LA VISPERA DE LA NAVIDAD DE 1971, UN AVION PERUANO CON 92 PASAJEROS CAYO ENVUELTO EN LLAMAS
EN LA SELVA AMAZONICA PERUANA. HUBO UNA SOLA SOBREVIVIENTE, JULIANA KOEPKE, DE 17 AÑOS, QUE VIAJABA ACOMPAÑADA DE SU MADRE, MUERTA EN EL ACCIDENTE, JULIANA VIVIO 9 DIAS EN LA SELVA ENTRE SERPIENTES, PIRAÑAS E INSECTOS, SIN ALIMENTO, CON UNA PIERNA ROTA EN LA CAIDA Y UN BRAZO ASTILLADO.
DESPUES DE ESE CALVARIO ENCONTRO UNA TRIBU DE INDIGENAS QUE LA CONECTARON NUEVAMENTE CON LA CIVILIZACION.
POR PRIMERA VEZ JULIANA NARRO SU VIACRUCIS Y JUNTO A UN FOTOGRAFO RECORRIO TODOS LOS LUGARES DE SU DRAMATICA RUTA DE 9 DIAS EN LA SELVA.
Juliane Koepcke es conocida por ser la única sobreviviente del accidente del vuelo 508 de LANSA, ocurrido el 24 de diciembre de 1971. Ella y su madre viajaban desde Lima a Pucallpa, Perú, cuando el avión fue alcanzado por un rayo y se desintegró en el aire.
Juliane, de 17 años, cayó desde aproximadamente 3,000 metros de altura, aún atada a su asiento, y milagrosamente sobrevivió. Aterrizó en la selva amazónica, donde pasó 11 días sola, herida y sin alimento, hasta que fue rescatada12. Su increíble historia de supervivencia ha sido relatada en su libro "Cuando caí del cielo".
Así contó su historia para la revista argentina "Gente"
Siempre me gustó volar en avión. No conocía el miedo, Tampoco sentí temor cuando con mi madre subimos el 24 de diciembre en Lima a la máquina turbopropulsada "Electra", que pertenecía a la compañía Lansa. No me inquietó que la máquina partiera a las 11.30 у по a las 7, como estaba previsto. Los aviones en Perú casi nunca son puntuales y uno termina por acostumbrarse. Al margen de eso, Lansa tiene mala fama. Hay mucha gente que no toma sus vuelos porque en los últimos años perdió dos aviones. Pero mi madre y yo teníamos, de todas maneras, una razón importante para volar: nosotros queríamos festejar la Navidad con mi papá en la selva de Pucallpa, Ya sabíamos que él había cortado un árbol de Navidad y lo había puesto en las chozas, desde donde salíamos para incursionar en la selva.
Estaba sentada en la fila 19 a la derecha, en la ventana. Todo era normal: la partida, el ascenso, el cruce de los Andes, el desayuno y la sonrisa de las camareras.
Veíamos las cumbres nevadas de las poderosas cadenas andinas, y después la selva que se perdía en el horizonte, hacia el Este. Todo era realmente normal, El avión estaba casi completo, algunos pasajeros dormían, Las camareras juntaban las bandejas del desayuno y sonreían, todavía. Uno leía, conversaba, estaba de buen humor porque todos vivían la proximidad de Navidad, de los parientes, de los amigos.
Cuando hay buena visibilidad el vuelo de una hora desde Lima hasta Pucallpa puede ser uno de los viajes más hermosos del mundo. Después de media hora de vuelo se perdió la visibilidad y el avión comenzó a mecerse. Luego se estremeció cada vez mas, con más fuerza, y las camareras nos pidieron que ajustáramos los cinturones de seguridad.
Todavía no tenía miedo. Es frecuente que en las montañas nor-Este haya turbulencias. Comenzaron a golpear gotas de iluvia contra las ventanillas y final- mente el avión empezó a zamarrearse de arriba hacia abajo. Se escucharon los primeros gritos, Yo miraba las nubes que sobrevolábamos y vi un rayo peligrosamente cerca. Nuevamente el avión se sacudió, otra vez hubo gritos y en algún lugar cayó el equipaje de mano,
"Ahora se acaba", decía mi madre. Temía los vuelos desde que una vez, en los Estados Unidos, se vio envuelta en una situación peligrosa. Pero ahora el miedo no te nía nada que ver con las sacudidas; el avión se estaba queman- do.
Veía las llamas. Surgían del depósito de equipajes, del lado derecho. Eran de un amarillo intenso. Miraba hacia mi madre. En ese momento hubo un golpe brutal y me di cuenta de que ya no es taba dentro de la máquina. Volaba en mi asiento por el aire.
Recuerdo que apenas podía respirar porque el cinturón de seguridad me apretaba el estómago. Recuerdo también que daba vueltas por el aire y finalmente recuerdo que los árboles de la selva aparecían debajo de mí como si fueran coliflores. Después perdi el conocimiento.
Todavia estaba claro, Estaba acostada bajo los asientos, pero el de al lado estaba vacío, No había ningún signo de mi madre ni del señor que estaba sentado al lado de mi madre y que dormía plácidamente en medio de las turbulencias, No veían ninguna señal de la máquina, estaba sola. Sólo se oía el croar de las ranas y el chirrido de los insectos. Me encontraba en medio de la selva virgen, en suave declive.
Es muy sorprendente, pero es verdad: estaba como insensible. Simplemente registraba: me había librado del cinturón de seguridad, había perdido un zapato, había perdido un anillo regalado por mi madre y mis anteojos.
Me sorprendió que mi vestido -una mini- estaba aparentemente intacto. Sentía que a la altura de mi cuello sobresalía un hueso, que uno de mis ojos estaba casi cerrado, que tenía un chichón en la cabeza y una herida en el pie. No sentía dolores pero tampoco la energía para mirar a mi alrededor. Así me quedé,debajo del asiento toda la noche, entre el sueño y el "shock".
A la mañana siguiente me levanté; pero eso necesitaba un tiempo, cada movimiento me mareaba. Vi un paquetito y lo abrí: era una torta de Navidad. Me recordó que el día siguiente era el de la fiesta que pensábamos pasar con mi padre. Pensé en él y en el árbol que había preparado: "Ha perdido a su esposa pero no debe perder a su hija. ¡Lo conseguiré!"
Pude conocer todos los peligros de la selva. Por ejemplo, que los grandes animales selváticos, como los ocelotes, los Jaguares o tapires no son tan peligrosos como los pequeños, las hormigas, las arañas o las moscas. Pero también aprendí de ellos que siempre hay que buscar un rio cuando uno se extravía. Junto a ellos viven los indios Konibos y los Shipibos, así como los mestizos Canacaibos, que trabajan en los aserraderos, y algunos blancos europeos que tienen pequeñas plantaciones. Los ríos son sus calles y todas las calles van a dar al río Ucayali en castellano: el río de los Mosquitos, y finalmente al Amazonas. Lo sabía: tenía que llegar al Ucayali. Porque sobre el Ucayali está Pucallpa. Y en Pucallpa me esperaba mi padre.
No. No me había comido la torta de Navidad; apenas la probé. Estaba impregnada de agua y su sabor era repugnante. En cambio tomé una caja de bombones, unos bombones surtidos que debían haber hecho las delicias de alguien que los esperaba. Después me busqué un palo para usarlo de bastón. Así iría tanteando el terreno para no pisar las serpientes o arañas.
Quise empezar a andar, pero cada paso que daba me mareaba de tal manera que debía detenerme, descansar y volver a intentarlo, Todo me daba vueltas.
Escuché un chapoteo, muy cerca, y más tarde un rugido. El ruido más hermoso que he oído en mi vida: En realidad el rio de mi imaginación era un simple arroyo. Pero era tan límpido pude beber hasta saciarme
Son meandros que serpentean caprichosamente de tal manera que uno puede caminar kilómetros por sus playas sin avanzar más que unos metros. Además en las playas andan los mosquitos, millones de mosquitos. Y caimanes, peligrosos y traicioneros. Y pirañas, unos peces carnívoros de dientes terroríficos que se ceban con las heridas. Yo tenía una herida sangrante en el pie de un centímetro de profundidad y cinco de longitud.
"NO TENIA SENTIDO, PERO GRITE: ¡SOCORRO, SOCORRO, SOCORRO!"
La costa estaba totalmente cubierta de plantas, el paso era dificultoso. A veces no podía cruzar el arroyo porque los troncos podridos y quebraban el paso. De pronto, oí el mullo de unas moscas y eI sonido: ahí estaba uno de los asientos del avión y sobre él chicas muertas. Estaban deformadas y cubiertas de moscas.
Pese a todo tenía que permanecer en la orilla, La costa estabe densamente cubierta de plantas, cada paso era dificultoso. A veces tenia que cruzar el arroyo porque gruesos troncos podridos y quebrados cerraban el paso-
Cada tanto comía uno de los bombones, pero no tenía hambre, veía frutas tentadoras per, no las probaba porque en la la belleza siempre esconde la muerte: el veneno, Seguí caminando hasta que oscureció y en un hueco en la playa donde me estiré para descansar.
Pero se me habían acabado los bombones, no tenía nada para comer. Cuando llegué trabajosamente a las orillas del nuevo río vi con espanto que cinco cocodrilos nadaban hacia mí. De pronto se me ocurrió que en la orilla podía haber escorpiones venenosos. "Si pisas un escorpión -me decía- estás acabada". Entonces caminaba con más cuidado. Y después: mosquitos y moscas, moscas y mosquitos. Siempre igual. Mi herida del pie había empeorado a causa de los insectos, Habría tenido que extraer huevos de mosca de la herida. Pero no tenía pinzas, no tenía nada.
Me encontraba ante un rio de mayores dimensiones. Tenia un ancho de unos quince metros. Eso tenía un significado: nuevas esperanzas.
La esperanza de que el río más grande me llevara hacia un lugar habitado ya no me sostenía. Sabía que todavía estaba lejos de las zonas civilizadas, porque los animales que encontraba eran completamente salvajes y no me tenían miedo.
Cuando comprendí esto tuve miedo. Verdadero miedo, Las moscas me habían picado de tal forma que mis brazos tenían un aspecto cada vez peor… "Dios -pensé, tener que amputarme los brazos, eso en el supuesto caso de vivir".
De pronto creí escuhar gallinas, gallinas domésticas que hubieran significado mi salvación. Pero no eran más que garzas. Después oía un buitre, volaba sobre las nubes. ¿Qué volando tan alto si trataba de ver cadáveres?
El canto de los pájaros comenzó a hacerme trampas. De pronto creí escuchar gallinas, gallinas domés- ticas que hubieran significado mi salvación. Pero no eran más que lechuzas Después ola un buitre
Tenía que descansar. El buitre se había ido. Me acomodé al lado del río y me enfrenté a mis constantes enemigos, los mosquitos y las moscas, Ya no sabía cuántos días habían pasado desde el accidente.
Estaba cansada me acosté en la arena donde vi las de tortugas. "Si alguna vez hambre, podés comer tortugas, pensé antes de dormirme. Vi que estaba acostada a cinco pequeños cocodrilos, crías de unos treinta centímetros, Pero, comprendí que después iban a venir los mayores y que atacarían si veían que estaba en peligro sus hijos. Tenía que continuar, y estaba muy cansada. Por más que me esmero, con los acontecimientos de los días siguientes me confundo totalmente.
¿Fue el quinto día cuando pisé ese animal espantoso que me dio un gran temor por la posibilidad de que fuera un escorpión venenoso o una serpiente, probablemente el asesino "Señor de la Selva"? ¿O fue el sexto día? ¿Fue en la sexta noche cuando los mosquitos me picaron hasta volverme loca? ¿O fue en la séptima noche?
Ya no lo recuerdo, Pero una cosa sé y no la voy a olvidar más: Las moscas que me torturaban y que dejaban sus huevos bajo mi piel eran aún peores que los mosquitos. Como dije vestía una mini, un vestidito de mangas cortas, excesivamente corto, y encima tenía el cierre de atrás abierto, con lo cual les ofrecía a las moscas mucha superficie de mi piel. Me torturaban sin descanso. Después de tres días rompí el pequeño bolso donde guardaba los bombones de los cuales me alimentaba.
Intentaba vendar las heridas más profundas que bajo las picaduras de los insectos se agrandaban cada vez más. Pero no ayudaba mucho. Nada servía contra los insectos. Yo estaba a su disposición.
Mi brazo se hinchaba, y por primera vez tuve dolores que me torturaban verdaderamente. Mi rodiIla no me dolía. Tampoco la gran herida que tenía en el pie, ni el hinchado, ni tampoco el chichote de la cabeza, que probablemente se había originado cuando salí expulsada violentamente del avión. Pero ahora me dolía el brazo que estaba cubierto de picaduras de mosscas, de las cuales nacían gusanos.
OPERACION EN PLENA JUNGLA
El anillo que me habla regalado mi madre lo perdí en el accidente, pero yo llevaba otro en espiral y lo podía desarmar. Con él quería extraer los gusanos de los brazos y de las piernas. Pero eso no funcionaba. El anillo no servía como pinza, Tomé en su reemplazo una espinosa rama de madera con la que saqué los gusanos. Eran de un centímetro de largo y alrededor de tres milímetros de grosor. Me comían en vida.
Naturalmente, me dolía mucho cuando extraía los gusanos de las heridas, En realidad no pude apartar a todos los miserables gusanos. Aunque hubiera podido, ya al mismo instante se hubieran acercado las moscas para ponerme nuevos huevos.
Me di cuenta enseguida: algunas heridas eran tan grandes que podía introducir en ellas un dedo.
Hay árboles que crecen más de veinta centímetros por día, cada vez más hasta sesenta metros.
De vez en cuando veía gusanos Relativamente se pegaban a loss troncos de los árboles con una forma simétrica. Sabía que también éstos eran peligrosos, el que los toca sufre terribles dolores, colonias de hormigas, hormigas ladronas, que también son peligrosas. Sabía que también existen aquí hormigas coloradas de las que los indios cuenta que pueden comerse a un hombre con una rapidez increíble.
EL "RIO DE LOS MOSQUITOS"
Entonces me daba ánimos a mi misma, Me decía que entre tanta mala suerte yo había tenido, sin embargo, suerte. Había perdido a mi madre, pera sin embargo sobreviví al accidente. Entretanto ya estaba muy picada y mis dolores siempre se agudizaban, Sin embargo, aún podía caminar, Todavía era posible que encontrara el río Ucayali, el "rio de los mosquitos", que corre hacia Pucalipa, donde esperaba encontrar a mi padre.
Me debí operar otra vez, ya que nuevamente me aparecían gusanos en los brazos y piernas. Las heridas de mi cuerpo estaban peor, y me daba cuenta de que mi ojo derecho, que luego del accidente había estado casi cerrado, mejoraba muy poco. Creo que mi aspecto no era del todo encantador.
La humedad caliente y los distintos colores de la selva me debilitaban. El caminar se me dificultaba, La corriente del rio era tan fuerte que ya no podía nadar más, No tenía la menor idea de cuánto tiempo hacía que estaba en marcha. No tenía más ganas de seguir. Sentía cómo me abandonaban mis energías, Veía, por la ubicación del sol, que debía ser alrededor de las cinco de la tarde. No buscaba demasiados lugares para acostarme
DE PRONTO, EL BOTE
Y luego, cuando me di vuelta, otra vez, vi el bote. Primero imaginé que estaba viejo y podrido. Pensé que alguno lo habria abandonado. Pero después comprobé que era casi nuevo, de madera.…
Pero después comprobé que era casi nuevo, de madera, Y estaba atado con alambre. Debía haber seres humanos cerca.