El amor no tiene edad. Las personas jóvenes, mayores, separadas, viudas, solteras no lo tienen todo perdido, ya que todavía puede aparecer alguien maravilloso que lleve esperándolos toda su vida, y se suelten los globos y lleguen las felicitaciones por montón.
Enamorarse y conocer a una persona con la que estás cada día, es una sensación preciosa que siempre buscamos, independientemente de nuestra edad. Por ello, nunca es tarde para encontrar el amor. A todos nos toca, algunos se lanzan a las aguas (se casan) y otros se “arrejuntan” y pasan la vida felices porque el amor es uno solo.
En estos tiempos del país que vivimos, ya no se sienten mariposas cuando tenemos que atender la pareja de cualquier forma, incluso para darle un regalo, sino que sentimos “guacamayos” y hasta “gavilanes” que soplan sus alas en nuestro estómago por los altos costos y cuando de obsequio se trata, nos tenemos que conformar con cualquier “cariñito” que viene junto a un besito.
Estar de novios, implica una responsabilidad grande que hay que asumir. Ese corazón que queda flechado por alguien que nos cautivó o nos “flechó”, como dicen, y que aún se utiliza como un símbolo del cupido, a veces representa, para muchos, un amor eterno e inolvidable como el verso de una interpretación del cantante mexicano Juan Gabriel, pero a otros nos llega ese “flechazo” pero como un amor perdido, de esos que a veces tenemos que reseñar en el quehacer diario.
En el noviazgo, mantenemos ese sentimiento de pareja que se construye y se fortalece con el pasar del tiempo, de allí que se diferencie de aquello que se llama el “amor a primera vista”, de las pasiones fugaces e incluso, de lo que hoy llaman los “pavos” “un chance”. Se oye decir, que son amores distintos donde el corazón no juega el papel principal.
No tiene edad
Lo cierto es que existen muchos tipos de amor. De todos ellos, quizá el de madre es el más grande. Es el que se siente desde lo más profundo de las entrañas, desde que el bebé comienza a formarse en el interior y se tiene una conexión entre los dos corazones que nada ni nadie podrá romper jamás.
En ese momento aparece un instinto de madre antes desconocido para la mujer. Siente un amor incondicional por las “pataditas” que cada día que pasa son más fuertes y son nueve meses de amor que en algunas “barriguitas” vienen acompañadas de náuseas, vómitos, mareos, que el amor hace que desaparezcan al ver nacer lo que llamará: “el amor de mi vida”.
EL AMOR, AMOR
La pareja se alimenta de la diversidad y, para que ésta exista, deben estar definidos los distintos espacios, intereses y tiempos. Así va el amor verdadero cuando nos juntamos o nos casamos.
Es aquí donde hacemos saber a nuestra pareja que no dejamos de amarla ni de prestarle atención o tenerla en cuenta, porque nos agrada tener espacios de soledad, salir a tomar un trago con un “pana”, jugar dominó, escuchar música de la preferencia, porque los espacios personales no son, ni deben ser, una amenaza para el otro y en fin, debe haber comprensión.
En caso contrario, que ella vaya a la peluquería con su amiga o disfrute de un café en casa de su vecina o juegue cartas una tarde, ese espacio debe respetarse y no significa que nos han dejado de querer, que nos han dejado de amar. El amor existe en esta etapa y muchas veces es muy grande.
El amor en la última edad
El amor en las personas mayores es una de las partes más importantes, porque da compañía y sobre todo ilusión, de cara a seguir hacia adelante, luchando y siendo muy feliz, al mismo tiempo que disfrutas junto a los tuyos como los nietos.
En esta etapa nos preguntamos: ¿Es capaz san Valentín de conectar hasta el infinito a dos seres?. Habría que ver hasta qué punto se entrega ese sentimiento, que debe salir de lo más profundo de la persona, con frases y palabras bonitas, con corazones, vía WhatsApp, con versos, con unas escapadas de ida y vuelta hacia aquellos sitios íntimos donde íbamos cuando novios.
Regalar y ser regalado, con envolturas rotas de papel reciclado o con los muy elaborados de las casas de regalos de los centros comerciales, con globos rojos en forma de corazón con las siglas de la pareja, o aquellos presentes de dulces, caramelos, tortas y chocolates sin envolturas ni corazoncito alguno, que se entregan con el tradicional justificativo, “no me dio tiempo envolverlo, pero el amor es el mismo”.
Javier Sánchez