Sábado 06 de diciembre de 2025
Al Dia

Larry Walters murió un 6 de octubre de 1993: El camionero que voló a casi 5000 metros de altura en una silla atado a 42 globos

Su historia inspiró el "Cluster Ballooning", un deporte extremo, y fue fuente de inspiración para otras personas que replicaron sus vuelos

Larry Walters murió un 6 de octubre de 1993: El camionero que voló a casi 5000 metros de altura en una silla atado a 42 globos
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Un 6 de octubre murió un 6 de octubre, pero antes de morir de forma trágica se había convertido en una celebridad. Despegó el 2 de julio de 1982 desde San Pedro, California, elevándose a unos 4.900 metros de altitud y cruzando el espacio aéreo del aeropuerto de Long Beach.

Para descender, disparó a algunos globos, pero al enredarse en cables eléctricos, provocó un apagón en Long Beach.

La historia de Larry

El 12 de julio de 1982, Larry Walters, un californiano sin formación como piloto, decidió llevar a cabo un viejo sueño: volar. Para hacerlo, ideó un plan tan insólito como arriesgado. Con la ayuda de su novia y algunos amigos, ató 42 globos meteorológicos llenos de helio a su silla de jardín, la bautizó como “Chair Force 1” y se preparó para el despegue desde Los Ángeles.

En principio, su idea era ascender de forma controlada, flotar un rato y luego descender lentamente.

Sin embargo, apenas comenzó la aventura, todo se desvió. La soga que mantenía el artefacto en tierra se soltó antes de lo previsto y, de golpe, Larry fue impulsado a más de 4800 metros de altura. Así, sin buscarlo, ingresó en el espacio aéreo controlado y sorprendió a pilotos y autoridades por igual.

Finalmente, cuando logró aterrizar, ya había hecho historia: protagonizó uno de los vuelos más curiosos jamás registrados y obtuvo un récord Guinness por el ascenso más alto en una silla atada a globos, convirtiéndose, sin proponérselo, en leyenda.

El hombre, nacido y criado en Los Ángeles, California, siempre tuvo el sueño de volar. Justamente, en diálogo con The New Yorker, él mismo contó que su fascinación por los globos comenzó cuando tenía ocho o nueve años, tras una visita a Disneyland, donde vio a una mujer con globos de Mickey Mouse y pensó que con suficientes globos uno podía elevarse.

A los trece años, vio globos meteorológicos en una tienda militar y decidió que esos eran los ideales para lograr su sueño. Durante años experimentó con gas hidrógeno, fabricó generadores caseros e infló globos pequeños, siempre con la idea de alcanzar el cielo.

Sin embargo, su sueño de ser piloto nunca se concretó debido a que su visión era demasiado mala, lo que le impidió ingresar a la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Tras cumplir el servicio militar en Vietnam como cocinero y luego trabajar como camionero, Larry nunca dejó de desear volar. En 1972, dijo haber tenido una revelación: “Es ahora o nunca, tengo que hacerlo”. Así, planeó atar varios globos meteorológicos llenos de helio a una silla de jardín para elevarse lentamente unos nueve metros sobre el patio trasero de la casa de su novia y flotar varias horas.

El gran día: los preparativos y un despegue inesperado


Para llevar adelante su atrevido plan, Larry se preparó minuciosamente, ya que reunió una serie de elementos que consideraba esenciales para su vuelo improvisado. Compró una silla de jardín muy resistente, una radio bidireccional, un altímetro, una brújula de mano, una linterna con baterías adicionales, un botiquín médico, una navaja de bolsillo y ocho botellas plásticas de agua que colocó a los lados de la silla. También llevó consigo un mapa de rutas de California, una cámara, dos litros de gaseosa y una pistola de aire comprimido con la que pensaba explotar los globos para descender con seguridad. Por lo que relató tiempo después, armó su aparato al fijar galones de leche llenos de agua como soporte a la silla y conectando 42 globos de helio en cuatro grupos, con la idea de ascender lentamente al soltar las sogas que lo ataban al suelo.

La medianoche anterior al despegue, cuando la policía y los vecinos vieron a Larry y su equipo inflar una enorme cantidad de globos, él simplemente dijo que trabaja en un comercial, aunque una torre de globos de poco más de 45 metros de altura era difícil de ignorar. Pronto, la gente se reunió para presenciar cómo Larry se subía a su “aeronave”, equipado con un paracaídas y chaleco salvavidas, pero sin cinturón de seguridad.

Su plan era ascender hasta unos 90 metros mientras permanecía atado a una soga para explorar la zona, pero la realidad fue otra: el aparato se elevó a una velocidad de casi 300 metros por minuto, lo que rompió la cuerda que lo mantenía anclado. Por radio, Larry escuchaba la voz preocupada de su novia pidiéndole que reventara los globos y descendiera, pero él se sintió libre y decidido a disfrutar de su vuelo, sin intención de bajarse antes de tiempo.

A medida que ascendía, la vista se volvía cada vez más asombrosa y abrumadora. Desde su pequeña silla en el cielo, Larry podía distinguir detalles que parecían sacados de otra dimensión: las chimeneas naranjas del Queen Mary, el majestuoso hidroavión Spruce Goose de Howard Hughes acompañado por remolcadores diminutos y los tanques de petróleo que desde esa altura parecían simples manchas en el paisaje. Además, la Isla Catalina se dibujaba a lo lejos, rodeada por un mar azul opaco que parecía extenderse hasta el infinito. Incluso, una avioneta privada pasó silenciosamente bajo él, cuyo zumbido fue el único sonido que acompañó su aventura aérea. Aunque llevaba una cámara, decidió no tomar fotos; quería que ese momento quedara grabado solo en su memoria.

El accidente inesperado en el aire
Cuando Larry alcanzó los 4572 metros, el aire comenzó a escasear y la temperatura a bajar considerablemente. Por eso, decidió reventar siete globos para iniciar el descenso; sin embargo, en ese preciso momento, una ráfaga de viento lo hizo inclinarse y, como consecuencia, perdió la pistola de aire comprimido que usaba para controlar la altura. Debido a esto, quedó varado entre las nubes a casi 4877 metros, frente al frío y la falta de oxígeno.

Afortunadamente, con el paso del tiempo el helio empezó a filtrarse lentamente y Larry comenzó a descender de forma gradual. A unos 4000 metros logró comunicarse por radio con un socorrista aéreo desconcertado, mientras que los pilotos en la zona reportaban haber visto una silla con globos flotar en el cielo. Para intentar controlar su velocidad, cortó poco a poco las botellas de agua que llevaba como lastre y trató de manejar su caída sin paracaídas ni otra ayuda.

Finalmente, al acercarse al suelo, pudo distinguir los techos y cables de electricidad, pero quedó colgado a dos metros y medio debajo de uno de los cables, y evitó por muy poco un accidente fatal. Curiosamente, el dueño de la casa lo observó desde la reposera y no dudó en ofrecerle ayuda. Para sorpresa de Larry, se trataba de un piloto de aerolínea que estaba de descanso, un encuentro inesperado que salvó su vida.

Noticia al Día/la Nación

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