En un mundo cada vez más dominado por la tecnología y la inmediatez, una antigua doctrina vuelve a cobrar relevancia entre quienes buscan respuestas más allá de lo tangible.
El espiritismo, codificado por el pedagogo francés Allan Kardec en el siglo XIX, se presenta como una propuesta audaz que fusiona ciencia, filosofía y religión en un intento por descifrar los misterios de la vida, la muerte y el propósito humano.

Una búsqueda ancestral
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha dirigido su mirada hacia lo desconocido, intentando comprender el enigma de la existencia. En ese contexto, el espiritismo surge como una alternativa que no se limita a la fe, sino que propone una estructura racional para abordar lo espiritual. Kardec, considerado el padre del espiritismo moderno, planteó que somos espíritus encarnados en cuerpos materiales, y que nuestra vida terrenal es solo una etapa dentro de un proceso evolutivo más amplio.
¿Un Mundo Paralelo?
En el núcleo de esta doctrina se encuentra la idea de que existe un mundo espiritual que coexiste con el físico. Según el espiritismo, la muerte no representa un final, sino una transición hacia otra forma de existencia. Los espíritus, una vez liberados del cuerpo, conservan su identidad y pueden comunicarse con los vivos a través de médiums, personas con la capacidad de servir como puente entre ambos planos.
Este fenómeno, lejos de ser considerado mágico, se explica como una interacción natural regida por leyes aún poco comprendidas por la ciencia tradicional. Kardec defendía que estos contactos no eran milagros, sino manifestaciones que podían estudiarse y entenderse con rigor.
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El Legado de Kardec
Obras como El Libro de los Médiums y El Libro de los Espíritus no buscan convencer mediante lo sobrenatural, sino ofrecer herramientas para la reflexión y el análisis. En ellas, Kardec propone que cada acción humana tiene consecuencias espirituales, y que la evolución del alma depende de la comprensión y responsabilidad de nuestros actos.
Más allá de dogmas, el espiritismo invita a una transformación moral guiada por los principios de amor y caridad enseñados por Jesucristo. En su dimensión filosófica, cuestiona el sentido de la vida; como ciencia, promueve la investigación; y como religión, llama a la mejora interior.
¿El eslabón perdido?
En tiempos donde la espiritualidad parece diluirse entre el ruido de lo cotidiano, el espiritismo ofrece una mirada alternativa: una que no teme explorar lo invisible, lo intangible, lo etéreo.
¿Podría esta doctrina ser el puente que une nuestra realidad con un universo más vasto y profundo?
Tal vez la respuesta no esté en los laboratorios ni en los templos, sino en la mente de quienes se atreven a escuchar lo que flota en el aire. Porque, como sugiere el espiritismo, el verdadero destino del ser humano podría estar más allá de la carne… y más cerca del espíritu.
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Hannabelle Urdaneta
Noticia al Dia