En esa Maracaibo cálida, cuna de cultores, artistas plásticos, músicos, pintores, teatreros, melómanos, amantes del cine, de la poesía, del arte en todo su esplendor y que aflora y destaca, cada vez que quiere. Aquí vivió el centenario Jesús Soto, tres intensos años, atizando las musas de la pintura y la escultura en esta ciudad, tan distinta a su cuna donde fue arrullado desde su nacimiento en Ciudad Bolívar.
Cuando llegó por primera vez a la capital del Zulia, apenas tenía 24 años edad. Era un joven que recién culminaba estudios en la Escuela de Artes de Caracas, y su trabajo era de tal significación, que fue seleccionado para dirigir la Escuela de Artes Julio Árraga en la capital zuliana. Hoy recordamos al gran maestro, a cien años de su nacimiento, con su obra del cinetismo, donde destaca que la realidad iba más alla de las formas, para convertirse en movimiento, vibración, colores y líneas que juegan con la mente de sus espectadores.
Ese importante centro de educación cultural funcionaba en las adyacencias de El Convento, en pleno centro urbano de Maracaibo, donde se reunían poetas y artistas de todas las tallas, que representaban al estado como uno de los más destacados del país, con hombres de excelentes plumas y pinceles.
Aquella ciudad con un puerto histórico, con casas de formas aldeanas, sin centros comerciales aún, fue el refugio de Soto para impresionar con su arte, con sus “penetrables” en medio de una poderosa tradición de poetas populares y músicos de calle.
Pasaron los años y el artista declaró en una oportunidad que el bullicioso mercado principal de la Plaza Baralt lo impresionó, la dinámica y la expresividad desbordada de la gente, representaban para muchos el tema de inspiración.
Esos mil días de trabajo en Maracaibo le dieron la madurez necesaria para embarcar en el vapor italiano El Olimpia, que lo llevó a París en el otoño de 1950, para sembrarse en sus bulevares, en su historia artística. Testimonios, crónicas y fotografías recrean sus cantatas en los cafés parisinos.
Los años siguieron. Su trabajo recorrió el mundo y su primer penetrable para la Bienal de Venecia lo realizó en 1966.
Se trata de piezas formadas por barras flexibles o de goma, agrupadas en un bloque que a lo lejos se ve sólido, pero donde el espectador puede entrar y sumergirse en una experiencia de líneas que envuelven la visión, como una fuerte lluvia
La serie Penetrables (1967-2005) “personifica la síntesis de la investigación del artista sobre la luz, el movimiento y el espacio. Inicialmente habló de ellos como “trabajos envolventes”, un tipo de arte que daría a las personas el sentido de forma y densidad del espacio.
El Penetrable del Zulia
La obra del maestro cinético Soto, titulada Penetrable del Zulia, se convirtió en un gran símbolo para el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez (CAMLB) y el Zulia. Le da la bienvenida, con su movimiento, a los visitantes al centro en su hall de entrada.
Es el único penetrable del maestro, en contener agua en su composición original. El hecho de que las personas puedan “sumergirse dentro de la obra”, lo convierte en una experiencia única para los sentidos humanos como la vista, tacto, olfato y audición, generando esa sensibilidad que solo la magia del arte regala, no obstante, como todo en la vida, necesita mantenimiento y reclama inmediata atención para no perderlo y es el clamor que hoy se hace desde el CAMLB.
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Javier Sánchez
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