Lunes 05 de mayo de 2025
Al Dia

Desde el Baralt al Rainbow: Rock Baralt deslumbró con El Lado Oscuro de la Luna

Sentado en esa primera fila del pasillo central, en el Baralt, he comenzando a escribir esta nota inspirada por las luces y la divina música de Knister y Meikyo que, por instantes, parece poner a bailar rock

Desde el Baralt al Rainbow: Rock Baralt deslumbró con El Lado Oscuro de la Luna
Foto cortesía
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El Público comenzó a llegar, sin prisa, como si estuviesen claros con respecto a los versos de la canción Tiempo: “Mientras transcurren los momentos / que conforman un día aburrido, / desperdicias y malgastas las horas / en una forma irresponsable, / deambulas por un sector de tu pueblo / esperando que alguien o algo te muestre el camino…”. La cita, histórica: por primera vez en Maracaibo se tocaba, completo, el legendario disco El Lado Oscuro de la Luna, de la icónica banda inglesa, Pink Floyd. Una fiesta del alma.

El tiempo del escenario lleno de imágenes y de luces que subyugaron a quienes tuvieron la inmensa fortuna de presenciar, el pasado sábado, Día de la Cruz de Mayo, un concierto extraordinario, refrendado por las voces de Rafmar Rangel y Jonathan Patiño cantando asuntos muy concretos de la vida cotidiana: vida, muerte, amor, odio, violencia, locura, poder sin gloria, tanta vaina…

Es lo que signa la poética musical legada al mundo por el bajista, letrista y cantante, Roger Waters; por el guitarrista David Gilmour; el tecladista Richard Wright y el baterista Nick Mason. Antes hubo otros acompañantes del viaje psicodélico, como Syd Barret, cuya locura aceleró un cambio de sentido e interés al grupo.

Rafmar, la bella novia de mi hermano Mikke Flores, hechizó a la audiencia, conformada en su mayoría por “viejos lobos rockeros”, muchos de ellos partícipes de aquellas fiestas de antaño ahí mismo, en el Teatro Baralt, donde cada sábado por la tarde, escuchábamos a las bandas reunidas en La Gran Máquina.

Adoro ser un Cronista Cultural conformada memoria proactiva: fue en tales conciertos donde proseguiría la leyenda del rock venezolano nacido en el estado Zulia, fruto innegable de la heredad petrolera. El maestro de este oficio del Rock Nacional como asunto periodístico, Gregorio Montiel Cupello, también recuerda esa época temprana de La Gran Fogata (también Elizabeth); Campreda, Cold Hot o los Banana, entre otras. Invoco también la esencia de los locutores Mercy Gallardo y Freddy Eduardo Díaz, instigadores de aquellas tardes locas y nostálgicas. Después llegarían los Argenis D’ Arienzo y Enrique Rodríguez Mota y, más tarde, la inteligentísima Goya Sumoza.

Knister y Meikyo volvieron a capturar toda esa idea de sonoras burbujas imantadas dese la felicidad posible: ¡Viva la música! Fue un comienzo donde también evocaron temas como Wish you were here (y yo deseando, para siempre, que estuvieras aquí, en el corazón de la Gran Sala, para escuchar juntos estos Ecos que nos conducirían hasta Toma el control del corazón del sol.

El rock tiene ese toque de magia inteligente, eso que se desprende desde las mismas letras de Pink Floyd en The Dark Side of the Moon: “Respira, respira el aire. No tengas miedo de preocuparte. Vete, pero no me dejes. Mira a tu alrededor y elige tu propia tierra. A pesar de lo mucho que vivas y lo alto que vueles, de las sonrisas que des y las lágrimas que llores, y de todo lo que toques y veas, es todo lo que será tu vida”. Oración, casi.

Sentado en esa primera fila del pasillo central, en el Baralt, he comenzando a escribir esta nota inspirada por las luces y la divina música de Knister y Meikyo que, por instantes, parece poner a bailar rock a la lámpara araña roquera, así como también a las formas cubistas del plafond pintado por Antonio Angulo, de quien se ha documentado que solía escuchar discos de jazz de Dizzy Gillespie y del Pájaro Charlie Parker, en una Victoria RCA. Con seguridad habría quedado extasiado, don AA, sí le hubiese tocado vivir esta época de medio siglo y pico atrás, cuando las sonoridades eran revolucionadas por la tecnología instrumental y por ese talento infinito de aquella generación de artistas.

Que no eran sólo músicos, todos ellos. Desde la pintura y él diseño gráfico aparecieron artistas como quienes crearon la firma Hipgnosis, donde uno de sus genios fundadores, Storm Elvin Thorgerson, diseñó aquel legendario prisma refractando la luz de un arcoiris, una portada que, junto con la música, se convertirían en un símbolo para la Humanidad entera. El cuarto álbum mas vendido en la historia de la industria.

“Dinero, vete. Consíguete un empleo con más sueldo y que te guste. El dinero no tiene sentido. Agarra esa plata con ambas manos y hazte una cinta. Auto nuevo, caviar, ilusión de cuatro estrellas,
creo que voy a comprarme un equipo de fútbol. Dinero, regresa. Estoy bien, Jack, quita tus manos de mi montón. El dinero es un éxito. No me des esa dulce y buena porquería.

Estoy en primera clase del escenario viajante de la alta fidelidad, y creo que necesito un jet Lear. El dinero es un crimen. Compártelo equitativamente, pero no tomes una porción de mi pastel. El dinero, dicen,
es la raíz de todo pecado hoy en día. Pero si pides un ascenso, no es nada raro
que no te lo den”.

Rock Baralt, dirigido en artístico por Luis Salaverría, es un proyecto que integra una de las 13 Compañías Residentes que ha fundado el arquitecto Jesús “Mito” Lombardi, quien, más que director general, deviene en un brillante CEO de la cultura zuliana en este siglo. Y se conmovió el Mito cuando Rafmar cantó, desde la profundidad de su alma, aquella canción que junto con el tecladista Wright compusiera y cantara Clare Torry, narra “un escenario oscuro y helado donde un grupo de soldados de la Royal Fusiliers Company C es abandonado y la mayoría muere o está muriendo”:

El gran concierto en el cielo


(Y no tengo miedo de morir
Cualquier momento servirá, no me importa / ¿Por qué debería tener miedo de morir? / No hay razón para eso, tienes que irte alguna vez) / (Si puedes escuchar este susurro te estás muriendo) / (Nunca dije que tenía miedo de morir)”.

Todos quienes laboran en el Teatro Baralt son ángeles servidores, tanto de los artistas como de su principal leit motiv, El Público, Respetable Público: junto con Rafmar y Jonathan sonaron increíble las guitarras, Roberto Martínez y Luis Salaverría. Davide Diduro y Carlos Pacheco, de turnaron en el bajo; Jesús Gonzáles sonó potentísimo en la batería; Gabriela Cardozo acompasó perfecta desde el teclado, mientras que Sol Ávila y Sofia Salaverría llenaron de lirismo los cósmicos compases. Como invitado especial estuvo nuestro niño talentoso, Nicolás Meléndez Farías, brillante y poderoso con su saxo…

No es tan obscuro este Lado de la Luna de Pink Floyd. Cuando reflexiono sobre aquella época en la que nace Pink Floyd, mí maestro de lujo, Víctor Fuenmayor, me cita a Ángela Davies, protagonista excepcional de una época que “Sacudió al mundo”, literalmente. Todos sus temas coinciden, terribles, con los que ahora mismo nos atormentan. Ya estos mismos jóvenes artistas lo demostraron sobre este mismo escenario, cuando hicieron La Pared, otra joya de la música contemporánea, facturado por PF:

“Eclipse: Todo lo que tocas, todo lo que ves, todo lo que pruebas, todo lo que sientes, todo lo que amas, todo lo que odias, todo de lo que desconfías, todo lo que salvas, todo lo que das, todo lo que negocias, todo lo que compras, mendigas, pides prestado o robes, todo lo que creas, todo lo que destruyes, todo lo que haces, todo lo que dices, todo lo que comes, todo con quienes te reúnes, todo lo que menosprecias, todo con quienes te peleas, todo lo que existe, todo lo que pasó, todo lo que está por venir y todo lo que está bajo el sol está en armonía, pero el sol es eclipsado por la luna”.

De pronto caigo en cuenta que la sala esta llena. También el palco. Todos aplauden. La buena música de alta calidad superior, ha triunfado de nuevo. La potente aterciopelada voz de Johnathan suena en mí mente:

“Nosotros y Ellos…Después de todo, sólo somos hombres comunes, Tú y yo, Sólo Dios sabe que no es lo que escogeríamos ser, El les gritó a los de adelante desde la retaguardia, y los de la vanguardia murieron. Y el General se sentó, y las líneas del mapa se movieron de un lado a otro…”.

La música continuará sonando desde El Lado Oscuro de la Luna. Este es un mensaje para quienes, cuando un grupo similar celebre el centenario del disco, nos recuerden a todos, tanto a quienes estuvimos presentes, el sábado pasado, como a ustedes, bienamados lectores tan míos de mí. Busquen y escuchen. Después rememorarán sus 500 años y así…Total, por eso es que se llama Clásicos, a todas estas piezas maestras…

Noticia al Día/(Alexis Blanco)

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