Enviar un email en 1987 era una experiencia radicalmente distinta a la que conocemos hoy. En aquel entonces, el acceso a internet no era tan extendido ni sencillo como lo es actualmente, y las interfaces de usuario eran mucho menos intuitivas.
Los usuarios debían conectarse a través de modems que transmitían datos a velocidades que hoy consideraríamos extremadamente lentas. Era necesario tener conocimientos básicos de comandos específicos para poder navegar por los sistemas de correo electrónico, que en su mayoría eran interfaces de texto sin los gráficos o botones a los que estamos acostumbrados hoy.
A pesar de estas limitaciones, el correo electrónico marcó el comienzo de una nueva era en la comunicación, permitiendo el intercambio de mensajes a través de largas distancias en cuestión de minutos u horas, un avance significativo respecto a los días o semanas que podían tardar las cartas postales.
Este método de comunicación digital se convirtió en una herramienta invaluable para académicos, investigadores y aquellos involucrados en el naciente mundo de la tecnología de la información, sentando las bases para la revolución digital que estaba por venir.
Posiblemente las nuevas generaciones no sean conscientes de los avances que se han logrado en los últimos 37 años y actualmente estamos en pleno crecimiento tecnológico con el uso de la inteligencia artificial.