“Estaba convencido de que no valía la pena publicarlo”, comentaba Eric Clapton en referencia a su disco Unplugged, después que el LP fue premiado con seis Grammys en la edición de 1993. Concebido como un concierto íntimo en el que solo se tocaron instrumentos acústicos, el disco incluía clásicos de Robert Johnson como Malted Milk, San Francisco Bay Blues de Jesse Fuller, además de temas del propio Clapton como Layla y una canción que se había incorporado al repertorio del músico británico apenas hacía unos meses: Tears in ceaven.
A pesar de ser reconocida con tres premios -Mejor canción del año, Grabación del año y Mejor interpretación vocal pop masculina-, Clapton tampoco se mostró demasiado eufórico con esa composición. “Había mejores canciones”, dijo, en relación con un tema dedicado a su hijo Conor que le provocaba sentimientos enfrentados.
Publicada en 1992 como parte de la banda sonora de la película Rush de Lili Fini Zanuc -en España, Hasta el límite-, Tears in heaven había sido escrita por Eric Clapton en colaboración con el letrista Will Jennings, quien en un primer momento fue reacio a aceptar el encargo. “Eric ya tenía el primer verso de la canción y quería que escribiera el resto. Le respondí que era un tema tan personal, que debería escribirla él solo”, comentaba Jennings, pero ante la insistencia de Clapton no le quedó más remedio que aceptar. “Es una canción tan personal y tan triste, que es única en mi carrera como letrista de canciones”, confesaba Jennings.
Un trágico accidente
En 1986, de la relación entre Eric Clapton y la actriz Italiana Lory Del Santo nació Conor. Debido a las adicciones del músico, la pareja funcionaba de manera intermitente, pero, poco a poco, la paternidad hizo que Clapton decidiera rehabilitarse, ocuparse del niño y reencauzar la relación con Del Santo. Con ese objetivo en mente, en marzo de 1991 la pareja se desplazó a Nueva York para pasar unos días juntos, aunque pernoctando en residencias diferentes.
Clapton se alojaba en un hotel mientras que Conor y su madre estaban en un apartamento de Manhattan propiedad de una amiga de Del Santo. “El salón principal tenía a un lado unas ventanas que iban del suelo al techo y que se podían poner en voladizo para limpiarlas. Pero no había barandillas en las ventanas, porque el edificio era un condominio y no estaba sujeto a las normas de edificación habituales”, recordaba Clapton.
La mañana del 20 de marzo, el conserje estaba limpiando las ventanas, lo que provocó que, mientras Conor jugaba al escondite con la niñera por el apartamento, algunas de ellas estuvieran abiertas. “Conor entró corriendo en la habitación y fue directo a la ventana. Después cayó cuarenta y nueve pisos hasta que aterrizó en el tejado de un edificio de cuatro plantas adyacente”, relataba en sus memorias Eric Clapton, quien también explicaba cómo recibió la noticia: “Sonó el teléfono y era Lori. Estaba histérica y chillaba diciendo que Conor estaba muerto. Yo solo me dije: ‘Es ridículo, ¿cómo puede estar muerto?’, y le hice la pregunta más estúpida del mundo: ‘¿Pero estás segura?’”.
La música como terapia
Cuando Conor murió, Clapton llevaba tres años sobrio después de someterse a un tratamiento de rehabilitación para superar sus adicciones a diferentes sustancias como el alcohol y la cocaína. Por eso, fueron muchos los que dieron por hecho que la muerte del niño provocaría una nueva recaída del músico, cosa que, finalmente, no sucedió. “Casi inconscientemente usé la música como un agente curativo”, le comentaba Eric Clapton a la periodista Sue Lawley sobre cómo el componer Tears in heaven le había servido de terapia. “La canción estaba en el fondo de mi cabeza, pero no tenía una verdadera razón de ser hasta que comencé a componer la película […]. Es un poco ambiguo, porque podría considerarse que trata sobre Conor, pero también está destinado a ser parte del filme”, explicaba el músico.
Desde el momento de su publicación, Tears in heaven se convirtió en uno de los grandes éxitos de la carrera de Eric Clapton. Alcanzó el número uno en países como Estados Unidos, Canadá, Argentina, Brasil, Polonia o Nueva Zelanda y, en la actualidad, sigue siendo su single más vendido porque, en opinión de algunos críticos, es un tema que hizo que el rock experimentase una importante transformación en sus letras.
Según Charles M. Young, periodista de The New York Times, tradicionalmente el rock and roll apenas se había ocupado de la muerte desde un punto de vista maduro. Si bien es cierto que existían canciones sobre amores adolescentes que acababan trágicamente por el fallecimiento de uno de sus miembros en accidente automovilístico u odas a la muerte desde esa lejanía e impostura que proporciona la juventud, eran muy pocas las que abordaban en profundidad la pérdida de un ser querido y el consiguiente duelo. Como mucho, To know him is to love him, la elegía de Phil Spector a su padre muerto, American pie de Don McLean sobre el fallecimiento de Buddy Holly y, por supuesto, Tears in heaven. Esta última, según M. Young, habría conectado con esa generación que, habiendo sido joven en los setenta, comenzaba a sufrir, en los albores del siglo XXI, la pérdida de seres queridos por enfermedades, abuso de drogas, accidentes o meras cuestiones biológicas.
Fuera del repertorio
A pesar de su belleza y del tiempo transcurrido desde su publicación, Tears in heaven es una canción que aún resulta difícil de gestionar para su autor. Cuando en 2007 Eric Clapton escribió sus memorias, los editores descubrieron un tanto decepcionados que el artista había evitado adentrarse demasiado en lo referente a la muerte de Conor. Aunque le pidieron que intentase cubrir ese hueco, a Clapton le costó aceptar. “Me resultaba imposible entrar de nuevo en esa época. Es tan traumático que solo puedo hablar del tema desde la distancia, como si se tratara de otra persona”, explicaba el músico, quien reconocía la dificultad de poner por escrito esos sentimientos: “La tristeza siempre está ahí, me golpea en el hombro y todo vuelve. Sin embargo, es difícil escribir sobre ello sin caer en el sensacionalismo o crear un falso punto de vista emocional solo porque eso es lo que esperan los editores”.
Apenas unos años antes, Clapton había decidido incluso no volver a interpretar Tears in heaven en sus conciertos. Según explicó, transcurrida más de una década desde el accidente, consideraba que ya había superado la pérdida y no sentía la canción del mismo modo: “para interpretarla tengo que conectarme de verdad con los sentimientos que tenía cuando la escribí. Esos sentimientos ya se han ido y, sinceramente, no quiero que vuelvan”, comentaba el guitarrista, quien en 2004 afirmó que no descartaba recuperar la canción algún día. “Mi vida es diferente ahora. Probablemente solo necesite un poco de reposo para que, en el futuro, pueda abordarla con más distancia”. Hoy en día, treinta años después de la muerte del hijo, ese momento llegó y Tears in heaven vuelve a formar parte del repertorio del músico inglés.
Con información Vanity Fair