Lunes 06 de octubre de 2025
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¿Instagram te espía?: esta es la verdad

La escena es familiar: hablas con un amigo sobre comprar unas botas de montaña o viajar a Japón y, poco…

¿Instagram te espía?: esta es la verdad
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La escena es familiar: hablas con un amigo sobre comprar unas botas de montaña o viajar a Japón y, poco después, Instagram te muestra un anuncio de botas o vuelos a Tokio. La conclusión parece inevitable: el teléfono nos espía.

La idea de que las aplicaciones escuchan nuestras conversaciones se ha convertido en una de las teorías de conspiración más persistentes de la era digital. Sin embargo, especialistas en publicidad lo han negado repetidamente. Esta semana, Adam Mosseri, director de Instagram, volvió a hacerlo en un video: “No os escuchamos. No usamos el micrófono del teléfono para espiar”.

Entonces, ¿cómo explican las plataformas esa inquietante precisión publicitaria? La respuesta está en un sistema de recopilación y análisis de datos tan amplio que escuchar directamente sería innecesario y poco práctico.

Meta sostiene que usar el micrófono sería inviable: los sistemas operativos muestran indicadores de uso, el consumo de batería y datos sería descomunal, y el riesgo legal sería insostenible. “Sería una violación flagrante de la privacidad”, insistió Mosseri.

La clave, en cambio, está en el perfil digital que la compañía construye de cada usuario. Tus interacciones en la plataforma —likes, búsquedas, cuentas seguidas, tiempo en publicaciones— generan señales que el algoritmo traduce en intereses. A esto se suma el “gráfico social”: lo que buscan o consumen tus amigos también influye en los anuncios que ves.

La red va más allá de Instagram y Facebook. Gracias a herramientas instaladas en millones de webs y apps, Meta rastrea la actividad de los usuarios por casi todo internet. Una visita a una tienda online o la lectura de un artículo de viajes son datos que alimentan su sistema, reforzado además con información comprada a brokers de datos.

El resultado es una maquinaria predictiva que muchas veces da la impresión de escuchar, cuando en realidad anticipa.

A ello se suma un componente psicológico: el sesgo de confirmación. Ignoramos miles de anuncios irrelevantes, pero recordamos con claridad aquel que coincide con una charla reciente. Incluso puede ocurrir lo contrario: haber visto un anuncio de manera inconsciente y, después, comentarlo. Cuando vuelve a aparecer, sentimos que fue consecuencia de la conversación, cuando en realidad pudo ser el detonante.

La conclusión de Mosseri es clara: no hace falta que nos escuchen. Ya saben suficiente sobre nosotros para acertar.

Con información de El Mundo

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