Un hecho ocurrido llamó la atención de los feligreses ese 18 de noviembre y fue el momento en que aves pintadas del tricolor de la bandera, surcaron el cielo y una amarilla se posó en la imagen de la Patrona por un buen rato y miles de asistentes se arrodillaron y rezando un Ave María, decían que se trataba de un mensaje de paz que estaba dando la Chinita en ese momento
El día en que palomas amarillas, azules y rojas, surcaron el cielo marabino hace 82 años, fue coronada la Virgen de Chiquinquirá el 18 de noviembre de 1942, un hecho histórico de los más grandes acontecimientos que hayan vivido los zulianos, que marca un episodio en la historia religiosa católica de nuestra región.
Ese día una de las aves amarilla se posó en la imagen de la Excelsa Patrona por un buen rato y los feligreses decían que era un mensaje. En el acto religioso que se organizó en el sector La Ciega frente al Lago de Maracaibo, miles de zulianos acudieron a presenciar el histórico acontecimiento presidido por monseñor Marcos Sergio Godoy, obispo de Maracaibo, y como orador de orden el muy querido monseñor Arturo Celestino Álvarez.
Los barcos de guerra anclados en el Puerto de Maracaibo, pertenecientes a la Armada de Venezuela, lanzaron saludos con salvas de cañón en honor a la Patrona, las iglesias de Maracaibo sonaron sus campanarios y los aviones de la Fuerza Aérea de Venezuela dejaron caer sobre el terreno de La Ciega una, lluvia de flores, recogió el diario Panorama en una de sus ediciones.
La procesión de entonces se inició a las 7 de la mañana, y la representación estudiantil de todos los colegios y liceos de la ciudad le dieron lucidez al acontecimiento multitudinario de la época.
Un Alemán le dio el esplendor
El Alemán Alberto Bischoff, maestro de orfebrería, llegó al país en 1930 y de Caracas se vino a Maracaibo y recibió la orden de la orden de la iglesia para elaborar la diadema, para la cual se invirtieron 8 mil 100 horas de trabajo que equivalen a 337.5 días. El diseño escogido es parecido al que utilizaron los zares.
La joya con la que se le da esplendor a la Sagrada Dama del Saladillo es una obra de ocho kilos de oro de 18 quilates que está adornada con esmeraldas, rubíes y zafiros que brillan permanentemente en el trono de la Reina Morena.
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