En el corazón de los llanos venezolanos, específicamente en el estado Portuguesa, el mes de mayo no trae solo lluvias y florecimiento, para sus habitantes, este período marca el retorno de las ánimas errantes, espectros que vagan en la penumbra buscando incautos.
Las viejas advertencias resuenan en los hogares: durante las noches de mayo, es mejor permanecer resguardado, lejos de los peligros que acechan a aquellos que buscan placer o fortuna desafiando la oscuridad.
Tras la sombra del silbido: La trágica historia de Joaquín Flores
La figura central de este terror nocturno es conocida como «El Silbón». Se cuenta que su nombre era Joaquín Flores, nacido en El Vijao, Barinas, en algún momento del siglo XIX o quizás incluso antes. Hijo ilegítimo de Carolina Flores y Rosendo Silva, Joaquín creció junto a su hermano Juan y su fiel perro «Tudesco», cuyo nombre evoca la temprana presencia alemana en tierras venezolanas. Apodado «Canilludo» por su delgada figura, Joaquín era un joven caprichoso y de temperamento irascible, quizás marcado por la ausencia paterna y el exceso de consentimiento materno.
El origen de la maldición: Ira, parricidio y una condena eterna
La leyenda narra que un fatídico día de mayo, Joaquín salió de cacería con su padre, quien buscaba corregir su creciente afición a la bebida. Impaciente por obtener un venado, el joven pasaba más tiempo silbando que cazando, frustrando a su progenitor. Ante la negativa de su padre de cazar por él, Joaquín sintió un profundo resentimiento.
En el camino de regreso, bajo una llovizna presagio de tormenta, un tronco bloqueó su paso. La petición burlona de Joaquín de que su padre enderezara lo torcido encontró una amarga respuesta: «Eso mismo pasó conmigo, me dejaste crecer torcido y ahora pretendes enderezarme».
En un arrebato de ira, Joaquín atacó a su padre, asesinándolo brutalmente. En su agonía, el padre maldijo a su hijo a vagar por la eternidad, cargando sus huesos como un tormento eterno y sin poder dejar de silbar. La macabra historia no terminó allí: se dice que Joaquín llevó las entrañas de su padre a su madre para que las cocinara, y algunos relatos sugieren que también acabó con la vida de ella, escapando tras un intento fallido de su hermano Juan por detenerlo.
El anuncio del terror: Un silbido engañoso y un saco de huesos
Desde aquel horrendo acto, se cree que el alma en pena de Joaquín vaga por los llanos como «El Silbón», acompañado eternamente por su fiel perro Tudesco. Su presencia se anuncia con un silbido peculiar: cuando se escucha cerca, en realidad está lejos, y viceversa. Los lugareños saben que los relámpagos y la lluvia de las noches de mayo preceden su llegada. Un escalofriante presagio de su cercanía ocurre cuando una familia escucha el sonido de un saco cayendo al suelo durante la noche. Se dice que es el Silbón contando los huesos de su padre. Si alguien lo escucha contar, no hay peligro; pero si su conteo pasa inadvertido, al amanecer, la muerte visitará a un miembro de esa familia.
Así, la leyenda del Silbón perdura en el estado Portuguesa, un recordatorio sombrío de las consecuencias de la ira y la maldad, y una razón para que, al caer las lluvias de mayo, los habitantes se refugien en sus hogares, temiendo escuchar el silbido que anuncia la llegada de la muerte.

Noticia al Día /Hannabelle Urdaneta