“Acuérdate que debes ser como el tigre del Himalaya: escucha la voz de la intuición y del instinto. Confía en las virtudes de tu corazón”.
Isabel Allende
Bien dicen en el llano venezolano que donde ronca tigre no hay burro con reumatismo. Un buen símil en estos tiempos cuando en el país el calor de la confrontación política para la selección del mejor candidato (a) de la oposición no acepta radicalismos, equivocos o mesianismos de nadie, cuando corresponde confrontar en 2024 la aspiración continuista de un modelo político atornillado en una nación que parió a un excepcional Libertador llamado Simón Bolívar, cuyo legado, demasiado manoseado, no merece lo que ha vivido Venezuela en nombre de una Revolución destructora, atrasada y generadora de extrema pobreza.
Y dejo claro que salvo la amistad que en algún momento del quehacer profesional mantuve con dos llamados tigres de la política venezolana y zuliana, —Eduardo Fernández y Oscar Belloso Medina—, no tengo animadversión de ningún tipo contra el mundo felino, ni equino.
Por eso,
gústenos o no, los venezolanos requerimos de la fuerza, sagacidad, inteligencia y velocidad de un tigre, no en términos peyorativos contra esta hermosa especie de la fauna mundial, sino en atributos en el hombre o mujer que salga favorecido (a) en la consulta electoral del 22 de octubre de este año que la Comisión Nacional de Primarias ha organizado cronológicamente. Sus miembros, personas de nuestro mayor respeto, deben serlo por igual de cada uno (a) de los candidatos.
No se trata de improvisar —a los venezolanos y zulianos nos han salido demasiado caras las improvisaciones— ni elegir al más simpático (a), al que o la que más insulte, despotrique o diga solo lo que queremos escuchar y crea ser un alma perfecta, sino al poseedor (a) de la fuerza moral que diga y explique claramente el cómo, de qué forma y conque puede sacar a Venezuela del foso donde ha sido metida estos últimos 24 años.
La sagacidad felina es muy importante en las cualidades que los aspirantes deben tener para hacer cuál Ave Fénix, —regresando incólume y vigoroza de las cenizas—, a una nación muy diferente, distinta a la de hoy, de donde han huido y siguen huyendo más de siete millones de hombres, mujeres, niños, jóvenes y no tan jóvenes. Vale decir que nos saque de las aberrantes e infames estadísticas del “Hecho en Socialismo” en las que aparecemos, lastimosamente, en los primeros puestos negativos de organismos y agencias de la ONU, OMS, OPS, UE, UNICEF y ONG dentro y fuera del país.
Asimismo, la inteligencia que debe tener él o ella debe estar complementada de experiencia, conocimiento y capacidad gerencial. Esto es tan indispensable como el aire que respiramos o el saber conducir una gran nave que no ande o quede a la deriva como es la triste realidad de nuestro país. No teniendo que ser un sabio moderno, pero si tomarse en serio la responsabilidad de la meta propuesta, alguno de los favorecidos (as) debe tener el buen juicio de dejar de lado la demagogia, mentira y el engaño.
No solo es decir cuáles son los problemas del día a día de la gente, si no cómo solucionarlos es lo que espera el ama de casa, el jefe de familia, los pensionados y jubilados del Seguro Social.
Otros, por ejemplo, maestros y profesores universitarios rozan el 80 por ciento de una franja social tapiada por la miseria y el abandono de un Gobierno que menosprecia su misión en la sociedad. Ellos no viven, sobreviven irónicamente en una tierra privilegiada de las letras y el saber, legado de Simón Rodríguez, Andrés Bello, Udón Pérez, Rafael María Baralt, Rómulo Gallegos, Luis Beltrán Prieto Figueroa y grandes figuras de la educación, cultura, ciencia y tecnología.
No hay duda que el agua que no llega a la barriada, urbanización o sector popular. El bajón y apagón eléctrico que no desaparece ni con borrón ni cuento nuevo. El que nadie responda por las pérdidas patrimoniales de los equipos y accesorios eléctricos. Llegar a la emergencia o consulta en los centros médicos dependientes del Gobierno nacional y no fallecer de mengua. Tener derecho —existe pero no es respetado— a sueldos y salarios que no los devore la inflación.
En fin, tener derecho a oportunidades y ascenso social necesita de respuestas que no han llegado a pesar de años de ingresos de la millonada de divisas a cuesta de la industria petrolera, venida hoy a menos en su papel de Gallina de los Huevos de Oro a la que un buen día le torcieron el pescuezo.
La tarea no es nada fácil. Tampoco imposible. El camino lo hacemos los venezolanos con cada amanecer. Tenemos en unidad la voluntad, fuerza electoral —demostrada en 2015 en la AN, en el 2021 en Cojedes, Nueva Esparta y Zulia y en 2022 en Barinas— ganas de ganar y cobrar un triunfo que la dispersión, egoísmo y la mala política nos ha ganado. El rugir del tigre está por escucharse.
José Aranguibel Carrasco
CNP-5003