Largos años de sed ha sufrido Maracaibo. No desde ahora, sino desde hace muchísimo tiempo, incluyendo desde su primera fundación por Ambrosio Alfínger, cuando la ciudad padeció el terrible problema de la falta del vital líquido y tuvieron que proliferar los aljibes, de los cuales se surtía buena parte de la población.
Han transcurrido décadas desde que se hizo popular en la capital zuliana la figura del “aguador”, un personaje que iba y venía por las calles, montado en un burro, con sus botijuelas de barro repletas de agua, que con el tiempo se cambiaron por latas de 15 litros, según lo recoge en su libro Ciro Urdaneta Bravo Maracaibo, historias y leyendas.
Hoy, esos aguadores cargan son los botellones plásticos que compran a precios que varían según se mueva el dólar. Los de cisternas con 15 y hasta 20 mil litros, la mayoría los compran los conjuntos residenciales o residencias multifamiliares. En materia de este servicio no es mucho lo que hemos cambiado.
Durante la presidencia de Guzmán Blanco la penalidad del agua fue planteada innumerables veces, tal como hoy día. En aquellos años fueron presentados 14 proyectos para la construcción de acueductos, y se hicieron estudios a los ríos Socuy, Limón y Palmar, contratando a un ingeniero norteamericano que llamaron el capitán Turner, quien ofreció la construcción de un acueducto con capacidad de un millón de galones de agua diarios. Quedó en veremos, tal como han quedado muchos de los que han ofrecido los gobiernos de turno hasta el presente.
En estos tiempos, Hidrolago también habla de proyectos de envergadura a través de convenios entre el Ministerio de Ecosocialismo (Minec), Unicef e Hidroven, para la instalación de equipos de bombeo, recuperación y repotenciamiento de plantas potabilizadoras y rehabilitación de la estación de bombeo que todos los años se anuncian y el servicio no llega a la mayoría de los sectores de la ciudad.
Nació La Hoyada
Uno de los tantos esfuerzos realizados para poder abastecer a la ciudad de agua, se llevó a cabo en 1885, cuando se inaugura al final de la avenida Bella Vista lo que llamaron el Acueducto de Guzmán, que se trataba de una gran cisterna en forma de cono invertido para el depósito de agua. El presidente Guzmán Blanco encargó al ingeniero Gregorio Fidel Méndez la construcción de este acueducto que el pueblo bautizó como el Acueducto de La Hoyada.
Con esta idea se dio su construcción y no dio resultado y la población esperó hasta 1938 para la inauguración del actual acueducto en Tulé en su primera fase y todo el mundo sabe los problemas que lo aquejan.
No resultó ser la solución definitiva y los pobladores ingeniaron la construcción de aljibes, con piedras de ojo, cal y adobones (pozos), donde se recogía con hojalatas el agua de lluvia.
La crisis del servicio de toda la vida
Actualmente Maracaibo es una de las tres ciudades de Venezuela con peor percepción del servicio de agua. La principal planta de tratamiento del estado Zulia, Alonso de Ojeda, bombea solo dos mil 400 litros de agua por segundo cuando su capacidad es de siete mil 200 litros por segundo debido a la avería de cuatro sedimentadores.
Las fallas en el suministro de agua en la capital zuliana se agravan con el paso del tiempo, incluso hay comunidades que no reciben el servicio desde hace décadas. La raíz del desabastecimiento es la falta de mantenimiento de los embalses, las plantas potabilizadoras y proyectos anunciados, que entre gobierno y gobierno nunca se han hecho realidad.
En 2022, la conjunción de problemas de distribución de agua potable se mantiene. Existe un déficit general de servicio. Seguimos sin resolver el misterio de cómo es que Maracaibo tiene tanta agua y en las casas la escasez es permanente.
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Javier Sánchez
Noticia al Día