A dos horas y media de navegación y a un metro sobre el nivel de las aguas del Lago de Maracaibo, se encuentra Ologá, el pueblo palafítico anfitrión de los turistas aventureros, quienes llegan al lugar para ver cara a cara el relámpago del Catatumbo.
Gustavo Baüer, fotoperiodista nacido en Tejerías, pero oficiosamente zuliano, relata la experiencia de este viaje directo Maracaibo-Ologá, por el Lago de Maracaibo.
“Es turismo de aventura. En este viaje directo de diez personas sin incluir a la tripulación, asistiremos al espectáculo visual del relámpago del Catatumbo”, comenta.
Son turistas de la propia Maracaibo y de Caracas. “Los turistas solo deben llevar una hamaca, un termo para el agua, ropa apropiada y la emoción de toparse con este espectáculo natural, único en el mundo”, acota.
El viaje sale desde El Milagro
Regularmente, las salidas hacia el Sur del Lago, a los predios lacustres del municipio Catatumbo, son planificadas por los guías con mucha antelación, y el turista, al arribar al muelle en la avenida El Milagro de la capital zuliana, da inicio a su aventura.
“Durante tres días y dos noches los visitantes disfrutan de todas sus comidas, pescados de la zona cocinados por las manos de los ologuenses. Gozan de alojamiento en los palafitos y hacen traslados hacia la laguna de Ologá, para quienes quieran zambullirse en sus aguas y hacia el delta del río Catatumbo en el Lago de Maracaibo, todo con el pretexto de ver el espectáculo atmosférico”, relata.
En el Catatumbo
La ruta lacustre es hipnótica, pues el observador, en las horas de navegación, va trasladándose desde la civilización hacia lo natural.
Tan solo disfrutando el paisaje cambiante en el lago, el turista se desplaza por la silueta de la metrópoli maracaibera, pasa por los pueblos de pescadores, atraviesa el bosque de cabritas de perforación petrolera y, de repente, se topa con el verde oscuro y vegetal de los predios del Catatumbo.
Al llegar al palafito del señor Tami, lugar de alojamiento, se descarga la lancha, la gente ubica el horcón donde va a guindar la hamaca o el chinchorro, se dan las presentaciones con la gente amable del pueblo palafítico de 45 casas, unas en tierra firme, la mayoría en el lago; almuerzan, descansan y de allí en adelante, comienza la aventura, en la noche y en los cielos.
Baüer, un marino mecánico, y el capitán y navegante, José Domingo Leonardi, van a bordo de la lancha de 38 pies de eslora, con dos motores con 500 caballos de fuerza.
Está abierta a medio techo, con camarote para el equipaje y espacio para diez personas. Así se desplaza por el horizonte lacustre de los habitantes de Ologá.
El viaje se planifica dos veces por mes, para disfrutar de lo que el naturalista Alexander von Humboldt describió como “el mayor espectáculo de luces fosforescentes visto en el cielo”, afirmación que la Nasa, siglos después, confirmaría.
El contacto es Gustavo Baüer, teléfono 0414-6171880 o @navegandoaologa.
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Juan Carlos Guillén