Sábado 30 de noviembre de 2024
Opinión

El silencio moja el mar (por Alejandro Vásquez Escalona)

Nació en la montaña. Silencio. Neblina entretejiendo la arboleda en las mañanas. Mariposas multicolores lamiendo los charcos dejados por las…

El silencio moja el mar (por Alejandro Vásquez Escalona)
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Nació en la montaña. Silencio. Neblina entretejiendo la arboleda en las mañanas. Mariposas multicolores lamiendo los charcos dejados por las escasas lluvias en periodo de sequía. Hombres silenciosamente rudos. Mujeres calladamente apasionadas, recias también. La palabra como monasterio. Vida sencilla. No pobreza. No comparación. No terratenientes. Jornaleros y conuqueros. Similitud en las cayapas de cosecha o siembra colectiva. Después vivió la cercanía de la costa caribe. Lagos. Mares anegados de frases. Estridencia. Vida acelerada. Tropelías de palabras para hacerse entender. La bravuconería en bandolera. El mimetismo para vivir en la alegría. Más tarde el destierro. La travesía a ningún lugar.

Mañana de verano. Luego de correr zigzagueantemente tres kilómetros desde su casa. Dos cuadras en trote. Una en caminata, llega al mar marrón similar a café cortado. Anchísimo. No es Caribe. Arenas casi deshabitadas de bañistas. Mira el horizonte gris marrón.  Adonde estará su hogar vacío. Cuál será la carretera aérea por donde se llega se pregunta. Ahora tiene casa en este país. Vacía también. Solo. Solo.

Una pareja con ropa deportiva se ejercita en la parte alta de la rambla. Sudan. Disfrutan de la brisa salobre. Imagina al hombre y la mujer posándole para su cámara con el mar desenfocado. Ciego en la imagen como para no alentar sus aguas ahora tranquilas Desiste. Ellos se ven demasiado contentos y unidos en su dinámica. No causar malestar a nadie, convicción de vida. Hoy Rastreará en fotografías los vestigios que las olas abandonan sobre la orilla del mar. Todavía no sabe para qué. Irán a su archivo de imágenes. Seguro un día manoseándolas con la mirada, surgirá el eureka. Nacerá otro relato visual. Las palabras aisladas, las empoza en un cuadernito con portada fucsia y la frase Tú defines tu mundo en letras blancas. Escribe. Fotografía.

Desde la rambla, baja las escaleras hasta la playa. Se detiene husmean visualmente. Inhala la brisa oriental, atlántica. En la porción de aire que absorbe, puede que se cuele de intruso un sorbito de calidez caribeña. Se quita los zapatos deportivos. Un clavel semi enterrado en la arena. Click. Varios claveles juntos. Click. Click. Una piña. Click. Camina paralelo a la playa descalzo sobre el agua del mar. Un manchón de caracolitos negros incrustados en la arena con sombra suave del sol. Click. Click.

Dos muchachos se acercan.  Detrás de ellos, sentada en la orilla quedan dos chicas. Dos retratos. Dos parejas. Fondo amarillo de la caseta donde se guarda el guarda playa. Buenos días puedo hacerles un retrato junto a sus compañeras. Le miran reticentes. Un no seguro, hace que continúe la caminata acuosa y solitaria.

Tres manzanas se mueven un poco lentas con los debilitados lenguazos de la ola que muere en la orilla. Click. Click. Anoche o ésta madrugada, Elegua, Abita, Obba, fueron ofrendados. El fotógrafo recuerda a Jesús Feber de Otras Voces, Otros Ámbitos, la novela de Truman Capote. Levanta su sombrero imaginario tres respetuosos centímetros delante de los restos ofrendados. Continúa caminando. Mueve el agua con sus pies. Siente la energía del agua, de la tierra y la buena voluntad de las deidades que se siente en el ambiente.

Un hombre cabello negro largo, sentado en la escalinata de otra caseta amarillo crema también, observa el mar. Cuarenta y pocos años. Rostro moreno alargado. Abstraído como que meditara. Barba recortada negra. Bermudas rojas. El hombre de la cámara se acerca. Buenos días. Puedo hacerle un retrato. Soy fotógrafo, bla, bla, bla. Él duda, está bien, no posa. Naturalidad. El fotógrafo le habla, le suelta pedazos de su migra. El retratado corresponde. Vengo de el Salvador en Centro américa. Tomé mis vacaciones en mi trabajo de vendedor online. Viajé a este país con mi hijo adolescente. Deseo que estudie fotografía, por eso acepté que me retratara. Comunión fotográfica de viajeros por la vida. De hogares lejanos. De aparentes presentes con casas como pasillos de tren de madrugada. El canto de Joaquín Sabina no se escucha. Las olas tampoco. Hoy el silencio moja al mar.

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