Miércoles 11 de diciembre de 2024
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Ha muerto el más importante cineasta venezolano: Román Chalbaud

Aún Adolescente, Caín partió, hacia el morado mundo, este martes 12, junto con Los Ángeles Terribles. Nuestro héroe merideño estaba…

Ha muerto el más importante cineasta venezolano: Román Chalbaud
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Aún Adolescente, Caín partió, hacia el morado mundo, este martes 12, junto con Los Ángeles Terribles. Nuestro héroe merideño estaba malito y en su voz se reflejaba ese trance marchito. Pueden ustedes asegurar junto conmigo que el rostro de Román Chalbaud transmitía esa innata dulzura con la que modelaba sus acciones artísticas cuando llegó la Parca por él. Román miró la bicha de Saramago y lo que vio fue el rostro de Hilda Vera haciendo La Garza.


Entre trompetas, címbalos y clavecines, digo, la retreta de la plaza Bolívar de Mérida, podemos visualizar a Román, con sus overoles tan personales, entrando al Reino de los Inmortales, donde su comité de bienvenida está integrado por José Ignacio Cabrujas, Isaac Chocrón, Rafael Briceño, Juana Sujo y su albacea cósmico, el actorazo Arturo Calderón, quien hace muchos años le vendió el penthouse de San Bernardino (“por 15 mil bolívares”, subrayaba agradecido Román) donde hoy ha languidecido para siempre este director de cine que donó, íntegra, su cinemateca tipo videocasete a las instituciones cinematográficas adscritas a la Universidad del Zulia.


Román quería mucho esta puta ciudad, y lo demostró con hechos. Además de su generosa constancia para venirse a compartir sus conocimientos, también adoraba a sus hermanos de sangre teatral y cinéfila de Maracaibo, como María Elena Villasmil, Siria Briceño y Emiliano Faría. Cuando La Ciega era punto muerto frente al puerto vino a rodar su versión de Manon Lescaut, con aquella belleza de Mayra Alejandra y el elenco completo de la Sociedad Dramática. Enrique León dirigió para la Compañía Nacional de Teatro su obra iniciática, Caín adolescente. Román auspició la venida al Zulia de su paisano, don Luis Carrero, para que fundara el Grupo Uno. Román, si iban a buscarlo, iba hasta cualquier lar de este país donde grupos de gente como él estuviesen haciendo o intentando hacer, teatro o cine. La generosidad reía como Román Chalbaud.


Cuando me tocó entrevistar, por última vez, al maestro Román Chalbaud (Mérida, 1931/Caracas 2023) estaba de moda aquel asunto del documentalista Michael Moore con su libro Estúpidos hombres blancos. Teníamos una cita, temprano, pero cuando comenzábamos a conversar (era un perfil para el Panorama de mis cimientos) recibió una llamada urgente y no pudo eludir el compromiso. Me dijo que estaba en mi casa y me regaló el libro del gordo de Qué país invadimos hoy. Increíble. Me regaló Román una de sus claves: estaba al día de cada uno de los acontecimientos científicos y artísticos que acontecían en su vida. Ese rol del artista intelectual que encontró siempre un militante posbrechtiano en el padre de piezas magistrales pintadas desde el film constante de la realidad venezolana: La planta insolente (2014), Días de poder (2011), Zamora, tierra y hombres libres (2009), Pandemonium, la capital del infierno (1997), La oveja negra (1987), Cangrejo II (1984), Cangrejo (1982), Carmen, la que contaba 16 años (1978), El pez que fuma (1977), La quema de Judas (1974) y Caín adolescente (1959).
Para la televisión, Amores de barrio adentro (2005), Guerra de mujeres (2001), El perdón de los pecados (1996), La hija de Juana Crespo (1977), La trepadora (1973), Bodas de sangre (1957), Crimen y castigo (1956).


Cuando Orlando Villalobos informó sobre el parte oficial de la marcha chalbaudiana, estábamos en el Baralt ensayando Animales feroces, de Isaac Chocrón. Esa pieza respondía muy bien al ensamble dramatúrgico de la Santísima Trinidad del arte escénico venezolano. Chalbaud perfiló su puesta en escena y así las cosas, los Teatros Alberto de Paz y Juana Sujo, fundados por El Nuevo Grupo, la institución teatral donde se oficializó un ejercicio maravilloso del oficio como fundamento y rigor del ser ciudadano. No podrá comprenderse el arte del teatro, el cine, la televisión y la militancia estética, sin aludir de manera directa lo que constituye el legado de Román.


Extraño podría resultar que uno no llore tanto a un ser humano de la dimensión cósmica del artista merideño don Román Chalbaud, miembro de una familia de insoslayable protagonismo en la historia nacional, donde también resultará Carlos Delgado Chalbaud. Pero es que, insistiré en esto, la dulzura del ser de Román, su humor perspicaz y con atemperado genio, habrá mirado a la bicha esa de Saramago y le habrá preguntado algo así como ¿alguna vez te disfrazaste de María Félix?
Dios bendiga, pues, ese camino del pastor del cine, Román Chalbaud, un personaje de historias bien contadas y benditas que hoy dijo, por última vez…¡Corten!

Alexis Blanco

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