendo un plan de Ku lo entrenamiento preciso, lo habían repetido cientos y cientos de veces en escenarios siempre distintos hasta llegar a una velocidad y a una coordinación inimitables e insuperables, de modo que cuando alcanzaron un nivel perfecto, cuando en un ataque quedaba claro sin mediar palabra quién daba el primer paso y quién se quedaba atrás y en qué orden, ya no había lugar para la fanfarronería, simplemente no cabía ni hablar del asunto…”.

DE AL NORTE LA MONTAÑA, AL SUR EL LAGO, AL OESTE EL CAMINO, AL ESTE EL RÍO


Al sur de Kioto, junto a la vía del tren de la línea de Keihan, a sólo una parada de la ciudad, hay un monasterio. Una escalada laberíntica conduce al nieto del príncipe de Genji a este lugar apartado. No muy lejos de allí, dicen, tiene que hallarse el jardín más hermoso del mundo. Camina por todo el recinto del monasterio como movido por una fuerza interior. Una construcción sutil ha dado forma a la naturaleza, cada cosa tiene su lugar y cada forma su significado. Y así se desplaza una mirada perspicaz y minuciosa sobre la naturaleza, sobre las plantas, el viento y los pájaros, pero también sobre la arquitectura, las pagodas, las terrazas y los patios.


Dejar que lo pequeño devenga grande, desplazar lo secreto al centro de atención, rastrear la belleza de lo cotidiano, eso es lo que hace László Krasznahorkai en este viaje literario al Japón, un libro de una prosa embriagadora, fascinante, que nos transporta al universo ideológico y sentimental del país nipón.
III
No encontró la puerta allá donde la había supuesto. Cuando tomó conciencia de haber entrado, ya llevaba un rato dentro. No podía saberse cómo se entraba. El hecho es, sin embargo, que de súbito se halló en el interior y que justo ante él se alzaba de repente, ya al otro lado del muro, el enorme edificio de entrada denominado Nan-Daimon: cuatro pares de gruesos y gigantescos pilares de ciprés de hinoki pulidos a la perfección encima de un pedestal elevado y, sobre ellos, un doble techo ligeramente
arqueado en los bordes, dos techos superpuestos de tal manera que parecía haber existido un momento en el que dos inmensas hojas otoñales, un tanto quemadas en los bordes, se hubieran precipitado abajo una tras otra y solamente una hubiera llegado.

Una había arribado, en efecto, a buen puerto y se había posado sobre la viguería que se asentaba sobre los pilares, mientras la otra continuaba camino abajo en la perfecta simetría del aire,
que, como si actuase con una mínima e inefable fuerza de atracción, no la dejaba concluir su descenso ni depositarse sobre su compañera…”.

Noticia al Día
(Alexis Blanco)

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