En la noche del 2 al 3 de octubre de 2016, Abbas y cuatro cómplices presuntamente vigilaron la discreta suite de Kardashian en el Hotel de Pourtalès, en el elegante barrio de la Madeleine de París, cerca de la Ópera y la Place Vendôme.
Alrededor de las 3:00 hora local, irrumpieron en el vestíbulo del hotel, vestidos de policías y armados con una pistola.
Amenazaron y esposaron a Abderrahmane Ouatiki, un estudiante de doctorado argelino que solía trabajar como recepcionista nocturno, y lo llevaron a la habitación de Kardashian.
Estaba descansando en su cama, fatigada tras días asistiendo a los eventos de la Semana de la Moda en París, cuando oyó pisadas fuertes subiendo las escaleras.
Llamó a su hermana Kourtney y a su estilista Stephanie, pero cuando no respondieron entró en pánico.
"Sabía que alguien me iba a rescatar", recordó años después en una entrevista con el periodista estadounidense David Letterman. "Así lo sentía".
Kim llamó al 911, pero el número, por supuesto, no funcionaba fuera de Estados Unidos.
Mientras llamaba a su entonces guardia de seguridad, Pascal Duvier, quien había acompañado a su hermana a un club, los hombres irrumpieron, la empujaron sobre la cama y empezaron a gritar.
"No paraban de decir: ‘¡el anillo, el anillo!’. Yo estaba tan sorprendida que no entendía nada", le contó a Letterman.
La barrera del idioma obligó a Ouatiki a actuar como intérprete.
Encontraron el anillo y lo metieron en una bolsa junto con otras joyas, además de 1.000 euros (unos US$1.135) en efectivo. Uno de los hombres la agarró y la jaló hacia él.
Como llevaba una bata sin nada debajo, pensó que la iba a agredir, le contó Kim a Letterman, secándose las lágrimas.
Pero en lugar de eso, el hombre la ató con bridas y cinta adhesiva y la dejó en el baño.
Luego, él y el resto de los ladrones huyeron en bicicleta y a pie. Kim se liberó de sus ataduras y, poco después, apareció su guardia de seguridad.
Traumatizada, Kardashian hizo una declaración a la policía francesa en la madrugada y regresó a Estados Unidos al amanecer.
No fue hasta más tarde ese mismo día, cuando Abbas miró la pantalla de televisión junto a su esposa, que entendió quién era la víctima.
"Hubo alertas de última hora diciendo que Kim Kardashian había sido asaltada a punta de pistola; así de importante era", afirma KJ Matthews, periodista de entretenimiento de Los Ángeles.
Los abuelos ladrones
Un día después del atraco, en octubre de 2016, el ladrón Yunice Abbas se fue a su casa a dormir.
Al despertar, su esposa estaba pegada al televisor. La noticia del día era que la estrella estadounidense Kim Kardashian, entonces de 35 años, había sido atada y asaltada a punta de pistola en un lujoso apartamento de París.
Le habían robado todas sus joyas, valoradas en unos US$10 millones, incluyendo el anillo de compromiso que le regaló su entonces esposo, el rapero Kanye West, que valía US$4 millones.
La esposa de Yunice Abbas lo fulminó con la mirada. "Esto tiene tu nombre escrito por todas partes", se quejó.
Tenía razón. El hombre de 62 años había incursionado en el crimen toda su vida, desde delitos menores hasta atracos a bancos.
El robo a Kardashian, escribió más tarde en sus memorias, iba a ser su último trabajo antes de jubilarse.
Pero una serie de errores hicieron que el crimen estuviera condenado al fracaso desde el principio, y a principios de 2017, tres meses después del incidente, Abbas y varios de sus presuntos cómplices fueron arrestados.
Diez de ellos comparecerán ahora ante un tribunal de París en un juicio que durará poco menos de tres semanas.
Cinco de ellos están acusados de participar en el atraco y seis de ser cómplices.
La mayoría nació en la década de 1950, lo que llevó a los medios franceses a apodarlos los "abuelos ladrones".
Abbas y un hombre de 68 años, Aomar Ait Khedache, confesaron; los demás, no.
Uno de ellos ha fallecido y otro, de 81 años, será absuelto por padecer demencia avanzada.
Para cuando comience el juicio, habrán pasado casi nueve años desde el atraco.
Medios franceses publicaron una foto del operativo policial, que muestra a varios de los hombres tomando café y charlando en un café parisino ese invierno, justo antes de su arresto.