En el Jardín Botánico de la capital zuliana, la floración de los Curarires, parecido al araguaney, es un espectáculo natural que ocurre una vez al año, deslumbrando a las familias zulianas, a los estudiantes y los que vienen de otras partes del mundo para presenciarlo.
Luego de la caída de la primera lluvia, estos árboles se visten de amarillo, iluminando el entorno con su belleza efímera y cautivando a todos los presentes durante tres a cuatro días.



Por otro lado, el florecimiento del Tabebuia Serratifolia, conocido como Curarire, se manifiesta de manera similar, coincidiendo con la llegada de las primeras lluvias.
Este fenómeno, también llamado la fiesta amarilla, es una celebración de la naturaleza que nos recuerda la importancia de apreciar los momentos fugaces y efímeros de la vida.
La magia de la floración de los curarires nos invita a detenernos y contemplar la belleza que nos rodea, recordándonos la fragilidad y la intensidad de la naturaleza en su máxima expresión.




La floración de los curaríres es un espectáculo que deslumbra a todo aquel que tiene el privilegio de presenciarlo.
Las familias, las escuelas y los asilos fueron para admirar la belleza de estos árboles en plena floración.




Es impresionante ver cómo las personas de la tercera edad sonríen al contemplar la explosión del color amarillo que nos regalan los Curaríres en esta época del año. Por otra parte, los niños corren, maravillados por la exuberante naturaleza que les rodea.

Así mismo, los jóvenes se detienen para disfrutar de este regalo que nos ofrece la madre tierra. Cada uno encuentra en la floración de los Curaríres un motivo de alegría y asombro.


En medio de este escenario de admiración y gratitud, el retumbo de la belleza natural se multiplica y llena de paz los corazones de quienes se detienen a contemplarla. ¡Qué privilegio es ser testigos de la exuberancia de la vida en su máxima expresión!












Texto: Bleidys Sánchez/ Pasante
fotos: Xiomara Solano/ Bleidys Sánchez Pasante
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