La avenida Bella Vista fue la que mayor cantidad de salas mantuvo a través del tiempo. Aquí funcionó el cine Metro, Landia, y en la avenida Santa Rita estaba el cine Venecia. De norte a sur, y de este a oeste, cada rincón de Maracaibo esconde secretos de amor en lo que fueron sus salas de proyección.
De aquellas majestuosas salas, en las que nuestros abuelos y padres vieron los éxitos de taquilla de ayer, no queda sino recuerdos. Unas se han convertido en iglesias cristianas y otras son ruinas con tristes adornos de un pasado glorioso.
De norte a sur, y de este a oeste, cada rincón de la ciudad de Maracaibo esconde secretos en lo que fueron sus salas de proyección, que son hoy en día hábitat para murciélagos, palomas, alimañas e indigentes que buscan un espacio para vivir sus últimos días como los que vivieron los cines.
Desde las décadas de los ’20 hasta los ’50, fue el auge del cine a nivel mundial, y Maracaibo no fue la excepción. En sus inicios, ir al cine era igual que ir al teatro, y las personas se vestían con sus mejores ropas. Salas de cines se construyeron por todos lados, compitiendo entre sí por brindar el espacio más amplio, cómodo, la película más novedosa, el sonido más estridente, pero sobre todo la pantalla más gigante.
Recordamos estas salas que después de muchos años los marabinos añoran y recuerdan cuando las visitaban en familia, o cuando iban con su novia, novio o la que estaban enamorando y buscaban un sitio seguro, cómodo y a media luz.
La Maracaibo de los “tarzanes”, del cine mexicano, los ”catiritos“ y los "indios”, El Llanero Solitario, El Zorro y Bernardo, apoyando a su amigo aun siendo mudo, Los Diez Mandamientos en Semana Santa y muchas películas más, que en medio de cotufas y cucuruchos de maní vienen a nuestro recuerdo en blanco y negro, que disfrutamos en familia en una Maracaibo donde el cine era la principal distracción.
Al cumplir la ciudad un año más de su fundación y llegar a 494 años, vienen a nuestra memoria todos estos centros de distracción con los que contó Maracaibo, donde muchos maracuchos se dieron el “sí” viendo una película romántica de la época, llorando con Arturo de Córdova como el Conde de Montecristo. "¡Mi amor, vamos pa’l cine!", era la expresión común entre los amantes que buscaban un espacio a media luz para expresarse su amor, viendo una película con los reconocidos actores de la época.
El cine Vallejo, propiedad del don Pedro Vallejo, cine de donde nace la popular anécdota del policía y que se quedó en el hablar marabino, como una muletilla: “Estáis hecho el policía del Vallejo”. Don Pedro también era el propietario en los alrededores de la plaza La Muñeca del cine Imperio, en decir del periodista Adalberto Toledo, la joya de su cadena de cines.
El cine Royal en el barrio 18 de Octubre, el cine Metro, en plena Bella Vista, adonde a más de algún “vivo” se le fue la mano con la novia. También en Bella Vista existió el cine Internacional y ya finalizando la misma avenida se rodaron muchas cintas en el cine Santa Rosa.
Quién no recuerda por los lados de Veritas el cine Boconó, un poco más adelante en Las Delicias funcionó el cine Paraíso, y en la calle Ciencias quedaba el cine Victoria.
Frente al viejo Hospital de Niños estaba la sala Nuevo Circo, que también servía de arena de boxeo en los mismos años ’40.
La avenida Bella Vista fue la que mayor cantidad de salas mantuvo a través del tiempo. Aquí también funcionó el cine Landia, y en la avenida Santa Rita estaba el cine Venecia.
Los viejos amigos cuentan que diagonal a American Bar, en la esquina de Bella Vista y 5 de Julio funciono el cine América. Por los lados de La Limpia, existió el cine Alcázar, al igual que el Lido, vía La Pomona todavía existe el edificio del antiguo Lido, ahora convertido en venta de detergentes.
Otros también conocidos por referencia fueron El Cujicito y el cine Ideal de Los Olivos. Por los lados de Ziruma estaba el cine Capitolio frente a la entrada de la Facultad de Humanidades. Más de una película protagonizada por los estudiantes y la Policía vio el viejo cine.
El cine Bella Vista funcionó cerca del cine Delicias, en la calle Venezuela, cerquita del cementerio El Cuadrado. El cine Urdaneta, ubicado al lado del parque Urdaneta, vio los cambios en Maracaibo al igual que el Ávila y el San Felipe en el centro comercial San Felipe.
Otros que pasaron a formar parte del recuerdo fueron el Redoma y el cine Centro y por el sector Belloso estaba el cine Los Andes y en la calle Colón el cine Colón, ambos desaparecidos.
También desapareció el cine Valencia, luego rebautizado como teatro Maracaibo por los lados del sector San Bartolo. En la avenida El Milagro, al lado de la famosa venta de empanadas Pare Cochero, se ubicaba el Autocine, único en su estilo en Maracaibo.
En el sector Valle Frío existió el cine Brasil, y en el popular sector conocido como Cerros de Marín estaba el cine Paris, donde se exhibió El exorcista, y en la noche de estreno, según cuentan los autores de algunas leyendas, en ese momento se fue la luz en el sector y a más de uno lo sacaron desmayado de la sala por el susto.
Entre los más antiguos se cuentan el teatro Variedades en la calle Páez, y el Principal, cerca del mercado Santa Rosalía, sin contar que hacia la zona sur por la vía de Haticos por Abajo estaba el cine Paramouth, que mantenía dos funciones diarias.
Las salas más contemporáneas
Un poco más contemporáneos se recuerda el cine Roxy en el centro comercial Villa Inés, en la avenida Bella Vista; la llamada mini sala del Uairén, situada en la planta baja de unos edificios al final del Bella Vista; el cine 5 de Julio en el centro comercial Montielco y el cine La Paragua y el Costa Verde, La Fuente y Las Tejas, cada cual situado en el centro comercial del mismo nombre.
Existían salas de clubes privados, que también exhibían cine en Maracaibo, incluyendo al Cine Club Universitario y al teatro Baralt, se pudiera contar la historia de un promedio de 50 salas de cine.
Esta industria de los sueños por obra y gracia de la televisión y los DVD, hoy está circunscrita a dos circuitos de cines, solo existentes en los centros comerciales gigantes o molles, o en su defecto en una pantalla en cada casa que pueda tener una nueva tecnología.
La Maracaibo de los tarzanes, el cine mexicano, los catiritos y los indios, en medio de cotufas y cucuruchos de maní, quedó en el recuerdo en blanco y negro.
Fuente: Argenis Ortiz Malavé
Fotos: José López)
Javier Sánchez Malavé