Los amplios pasillos del Hospital Universitario de Maracaibo fueron testigos de su ir y venir durante más de 60 años. La jubilación no estaba en los planes de María Inocencia Houllier Martínez, mejor conocida como Chencha, quien trabajó en el área de costura del Sahum hasta que duplicó el tiempo reglamentario de servicio.
Creía que cuando se jubilara no habría un mañana, pero ya aceptó que hasta el mejor de los guerreros necesita reposar.
Desde hace cuatro años disfruta de un merecido retiro, al calor de la familia. A sus 84 años, la vida de Chencha transcurre plácida, entre sus matas, atenta a las noticias por radio o televisión, escuchando música o conversando, como lo hizo esta vez con el equipo de Noticia al Día.
Nació en Cabimas un 28 de diciembre, de allí su segundo nombre. Así lo eligieron sus padres, Prisca Antonia Martínez y Vicente Gabriel Houllier, quienes criaron a sus ocho hijos bajo sólidos principios cristianos y ciudadanos: rectitud, respeto, disciplina y trabajo, les fueron inculcados en el hogar.
Seguramente por eso, durante seis décadas Chencha no dio motivos de queja a sus supervisores, ni compañeros. Pocas veces se permitió faltar al trabajo; su trato afable, aunado a su elevado sentido del deber, le ganaron el respeto y el cariño de todos.
En 1996, al cumplir 35 años de servicio, le plantearon la jubilación, pero prefirió seguir adelante, mientras el cuerpo y el espíritu se lo permitieran. Así hasta que cumplió los ochenta y las autoridades del hospital la persuadieron de que era el momento de quedarse en casa.
El trabajo era el centro de la vida de Chencha
De las manos de Chencha y su máquina de coser, salieron batas de prevención, gorros, mascarillas, las sábanas de los servicios y pabellón, pañales, cobijas para pediatría, así como toda indumentaria que se requiriese en el centro de salud más grande del occidente del país. Cinco mujeres hacían equipo en el departamento para estos menesteres.
Sesenta años es toda una vida. En ese transcurso sus ojos conocieron generaciones de médicos, enfermeras, personal administrativo. Al mismo tiempo, vio crecer y pasar tanto a choferes como a colectores de sus líneas de transporte habituales, Ruta 6 y Uniséis. Siempre se movilizó en estas unidades, participó de tertulias y anécdotas en el trayecto que la separaba de su casa en el sector La Victoria y su sitio de trabajo.
No le es fácil cambiar sus rutinas, así que todos los días se levanta a las 5 de la mañana y después de escuchar el noticiero radial agarra escoba, rastrillo y palita, para barrer el patio y los corredores externos de la casa. Ni siquiera la dolorosa artrosis de su rodilla derecha, que la obliga a utilizar bastón, es impedimento para que cumpla con dicha tarea.
“Bien temprano, antes de que caliente el sol”, aclara.
Ya no va al mercado o al banco, pero hasta hace poco lo hacía. Cuando precisa realizar alguna diligencia, su sobrina Priselen la lleva o se hace cargo, para que Chencha no tenga que trajinar.
Chencha: su devoción por san Benito y José Gregorio
Chencha tuvo una infancia feliz. Su papá llegó a Cabimas, procedente de Güiria, y allí levantó a su familia. Se desempeñaba como mecánico en la Creole y tuvo la oportunidad de criar a sus hijos en los campos petroleros.
Cree que la longevidad tiene que ver con tener una vida tranquila y saludable, por ello aconseja a los más jóvenes a vivir sin excesos, con orden y buen ánimo. A María Inocencia le gusta escuchar música, sobre todo guaracha, y también bailar.
“Ahorita no puedo bailar por la rodilla, pero sí me gusta (…) por ejemplo, los tambores de san Benito, como buena cabimera (…). De la iglesia lo trajeron el 27 de diciembre”. En esa oportunidad le pidió al Santo Negro por su salud.
En su vida espiritual y oraciones también figura el beato José Gregorio Hernández, con quien asegura haber tenido un encuentro. “Un domingo, después de una misa, lo vi en el cuarto… completico, con su sombrero y todo”.
Chencha asegura que no sintió miedo ante la presencia del Médico de los Pobres, quien, así como llegó, se fue.
Sobre el país considera que estamos viviendo tiempos “bien malos”. Aprovechó de contarnos que en su sector el agua no llega desde hace 30 años, a lo cual se suman todas las vicisitudes por los malos servicios públicos y la situación económica.
“Yo le pido a Dios que vuelvan mejores tiempos”, señala Chencha, mientras revisa las matas del patio, sin dejar de regalarnos una sonrisa.
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F Reyes
Fotos: Xiomara Solano
Noticia al Día