“Todas las tareas anónimas, las que no se advierten, son las que transforman el mundo”.
“Lo que no se ve”, Jesús Montiel
La Historia puede ser también una mentira que se repite sin mayor variación de generación en generación sin que el espíritu crítico logre denunciar su impostura. La verdad en la historia es un escondiste gigantesco que se resiste a develar sus secretos. Y son los mitos los que prevalecen. Según el Premio Nobel de Literatura, el chino Gao Xingjian, la historia y la memoria no evocan realidades sino que tartamudean mitos.
Los historiadores zulianos tienen una gran papa caliente entre las manos y la mayoría guarda silencio. Me refiero a las súper heroínas Ana María Campos y Domitila Flores, ambas llevadas al panteón Nacional, y cuya existencia histórica es dudosa por no decir inexistente. En pleno siglo XXI seguimos prisioneros del chantaje patriótico encadenado a la Historia Oficial que es a la vez la Historia del Poder: del que manda en el presente.
Vamos a referirnos a la más visible, la heroína Ana María Campos, de los Puertos de Altagracia. Su frase más emblemática y que la identifica es: “Si Morales no capitula, monda”. El contexto: 1823 en el Zulia dónde se llevó a cabo la última campaña militar de los republicanos para liberar un territorio reconquistado por La Torre y Morales, jefes realistas, entre los años 1821 y 1822. Carabobo, no fue la última gran batalla de la Independencia: la última gran batalla de la Independencia fue el 24 de julio de 1823 en el Lago de Maracaibo.
“Si Morales no capitula, monda”: no forma parte de la muy sonora jerga zuliana. La palabra monda ni siquiera significa: “muerte” como se le ha querido atribuir. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española le da estos significados: “Acción y efecto de mondar”; “Tiempo a propósito para la limpia de los árboles”; “Cáscara o mondadura de frutos y de otras cosas” y “Exhumación de restos humanos en un cementerio para conducirlos a la fosa o al osario”.
Los zulianos hemos creído de buena fe en ésta “tradición” oral sin tener la menor precaución sobre la veracidad histórica que sustenta a la misma. La premisa de que los historiadores lo que no sabemos lo inventamos se comprueba en los casos de las heroínas Ana María Campos y Domitila Flores.
Hasta la omnipresente Wikipedia tiene el arrebato de colocar las fechas de nacimiento y sepultura de Ana María Campos sin aportar ninguna evidencia documental que lo soporte. Lo que ofrece es todo un artículo disparatado dónde la crítica histórica a las fuentes utilizadas deja mucho que desear.
Se recoge testimonio tan peregrino y hasta mal redactado como éste: “Ella provenía de una de las familias más aristocráticas de la región y recibió la educación limitada que era tradicional para las mujeres en esas familias, que estaba restringida principalmente al estudio del catolicismo. A pesar de esto, ella aprendió en las artes de la sociedad e incluso en el código de caballería, llegando a ser conocida como «una amazona consumada»”.
Jorge Luis Borges decía con razón que la Historia es la mejor ficción y que no entendía por qué los estudiantes la consideraban tan aburrida.
Sigamos con la Wikipedia: “Aunque golpeada, Campos vivió varios años más. El año después de su arresto y tortura, la batalla que había buscado ocurrió en la Batalla del Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823. Aunque todavía débil por la tortura, asumió un papel de apoyo en la batalla. Los revolucionarios ganaron la batalla, asegurando la independencia de Maracaibo y obligando a Morales a rendirse”.
Si se lee esto con las antenas desplegadas se debe concluir que es mala literatura. Esto fue tomado de un portal oficialista del chavismo cuya función principal es la de procurar deformar la memoria histórica de los venezolanos. Ellos son seguidores de George Orwell: “Quién controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”.
Al concepto de una “historia insurgente” que busca visibilizar lo invisibilizado se le une la victimización de la mujer criolla bajo consignas feministas anacrónicas y tiradas por los cabellos. Ana María Campos satisface todas esas exigencias políticas e ideológicas como símbolo patriótico. Y más en el Zulia, una entidad que estuvo al lado de la Monarquía y no con la República.
Por ello la insistencia del Poder de otorgarle honorabilidad. Así tenemos que en el año 2016 el Consejo Legislativo del Zulia estableció la Orden Ana María Campos, que se otorga anualmente a las mujeres locales: “que luchan activamente por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en las diferentes ramas sociales del país”.
La Academia también falló. En la entrada del prestigioso Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar la autora María Elena Parra Pardi inicia su aproximación de ésta manera: “Heroína de la Independencia”. Luego hace una muy apretada síntesis repitiendo los lugares comunes. No hubo ninguna preocupación crítica de por medio.
Todo indica que el creador del mito de la heroína Ana María Campos fue Juan Antonio Lossada Piñeres a través de su libro: “Doña Ana María Campos”, Maracaibo: Imprenta “Las Noticias” Bracho & Reyes, 1891. No sólo se inventó todo el cuento sino que se asumió como pariente de la misma. Y los zulianos, huérfanos de héroes y estigmatizados por la derrota en la Guerra de Independencia, tomaron con entusiasmo el relato de éste fundador de ensoñaciones.
No hay fuente documental primaria que corrobore la existencia histórica de Ana María Campos. Lo que tenemos es una “memoria venerada” que termina siendo un Mito. Me toca hacer como el niño del cuento de Hans Christian Andersen: gritar que el “Rey está desnudo”, en éste caso la heroína Ana María Campos, para que la gente salga del letargo de la Matrix patriótica que chantajea y atenaza a la mayoría. Y que también ha anestesiado el esencial espíritu crítico de mis colegas y amigos historiadores, muy especialmente, los zulianos.
P.D. Como la Historia es evidencia, y si ésta es veraz y creíble, y hace que la heroína sea de carne y hueso y corresponda al escenario en cuestión en 1823: seré el primero en retractarme y hasta pedir disculpas.